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Artículo censurado

Hace unos días envíe al editor de un medio digital, en el que he publicado otras veces, un artículo con mi opinión crítica sobre la última entrevista al alcalde de Santander en la prensa regional. Nada nuevo, ni criticar ni compartir la crítica. Llevo años haciéndolo, desde la libertad de conciencia, plenamente convencido de que la expresión del pensamiento sin más límites que los de la coherencia y el respeto, es un instrumento democrático fundamental de participación social, cada uno según sus posibilidades y su compromiso. He colaborado con muchos medios, escritos y audiovisuales, que nunca habían puesto ni condiciones ni fronteras a mis opiniones. Hasta ahora. Mi tribuna no será publicada en el digital al que la remití porque, según su director, ello ’puede complicar el panorama (supongo que se refiere a su medio) más de lo que está´. Sintiendo no poder estar a la altura de mi esfuerzo (la frase también es suya), debe ’cuidar algunos matices’, que son los que a la postre han impuesto mi censura.

La libertad de expresión está en crisis. No desde luego porque a mí hayan rechazado publicarme cuatro líneas de crítica a un alcalde. Soy consciente, siempre lo he sido, del lugar que ocupo en ese mundo que llaman de la ´generación de opinión’. Yo no soy nadie. La libertad de expresión está crisis porque cada día que pasa es más difícil ejercerla incondicionalmente a través de los medios de comunicación. Las filias y las fobias de sus dueños y directores, pero sobre todo el clientelismo que a su alrededor genera el poder político, han convertido a muchos de ellos en panfletos donde sólo van teniendo cabida los palmeros, en una espiral de apoyos mutuos que proporciona altavoces obedientes a los unos y sostén económico subsidiado a los otros.

Comprendo las dificultades de mantener hoy en día un medio de comunicación. En los últimos tiempos han desaparecido muchos, incapaces de aguantar el tirón de la crisis, mientras otros tantos han tenido que reducir sus estructuras y rebajar sus pretensiones de globalidad. Lamentablemente, obtener fondos para subsistir se ha convertido en una labor prioritaria que está descuidando la de la calidad y el pluralismo informativo y de la opinión. Sobre todo cuando la puerta a la que se llama es la de las instituciones dirigidas por partidos, que truecan publicidad y subvenciones por loas y amiguismo acrítico. Entonces, como con mi artículo, los medios pasan a tener que ser cuidadosos en los escenarios de los que pagan, y la libertad de expresión se convierte en postureo. La independencia está sobrevalorada.

No puedo compartir la decisión de quien ha decidido vetar mi escrito. Tampoco la comprendo. Mi opinión es mía, no del medio que la recoge, y los lectores saben diferenciar esto. Si con la censura de mi crítica el editor que no va a publicarla cumple una imposición de a quien critico, porque en su mano está dar algún sostén financiero al medio, malo. Si lo hace para congraciarse apriorísticamente con él, esperando esa financiación, peor.

Pese a todo, lamento de verdad que las cosas se le hayan puesto tan mal a quien me ha vetado como para haber tenido que hacerlo. Me entristece que profesionales de la comunicación deban convertir sus proyectos periodísticos y de información en instrumentos de propaganda unilateral, caigan del lado que caigan, para sacarlos adelante. No diré que hay otras maneras de hacer las cosas sin necesidad de llegar a la exclusión. Cada cual sabe a qué atenerse, y de lo suyo gasta. Pero creo que este no es el camino. No al menos el que conduce a la credibilidad y el respeto. En cualquier caso, yo seguiré escribiendo lo que opino de cuanto me rodea con el mismo espíritu critico y sin ataduras, y seguiré tratando de compartirlo, porque mi conciencia está tranquila y no le debo nada a nadie. Gracias anticipadas a quien se sienta tan libre como yo como para publicarlo, y a quien no, mi solidaridad más sincera.

(Este es el enlace al artículo de opinión censurado, publicado, aquí si, en la sección de opinión de ’El Portaluco’ <De la entrevista al alcalde>)

Plátanos de Canarias

Se me ha instalado en el cuerpo la tensión por la subida del precio del kilo de plátano de Canarias. Vigilo a cuánto cotiza en un supermercado de una cadena vasca, y en una semana ha pasado de 1,79€/kilo a 1,99. 20 céntimos, más de un 11% de incremento. Aquí no hay rebajas por comerlos pasados de fecha. Las recomendaciones del ministro de Agricultura no han llegado a la fruta, aunque todo se andará. Sólo es quitar el ‘pocho’, y para dentro. (Anda que no lo habrá hecho pocas veces mi madre cuando yo era chaval).

Me consta que el proceso de cultivo del plátano es laborioso. ‘Deshijar‘ (dejar sólo una de las plantas que nacen junto a la principal que da la fruta), quitar ‘carepas‘ (hojas secas), y ‘gomilla‘ (las flores de cada vaina), cortar la bellota (parte final del racimo) antes de la recolección, y por fin, recoger los racimos. Todo en un año, sin olvidar los riegos del clima, el desparasitado, la consolidación de las plantas… Mucho que hacer, con muchas pequeñas plantaciones a cargo de únicos productores que ponen sus plátanos en las cooperativas para que sean ellas las que hagan la comercialización, compitiendo con la de las bananas venidas de América y de países africanos.

He buscado en internet los costes de producción que tiene el plátano, pero no he encontrado nada concluyente. O sí. Este año, la falta de ventas para la distribución ha llevado a la destrucción en origen de más de un millón de kilos solamente en la isla de La Palma. A cambio, los cultivadores reciben ayudas públicas que compensan sus gastos y su esfuerzo, aunque seguramente ni ese era su objetivo, ni lo recibido estará a la altura de la ganancia posible en un mercado equilibrado y justo de sus productos.

Subvencionar la actividad agrícola para que luego la recolección vaya a parar a un barranco (o a una alcantarilla, como la leche) es una política muy española que no modera la producción, ni por supuesto sirve para modular los precios ni en origen ni para el consumidor. Tampoco favorece la competencia de los productos nacionales con los traídos de otros países. El plátano es un buen ejemplo: se tiran toneladas de ellos porque no se colocan, y los que pueden hacerlo acaban teniendo precios incapaces de enfrentarse a los de los que llegan de fuera, que incluso con el valor añadido de la intermediación (el transporte sobre todo) se mantienen muy por debajo.

En un contexto de libre mercado no caben intervenciones que alteren los principios de formación del precio ajenos a la oferta y a la demanda, ni a la negociación autónoma de vendedores y compradores. Pero tampoco parece razonable que la compensación del exceso productivo que no puede colocarse en el mercado porque no puede competir con productos similares, que se hace con dinero público, no derive en una ventaja para el consumidor. Para que los plátanos canarios acaben en los supermercados a precios asequibles hacen falta plátanos canarios adecuadamente pagados a sus productores, y un mayor control sobre los elementos intermedios que provocan que, como ahora, se encarezcan y no se compren. No se trata de poner trabas a las bananas de Camerún o de Venezuela, si no de promover el comercio justo de los plátanos de Canarias. Si se hace con lo que viene de fuera, por qué no intentarlo con lo que viene de aquí.

(PD. Justo antes de acabar este artículo, el supermercado donde compruebo lo que cuestan los plátanos (y los compro) ha puesto de oferta las bananas de Camerún, rebajando su precio en 20 céntimos el kilo. Los plátanos de Canarias mantienen el suyo).

La infanta, el duque y el Rey

La infanta.- La defensa de doña Cristina ha alegado que entregar las declaraciones de la renta que le pide el juez que lleva el caso Noós va en contra de su derecho a la privacidad. Cualquier estrategia que la infanta use para mantener su inocencia es legítima, pero eso no quiere decir que sea lógica, ni siquiera decente. En España tener un par de copias de la declaración del IRPF de años pasados es una necesidad. Para matricular a un chaval en la escuela,  para pedir una beca, para acceder a según qué ayudas públicas, hay que entregarla, y nunca hasta ahora había escuchado a nadie protestar con ese argumento. Hay excusas que solamente sirven para aumentar las sospechas. Esta de los abogados de la infanta parece una de ellas, inútil además, porque la Agencia Tributaria terminará haciéndoselas llegar al instructor, como es su obligación. Si el temor de la hija del Rey es que los números de sus tributaciones acaben en la portada de algún medio de comunicación, este camino sólo aumentará el interés de esos medios por conseguirlas, y el de la ciudadanía por conocerlas de cabo a rabo. Malo ponerse la venda antes de la herida, y mucho peor en alguien de su posición apelar a la intimidad.

El duque.- Lo de marcharse a Qatar como segundo del seleccionador nacional de balonmano del país árabe no se le acaba de arreglar al duque consorte de Palma. No tiene el título que hace falta. Cualquier otra componenda, que no descarto, sería una sinvergonzonería y un desatino. El emir de Qatar y nuestro Rey son amigos. Colocarlo allí con calzador sería un vulgar apaño para que don Iñaki deje de sentir en el cogote el aliento de la prensa y de los ciudadanos que le insultan por la calle. Urdangarín es carne inevitable de banquillo. Sacarlo de España con pasaporte diplomático, considerando lo profundo que han calado sus delitos (presuntos) en el estado de ánimo nacional, es una tontería. Las chorizadas que carga a las espaldas no van a perderse en el imaginario colectivo por mucha arena que se le ponga de por medio. Y poniéndola, alguien, o muchos, podrán decir con toda la razón del mundo que se larga y se le deja largar por ser quien es. No digo yo que no tenga que ocuparse con decencia en algo remunerado que le sirva para mantener sus finanzas familiares, pero que lo busque por aquí, como los otros 6 millones de parados. Qatar suena muy fino, y no está él para finuras.

El Rey.- Dicen que don Juan Carlos anda como loco por ponerse a andar como antes. Ha retomado su agenda pública, porque así demostraría que está como un toro y que sigue siendo el rey. La verdad es que desde que se cayó en Botsuana pegando gatillazos a los elefantes, el hombre no levanta cabeza. Cada paso que han dado en su Casa para mejorarle la imagen, tan tocada como su cadera, ha sido hábilmente contrarrestado por alguna desgracia. Qué país el nuestro más funesto. Un elefante, una princesa que no es princesa, un yerno ladrón y una hija tonta (o muy lista, quién sabe), han dejado al titular de la Corona a los pies de los caballos. El Rey lleva un año yendo de un disgusto a otro, pasando entre medias por el quirófano. Y no mejora. La estrategia de ponerlo a enfriar por si la ciudadanía aligera la mala leche que se la ha puesto para con el monarca no funciona. Los elementos están en su contra. Hasta los partidos han tenido que salir a echarle una mano, que en los tiempos que corren no son ni con mucho los mejores fiadores. Ojalá se le pase todo pronto, lo de la salud sobre manera, porque lo otro tiene un color más feo.

Opiniones libres