RICARDO, EL SOBRINO INTERESADO

 


 Historia

 

Cuando alguno de los amigos me pregunta por la impresión que yo tengo al observar la diferencia de trato de algunas personas en el cargo, durante el cargo y después del cargo político, siempre recuerdo a Ricardo, el sobrino interesado, que es como yo llamo a este paisano y vecino de un pueblo cercano a San Salvador.

 

Ricardo venía periódicamente a la capital del concejo por razones de trabajo y entonces aprovechaba  para cumplimentar a su tío don Ernesto, que era como él lo llamaba. Ricardo tenía en San Salvador a dos familiares directos; uno rico, que era el mencionado don Ernesto, y otro pobre, también tío carnal, pero que él llamaba Arturo a secas, es decir que le retiraba de un plumazo el tratamiento familiar y el de cortesía que usaba con don Ernesto.

El tío don Ernesto era un indiano viudo de una de las hijas más ricas del pueblo, desde la muerte de su mujer vivía acompañado de su criada de toda la vida, de una hija de Ricardo que hacía de ama de llaves y de acompañante familiar.

Por los años cincuenta quedó vacante la alcaldía en Ayuntamiento de Aller y don Ernesto fue nombrado alcalde del Concejo. Hasta entonces don Ernesto llevaba una vida ordenada y rutinaria, pero las exigencias del cargo le hicieron cambiar las costumbres tacañas que le había impuesto su difunta mujer. Había hecho las Américas en Cuba y tenía el gusto de un buen habano después de las comidas. Antes, doña Delfina jamás le autorizaba fumar delante de ella, ahora encendía un veguero con otro. Antes no bebía una copa de un buen coñac más que los domingos después de comer, ahora cuando se le antojaba. No conoció otra mujer que doña Delfina, ahora gozaba lo que podía. Era un hombre feliz salido de la Inquisición de doña Delfina, que en gloria esté. ¡Que feliz era el tío don Ernesto!.

Ya viudo, con el cargo de alcalde recién estrenado conoció y se prendó de una funcionaria con la que cortejaba a hurtadillas fuera del pueblo. Pronto los rumores del posible casorio de don Ernesto llegaron a los oídos de su sobrino Ricardo que temió por las esperanzas hereditarias para su hija.

Arturo, el otro tío carnal de Ricardo, que era un hombre de economía más modesta, cargado de hijos, con un gran sentido del humor e ingenioso para los ripios satírico-burlescos de los acontecimientos del pueblo, puso en boca de Ricardo estos versos:

 

Si es verdad que te casas

Y bien lo dan por seguro

Dejaré de llamarte tío

Como hago con Arturo.

Las mismas impresiones que tuvo don Ernesto con la reacción de su sobrino Ricardo, son las que algunos expolíticos sienten con algunas gentes de igual filosofía.

 

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