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Dimitir

Aquí no hay costumbre de dimitir. Cuando a alguien le nombran algo, de inmediato se produce una simbiosis molecular entre la piel del sillón y la piel del culo del nombrado que les convierten en uno solo. Ni cuando entran en la cárcel por chorizos se despegan. Así que si de repente uno con un carguito dice que se las pira, o le dan por loco o creen que se va a morir enseguida.

Yo acabo de dimitir de dos cosas, una vinculada a lo profesional y otra a mi militancia política. Ambas son fruto de un estado mental nada propicio para la creatividad. En ambas he empezado a aburrirme, y eso es malo para ser eficaz y aportar más que lastrar. En lo del curro he estado dos años y pico echando una mano, así que ahora que apechuguen otros. Y en lo de mi partido, pues he durado lo que se tarda en otear el panorama, colegir que en el asiento que me había tocado me mareo, y que mejor aquí me bajo. Vamos, nada traumático porque en ambos sitios se bastan y se sobran los que mandan para apañárselas. Y si no, pues qué le vamos a hacer. Ya no será mi problema.

Dimitir es muy sano, sobre todo para el que dimite, que se libera de la obligación de no criticar. La verdad es que yo siempre me he visto bien posicionado en ese estadio de la libertad de conciencia, pensamiento y opinión, porque he procurado no cortarme un pelo nunca. Lo que pasa es que si dimito, no me podrán decir ni que soy corresponsable ni que soy desleal cuando me de por largar.

Si los mismos nervios y las mismas ansiedades que tienen los trepas por atrapar silla la tuvieran por dejarla, otro gallo cantaría. Incluso la ciudadanía ganaría mucha de la confianza, por no decir toda, que se ha ido perdiendo en los últimos años en torno a la decencia en algunas ocupaciones.

Carta a Rafael Doctor

Mi querido Rafael (Doctor Roncero, gerente de la fundación Santander2016):

Vaya palo te has llevado con la exclusión de la candidatura de Santander a Capital Europea de la Cultura. Apenas 48 horas te han bastado para soltarte, poner verde al jurado, y decirnos que su opinión te la trae al pairo. Eso y que con la exclusión has perdido una parte del alma. Si defendiste el proyecto en el Reina Sofía con el mismo ahínco que has empleado en desprestigiar la decisión de los jueces y en envolver tu trabajo en jactancia y sobranza, habría que haberte visto. En tus entrevistas del fin de semana (te faltaron un par de medios, pero imagino que después de ponerte verde al día siguiente de salir derrotado en Madrid no te apetecería mojarte los pies con sus redactores) nos has dejado claro que la culpa no es tuya, sino del empedrado, que no ha sabido entenderte. Es lo que tiene lo sublime, que por mucho que se explique no impregna la conciencia de la medianía.

Detrás de Santander2016 has tenido a gran parte de esta ciudad, la que se entusiasma con todo lo que permite gritar al mundo «soy santanderino» (el resto, además de eso, suele querer más sustancia que ideología). Y no sé yo si invitarles ahora al victimismo de sibarita que has usado para justificar la eliminación será bueno. Porque van a terminar creyendo que nos han perseguido porque tu propuesta era la de los dioses y así nunca podremos poner pie en tierra. Ni siquiera con el revolcón de quedarnos fuera.

Soñar es la mismísima esencia de la inocencia, Rafael. Seguro que quienes no lo hacen nunca no son felices. Pero los sueños, sueños son, y se pierden siempre entre las brumas de la luz del día. Tu caja azul con el «Sueño de Europa» ha caído quizá porque abarcaba más de lo posible, y de tanta ambición que concentraba no te la creías más que tú y los que te pagaban. Insultar al jurado y poner en entredicho los proyectos de otras ciudades que te han superado (perder es lo que tiene, que los que ganan te ganan) porque se haya elegido lo que parece tangible a lo que se puede llevar el viento no es nada elegante, y te desmerece. Menos mal que te has cortado y no has hablado de pucherazo político (como he oído a alguien de la derecha) porque ya hubiera sido lo que te faltaba.

Si algo de tus palabras a la prensa comparto es lo que se refiere al carácter de los santanderinos. Santander es una ciudad con señorío, a veces algo rancio, pero siempre noble y leal, como dice el lema de su escudo. Estate seguro de que sólo por eso sabrá darte las gracias por el esfuerzo que has hecho pintando el humo que no se han tragado en el jurado. Ahora toca recuperar lo que se pueda para aprovecharlo, que no están los tiempos para tirar nada. Y perdóname que te diga, mi querido Doctor, que en el debate sobre el cuánto y el cómo no te veo participando, porque la vanidad de tus declaraciones y el menosprecio de tus justificaciones te han inhabilitado.

Suerte en los nuevos proyectos que encares, para los que seguro que te habrá de servir esta experiencia. La de perder, quiero decir, porque la de cómo excusarte por hacerlo ha sido bien poco afortunada.

Un abrazo, y toda mi consideración, amigo Rafael.

Redes sociales

Soy un fan de las redes sociales. Tengo facebook y twitter. En Facebook me he creado un cosmos variopinto de amigos difícil en la vida material. Twitter es mi canal de difusión de lo cotidiano, de todo lo cotidiano. Ambos, que están interconectados además, me entretienen mucho. Yo no los utilizo como herramienta laboral, aunque son instrumentos de éxito promocional cada vez más utilizados por las empresas.

La red es global y apenas tiene barreras, así que resultan útiles para la extensión de mensajes. Twitter se ha convertido en el altavoz de la disidencia de muchos gobiernos, y Facebook en una muy concurrida plaza que facilita las relaciones sociales. El futuro de muchas cosas en torno a la inmersión ciudadana en las tecnologías de la información y la comunicacion pasa por herramientas como estas.

La semana pasada se me ocurrió tuitear que había aparecido un esqueleto en una obra. Mandé a mi red social cinco o seis mensajes con detalles, y coló. Hasta bien entrada la tarde, ya con más de 20 envíos, más de dos y de tres de mis contactos creían que la historia era verídica. He seguido la broma y he acabado montando una novela por fascículos de 140 caracteres. Me he divertido un montón, y el experimento me ha sorprendido por el seguimiento y por la reacción. He llegado a la conclusión de que el uso recreativo de los canales sociales también genera interés. No sólo los medios de comunicación que cuentan con Facebook o Twitter, o los famosos como Buenafuente o París Hilton, pueden movilizar a los usuarios de las redes. Bien empleadas son canales brutales para la comunicación y el intercambio intelectual.

Es un tópico lo de que la tecnología hace la vida más fácil. Ayuda, desde luego, a sortear barreras y a soslayar exclusiones por mil razones, aunque sin la interacción humana se queda en nada. Las redes sociales no son ajenas a esas posibilidades. Su uso responsable, su empleo racional, aportan valor añadido a su propia potencia en el terreno social, profesional y mercantil. Seguro que sin ellas también podríamos apañarnos. Hasta ahora lo habíamos hecho. Pero con ellas, y gracias a ellas, se nos abren horizontes imposibles hace bien poco. Facebook, Twitter, Tuenti, Linkedin, conforman un amplio abanico de oportunidades en constante expansión. No usarlas no deja a nadie atrás. Pero hacerlo adelanta y coloca al que lo hace en el hoy tecnológico.

Opiniones libres