EL NAUFRAGIO ESPAÑOL
Publicado en DIARIO MONTAÑES; sabado 2 marzo 2012
Conviene recordar lo ocurrido hace poco en Italia. La arriesgada deriva de un crucero hacia la costa rocosa de un islote dirigido por un comandante orgulloso de mantener un rumbo sin advertir el riesgo, la falta de información y abandono de los pasajeros, la insuficiencia de las medidas de seguridad… todo ello constituyó un acúmulo de desatinos saldado con varios muertos, la pérdida millonaria del navío y las indemnizaciones económicas que deberá afrontar una compañía cuyo crédito ha quedado notablemente dañado. Aunque sonaran las señales de alarma, faltaron las decisiones firmes que se supone deben aportar quienes tienen el mando del buque y se hacen responsables de la seguridad del pasaje.
El hundimiento del Costa Concordia frente a la costa de la isla de Giglio es el trágico espejo que sirve como ejemplo de adónde ha derivado España bajo el mandato socialista. El viaje político iniciado hace años condujo a un anunciado desastre, ignorando la alarma de muchos pasajeros, tripulantes y observadores exteriores. El empeño en mantener una deriva peligrosa, pese a la incertidumbre de la misma y a las advertencias del error ha conducido a un final dramático, arrastrando en su naufragio, la riqueza, el prestigio de España y el bienestar de los españoles. Quienes señalaban el peligro, eran saboteadores a los que se llamó antipatriotas y se hizo lo imposible por desacreditar o silenciar sus avisos. Y los observadores que señalaban la situación exacta de los escollos y las medidas por tomar, eran desoídos, por un gobierno empecinado hacia un final previsible.
España se ha visto embarrancada en una catastrófica situación producto de muchas causas: mientras en el mundo estallaba las primeras alarmas financieras, aquí se atribuyeron los males a la industria de la construcción y al empeño en adquirir de viviendas por familias con ingresos limitados, a quienes los bancos concedían hipotecas de una forma irresponsable, confundiendo los síntomas con las causas. La alegría de un mundo barato, donde el esfuerzo se ignoraba, precipitó a la sociedad en una espiral de consumo sin atender sus ingresos reales. Todo ello se vio acompañado por la gestión de un gobierno que tomaba decisiones despilfarrando recursos, eludiendo cambios, comprometiendo al país, en una loca timba de gasto y borrachera de dinero público.
La lluvia de escandalosos deudas contraídas por decisiones tomadas por diferentes ministerios, comunidades autónomas y ayuntamientos ha conducido a España a una situación económica crítica, como resultado de inversiones en proyectos faraónicos, creación de miles de empresas públicas repletas de empleados con afinidades políticas, subvenciones generosas a proyectos ridículos, duplicidades administrativas, instrumentalización de la justicia para ocultar sus desmanes, ocupación políticas de los consejos directivos de las entidades de ahorro… Todo un mundo donde el dinero público se gastaba en inversiones para satisfacción de los protagonistas que regían la administración del Estado. Así España, dividida en diecisiete gobiernos generadores de deuda a las que nadie ponía coto, se convirtió en el país europeo con mayor red de trenes de alta velocidad uniendo capitales de provincia, el mayor número de aeropuertos sin tráfico, la más extensa red de televisiones autonómicas que a nadie interesan, la construcción de puertos e instalaciones deportivas y empeños seudo culturales donde se esconde un número escandaloso de inversiones inútiles y se alcanza el record occidental de desempleados bajo la indiferente mirada de unos sindicatos obsoletos.
Hemos visto al capitán del Costa Concordia encarcelado y a la espera de juicio por su irresponsabilidad. Pero en España, nadie ve a dirigente político alguno ser juzgado por su cadena de irresponsabilidades; por haber ocultado en más de un 30 % las cifras de déficit anunciadas al Parlamento y al Gobierno que le sucedió ; por los daños causados por leyes infames; por nombramientos que corrompieron la justicia; por el deterioro de la imagen exterior del país; por la búsqueda de exóticas alianzas internacionales; por los gastos inútiles fomentados desde ministerios cuyos dirigentes cerraban negocios en gasolineras; por la marginación de las familias de más de mil víctimas del terrorismo mientras sus asesinos se sentaban en las mesas de negociaciones; por ser testigos pasivos de cómo desaparecían miles de empresas y cinco millones de españoles quedaban sin trabajo y por fomentar la división de los españoles en pasados históricos que nadie quiere revivir.
Esta es la realidad que reproduce en las tierras de España reflejada el desastre ocurrido en las aguas del mar Tirreno. Esa es la herencia del iluminado “Gran Timonel” y su tripulación canallesca. Aunque, condecorados con grandes cruces de Carlos III, el sentido común les situaría mejor ante un tribunal de justicia por su herencia envenenada.
By La mano invisible, 5 marzo 2012 @ 14:33
sdse acuerdo con vd. la mentira poítica y la irresponsabilidad en la gfestión de la res pública deben ser delitos.