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5 años opinando libremente

Hace cinco años, Alfonso del Amo me propuso iniciar una aventura editorial, esta. Quería que unos cuantos pusiéramos en un contenedor de opiniones nuestros Libertad_Expresionpensamientos, sin más límite que el de nuestra propia capacidad para la inteligencia, además de los del respeto y la tolerancia, que se presuponen a cualquiera con una formación básica en convivencia y con auténtico sentimiento democrático. Me apunté, y aquí sigo después de un lustro.

Alguien alguna vez todavía me pregunta por qué escribo en esta revista digital. Siempre respondo lo mismo. En primer lugar, porque me da la gana, que es la máxima expresión de la libertad que tengo para hacer las cosas. En segundo lugar, porque me siento absolutamente a gusto haciéndolo aquí. Jamás ninguno de mis compañeros de aventura editorial ha puesto la más mínima pega a mis escritos. Cuando con algún argumento no han estado de acuerdo, me lo han hecho saber a través de sus comentarios, tan libres como mis opiniones. Con civismo y con educación, algo que por ahí fuera muchas veces escasea. Y en tercer lugar, porque escribiendo con todos ellos, ellos y yo hemos demostrado que se pueden compartir espacios para expresarse desde trincheras ideológicas diversas sin que de ello se derive, con cada artículo, una guerra civil.

Escribir me encanta. Me libera de tensiones emocionales, me permite dar rienda suelta al pensamiento, y ayuda a conocerme si se me lee sin prejuicios (y quien lo haga con ellos lleva en el pecado la penitencia). Hacerlo en este medio además me satisface. No me cabe duda de lo interesante que resultaría que hubiera más huecos para opinar como este, donde quienes lo ocupamos hemos hecho de la más absoluta libertad para decir, para contradecir, para desdecir, incluso para no decir, la base de nuestra relación. Sin más censura que la que la prudencia, o el pudor, nos aconsejen. Ganaríamos todos.

En la muerte de Suárez

Ciudadanos-rinden-homenaje-sil_54404023628_54028874188_960_639En España sabemos hacer tres o cuatro cosas bien. No más, pero en esas somos los mejores. Una es cumplir con el ritual de la muerte. Convertimos velatorios y entierros en celebraciones como bodas y primeras comuniones, pero sin el convite. El muerto sólo es la excusa para el ringorrango. Las coronas de flores y los ramos dan la medida del éxito social del evento. Y el todo es la ocasión que ni pintada para el cinismo, que es otro de los deportes nacionales. Las capillas ardientes subliman la capacidad que tenemos en este país para la hipocresía, quedando bien, como haga falta, con el que se va y con los suyos ahogándolos en loas de corcho y lágrimas de cocodrilo. Ahí está la muerte de Suárez como un buen ejemplo.

En más tiempo no habrían cabido más pelotas. Desde que el histriónico de su hijo avisara de que a su padre le quedaba poco, las colas de políticos y periodistas para enjabonar al muerto han sido casi tan largas como las de los ciudadanos que han visitado su capilla ardiente. Hasta el hartazgo intelectual, sin ninguna vergüenza, en una descarada competición por hacer la lisonja más barroca, dando coba como si muchas de sus propias historias en ese pasado que el presidente Suárez vivió en los años ochenta también hubieran sido atrapadas por la desmemoria del Alzheimer. Entre sus compañeros de la Transición, en todas las orillas ideológicas, no han faltado quienes han enmascarado el menosprecio de entonces emergiendo ahora como los más leales de sus camaradas en aquel proceso para la recuperación de las libertades. Entre los profesionales de la comunicación, tampoco los que no siendo nadie en esos días, o siéndolo pero a lo único que ayudaron fue al desprecio al presidente sin límites ni siquiera en lo personal, se han presentado como cómplices partícipes de su labor. Demasiada gente lavándose la cara, superando la mala conciencia, apropiándose de méritos, los de Suárez, que no son los suyos.

La memoria histórica de muchos es selectiva, y sus chaquetas reversibles. Por cada alabanza hasta el empalago que durante estos días algunos han hecho del presidente Suárez, cabría un documental de varias horas sobre lo que decían de él en 1.980, y sobre lo que no han dicho desde que se supo que había perdido la cabeza y no se acordaba de quién era. Las hemerotecas están cargadas de testimonios que les ponen en evidencia. La justificación para tanta evolución del pensamiento ha recorrido tantos espacios comunes y tan sobados estereotipos que dejó de ser creíble después de que la usara el tercero que intervino en debates y tertulias sobre el papel de Adolfo Suárez en la restauración de la democracia. A nadie le he escuchado una disculpa por lo expresado antes y corregido ahora. Mucho taconazo y mucha corbata negra, pero poco examen de conciencia sobre el trato dispensado al muerto en el pasado. Algo que, por cierto, si ha sabido hacer la ciudadanía, ajustando su juicio histórico sobre el presidente con su homenaje popular en la calle y en las muchas horas empleadas para rendirle tributo pasando por delante de su féretro apenas unos segundos.

Somos una nación de excesos. Cuando hay que poner a alguien a caer de un burro, escogemos el burro más grande y los insultos más sonoros. Si lo que toca es la ovación y el agasajo, nos dejamos las manos aplaudiendo y adulamos como si no hubiera mañana. Así es la cosa. La emoción se nos desborda siempre por los extremos, a veces por los dos a la vez. También tenemos una enorme capacidad para el olvido, de lo propio y de lo ajeno, y para convertir lo dicho ayer en otra cosa hoy, con desparpajo y sin tensiones de conciencia. Y cuando todo se junta alrededor de un muerto, tenemos el entierro de Adolfo Suárez. Tal cual. Sin anestesia y hasta el vómito de la insolencia.

(Este artículo fue incialmente publicado en el diario digital ‘El Portaluco’ –aquí el original-)

‘Robando’ fotos

Foto_RobadaLa hija de una amiga de mi madre tiene un blog. Una cosa sencilla, sin pretensiones, como otros muchos que pueblan la red. Le gusta el ‘patchwork‘, y escribe sobre ello para compartir experiencias, pero sobre todo para entretenerse. En diciembre, en Sarón, se celebró un mercadillo navideño sobre esta manualidad, y Lara (que así se llama la chica) hizo un post e incluyó varias fotografías. En una de ellas, que tiró su marido, salen mi madre y Josefina, la suya, a las que pese a estar en un lugar público, pidieron permiso, tanto para retratar como para reproducir el retrato en el blog. Hace una semana, el día 6, El Diario Montañés incluyó en sus ediciones en papel y digital la fotografía del blog de Lara para ilustrar una noticia. Lo hizo sin pedir permiso, sin incluir autoría, sin hacer ninguna referencia a su origen, atribuyéndosela como propia. Y además, en una información sobre el mercado de Sarón que nada tenía que ver ni con el post ni con el evento del que este habla, en un ejercicio palpable de vagancia, de falta de profesionalidad y de mala baba.

Lara está muy enfadada. Y su marido, y mi madre, y la suya. Y yo. Ha pedido explicaciones por este uso indebido de la foto, y desde El Diario Montañés le han dado la callada por respuesta. Yo también se las pedí a alguien que trabaja en ese medio, y algunas palabras hemos cruzado, pero por desgracia peores que el hecho en si del ‘robo’ (ojo al entrecomillado, que es el mismo que he empleado en mi denuncia del asunto a través de las redes sociales). A Lara le han tomado el pelo dos veces, ‘robándole’ la foto y no dándole excusa de la fechoría. Y a mí, mi interlocutor me ha tomado por tonto. Ha tachado mi apoyo a Lara en su derecho a una disculpa de ‘bobada’ (sic), y justificado el empleo de la fotografía sin autorización por tratarse de una foto ‘sin el mayor interés, nada comprometedora, en un lugar público’ (sic). De que la foto no es propiedad del periódico que la ha publicado, que debería haber obtenido consentimiento para ello, no ha dicho nada. De que después de utilizarla, sabiendo que no podían, deberían haber contestado al requerimiento de Lara de una explicación, tampoco. De que no se puede ir por el mundo atropellando la propiedad intelectual ajena, y menos aún menospreciando con soberbia el legítimo enfado de a quienes se la pisotean, menos aún.

La generalización entre la ciudadanía de los canales y las herramientas para poder expresarse gracias a las nuevas tecnologías, ha traído consigo también la generalización de abusos como el que ha cometido El Diario Montañés con la fotografía de Lara. Nadie que publique en el ‘social media‘ está a salvo de que un medio de comunicación cualquiera le ‘robe’ un artículo, una fotografía, un video. Con total impunidad, sin cortarse un pelo, amparándose en una legislación compleja de entender y que manipulan a su antojo. Ni tampoco lo está de que le ventilen su justa queja, si es que lo hacen, con burdas explicaciones sin ningún poso de inteligencia como las que a mí me han dado. La falta absoluta de ética profesional que implica apropiarse de la creación ajena, que es exactamente lo que ha hecho El Diario Montañés, campa a sus anchas en las redacciones de muchos medios informativos que han encontrado en la ‘sustracción’ de lo de otros una vía para suplir carencias e incapacidades.

Las grandes empresas de la comunicación han conseguido que el gobierno les apruebe una norma que obliga a los indexadores de noticias y a los espacios que las recogen de otros al pago de compensaciones por el beneficio que estos obtienen con un trabajo que no hacen ellos. Aún poniendo en duda que esto sea así, y considerando que la medida empobrecerá la capacidad que tenemos para informarnos, nada que objetar. Los resultados del ingenio, por sencillos que parezcan, hay que respetarlos, y en su vertiente mercantil, pagarlos. Pero no es de recibo que mientras ellos, por la mañana, denuncian plagios, copias y ‘robos’ de su producción, se dediquen, por la noche, como ha hecho El Diario Montañés, a ‘levantar’ las elaboraciones de otros. Lara se merece un respeto que no ha tenido, idéntico al que este periódico ha reclamado cuando sus informaciones han sido hurtadas para ocupar espacios ajenos. ¿Qué pasaría si ella, o yo, montáramos un digital que ‘fusile’ sus publicaciones, sin pedir permiso y callando ‘como putas’ cuando nos reclamen explicaciones?. Acabaríamos en un juzgado y arruinados. En realidad no, porque a la gente normal estas cosas de piratas del siglo XXI no se nos ocurre hacerlas. Ni justificarlas con la indecencia del desprecio a la calidad de lo que hacen otros para dar por bueno que de quien no son las coja sin permiso.

(Lara sigue hoy, una semana después del ‘robo’ de su foto, sin recibir ninguna explicación por parte de El Diario Montañés. Las excusas que yo he recibido lo han sido en una agria conversación privada con un empleado de ese medio de comunicación, en la que no ha sido capaz de dar respuesta a la pregunta de por qué ‘su’ periódico ha usado una foto sin permiso. Mi madre, y la madre de Lara, que aparecen en la fotografía publicada sin autorización, jamás hubieran consentido salir en modo alguno retratadas en El Diario Montañés).

Opiniones libres