HACIA LA CONQUISTA DE EUROPA

Publicado DIARIO MONTAÑES  13 el mayo 2014

partido                  En un reciente debate de generosa audiencia televisiva, donde un expresidente autonómico suele dar lecciones de economía y los contertulios defienden a gritos los logros conseguidos por el señor Zapatero, han coincidido varios cabezas de lista de diversos partidos políticos en busca de un escaño en el Parlamento europeo.

                     Salvo los representantes de Ciutadans y de Vox, todos aseguraban hablar, al menos dos idiomas además del español, lo que llama la atención en un país donde tan sólo un escaso 5 % puede expresarse con fluidez en una lengua extranjera, aunque lo hagan en valenciano, catalán o gallego. El inglés queda reducido al “my taylor is rich” , el francés al vago recuerdo de un olvidado bachillerato, el italiano a lo suficiente para desenvolverse en un viaje turístico y el alemán se contempla como idioma imposible. Ninguno de ellos dijo ser capaz de leer un periódico o un libro en una lengua extranjera ni por supuesto mantener una conversación más allá de un saludo protocolario. ¿Porqué no se aprovechó la ocasión para que mostraran su competencia lingüística en ese mismo momento?. Seguramente, porque ni el propio entrevistador hubiera sido capaz de dirigirles unas preguntas en los idiomas que afirmaban dominar.

                  Pero además, salvo las dos excepciones señaladas, ninguno de los ilustres aspirantes conocían el nombre de alguno de los fundadores de la Unión Europea. Un magistrado de reciente actualidad, sin el menor rubor, consideraba a Mac Namara, asesor de defensa del presidente Kennedy y Director de la General Motors como fundador de la Unión Europea, pretendiendo luchar contra la corrupción española en los foros europeos, lo que no ha logrado en su propia área de trabajo, donde ha sido desposeído de su condición de juez. El alcalde de un pueblo de 30.000 habitantes apareció como candidato en nombre de una Primavera Europea, envuelta en ecologismo, nacionalismo valenciano y federalismo de izquierda de cualquier cuño, con la intención fundamental de reducir los sueldos de los parlamentarios. Se otorgó generosa audiencia a una aspirante, cuyo programa, y ya hay que tener ganas de hacer política en Europa, se fundamenta en la defensa de los derechos de los animales y la oposición a la tauromaquia, aunque añadiese como excusa que también contempla aspectos sociales, faltaría más. Y un profesor, contertulio habitual de locuaz argumentario totalitario, basó su candidatura en las excelencias del mundo comunista y la lucha contra el capitalismo, con la pretensión de defender sus tesis en el Parlamento de Bruselas, donde confía conseguir el mismo apoyo entusiasmado que sus desgraciados alumnos de Ciencia Política en la Facultad Complutense de Madrid. Con un par.

                   Con esos mimbres intelectuales, con esa incapacidad de comunicarse con el resto de los europeos, confiados en la traducción simultánea y en sus brillantes intervenciones, pretenden defender los intereses de España. Sin el menor sentido del ridículo. Esa es la muestra que nos ofrecen los candidatos considerados como marginales, a los que había que añadir “Los Pueblos Unidos”, cobijo de Bildu, “El Partido Pirata”, “Extremadura Unida”, la “Unión de Zamora, León y Salamanca” y el imperecedero Partido Humanista, junto a otras exóticas agrupaciones, cuyas vergüenzas fueron, por el momento, ignoradas.

                Pero no hay que olvidar que la mayoría de los candidatos de los partidos mayoritarios, son igualmente incapaces de sostener una conversación normal en otro idioma que no sea el castellano, y cuyos mayores méritos para debatir en los foros europeos se basan en los adquiridos en las filas de sus propios partidos, donde como alcaldes de su pueblo o diputados de sus comunidades autónomas, se han entrenado largamente en la confrontación política nacional. Sólo basta repasar las trayectorias de la mayoría o la de algunos en concreto, que tras haber abandonado los estudios de Derecho “por aburrimiento”, proclaman su deseo de convertir a Europa en espejo andaluz, mostrando el ejemplo de la región que ha acumulado millones de euros comunitarios en usos fraudulentos. Son los nuevos Tercios españoles a la conquista de Europa, llamando a la participación electoral, con la confianza de obtener un escaño de generosa retribución, un aforamiento o la oportunidad de mostrar los éxitos o los fracasos de la actual política española. Y todos tan contentos.

                 Si Bruselas se ha convertido en un cementerio político de elefantes, los representantes españoles son los dinosaurios del mismo. Por sus ideas y por su incapacidad de desenvolverse en un mundo moderno.

DEL CAFE A LA ACHICORIA

Publicado en el DIARIO MONTAñES 2 mayo 2014

BANDERA

                El deseo independentista del nacionalismo catalán se basa en la exigencia de ser reconocidos como diferentes del resto de los españoles y creer que como país separado lograrán un mejor nivel de vida. Con esos argumentos han crecido varias generaciones, mientras en el resto de España, desde hace mucho tiempo, se considera «distintos» a los catalanes, contemplándoles como españoles a medias. Siempre se ha admitido como normal que el desquiciamiento político de la Segunda República les concediese un Estatuto convertido en base de su actual independentismo. Siempre se ha considerado a Cataluña como la zona de España donde deberían hacerse las mayores inversiones, incluso a costa del crecimiento de otras regiones con mayores necesidades. Y siempre, por desconocimiento histórico, se ha aceptado que Cataluña era distinta, contemplada como vecino circunstancial al que había de darse un trato preferencial.

         ¿En qué es distinto un catalán para hacerse acreedor de ser independiente?. Además de usar habitualmente el idioma castellano puede expresarse en su propia lengua local, tiene tradiciones y costumbres gestadas a lo largo de los siglos, una religión común y una convivencia secular con el resto de España y a todos amparan las mismas leyes. Cataluña tiene una historia propia, como cualquier otro territorio peninsular, pero si pensamos en esos términos, León, Navarra, Aragón o Castilla poseen mayor antigüedad y legitimidad sin que esgriman pasados derechos. Por otra parte, la lengua no implica la existencia de una nacionalidad propia. De ser así, muchos países deberían pertenecer a una única nación. Y si el superior desarrollo económico de una parte de un territorio nacional justificase la escisión de las zonas más empobrecidas, Madrid debería independizarse de sus vecinos de la meseta, y lo mismo ocurriría en cualquier escenario mundial: Milán del resto de Italia, California de Arizona o Baviera de Sajonia. Todo ello, en un mundo globalizado, donde las fronteras se diluyen y se avanza hacia la integración supranacional.

             ¿Por qué hoy, el reconocimiento oficial de la lengua y la concesión de una amplia autonomía no han sido suficientes para satisfacer el nacionalismo?. ¿Han surgido nuevos agravios o restricciones?. ¿Les ha perjudicado su logro para que se clame ahora por la separación?. En Cataluña viven seis millones de personas y su mayor actividad comercial se desarrolla con el resto de España. ¿Qué beneficio pueden obtener con la independencia?. La separación, junto a la huida de empresas en busca de mejores mercados o el mantenimiento de los actuales, significará la reducción de sus ingresos y deberán asumirse los costos de cualquier nación independiente que sus ciudadanos pagarían con impuestos hoy repartidos entre 40 millones de españoles: pensiones, sanidad, educación, seguridad, inversiones públicas, dotarse de energía y el pago de sus deudas.

                Pero, además de los problemas económicos surgirán otros de mayor importancia. Por lo menos la mitad de su población, no desea la separación. ¿Se verán obligados a vivir en un país que les considere hostiles?. ¿Y qué ocurrirá con los catalanes, que con independencia de su ideología, trabajan en el resto de España?. Automáticamente pasarían a ser ciudadanos no pertenecientes a la Unión Europea y como extranjeros perderán sus derechos nacionales tanto a efectos de ciudadanía como laborales. La escisión unilateral de Cataluña provocará una separación de familias, relaciones comerciales y lazos de toda índole, acrecentados por la sensación de agravio y resentimiento mutuo. Todo ello suponiendo que se no provoquen tensiones que conduzcan a situaciones de violencia.

              La confianza en que se respete el cumplimiento firme de la ley no es una garantía plena para que el nacionalismo catalán no consiga sus propósitos. En el PP se buscan fórmulas de aproximación y el PSOE contempla cambios constitucionales para solucionar el conflicto separatista, sin una postura uniforme en todo el territorio nacional, oscilante entre federalismos asimétricos y otras formas de ingeniería política. La efervescencia del nacionalismo catalán, crece a la misma velocidad que la pérdida del concepto de España como patria común. Mientras las llamadas al diálogo no logran avance alguno conciliador, muchas regiones del conjunto nacional ajustan sus gastos a la racionalidad del reparto común, y a la vez que en Cataluña se siguen demandando y obteniendo beneficios económicos, con la misma rapidez aumenta en la opinión pública española un sentimiento creciente de hartazgo generalizado. Los gritos contra España pueden volverse en un rechazo a todo lo que se identifique como catalán, desde los productos a las personas, provocando una escisión social que jamás existió.

             Es una consecuencia del “café para todos” del Estado Autonómico que puede acabar en que muchos acaben tomando achicoria para que otros sigan disfrutando excelentes capuchinos con nata montada servida por despreciables charnegos.

Opiniones libres