EL ESFUERZO DEL MINISTRO WERT
Publicado en LA GACETA de INTERECONOMIA el 26 abril 2012
Desde los tiempos del cojo Manteca, cuya preocupación educativa se manifestaba destruyendo farolas, no habíamos tenido ocasión de ver tanta algarada juvenil salvo en actos de enfrentamientos deportivos y desmanes de los antisistema. El ministro Wert pretende reconducir el sistema educativo español. Para ello intenta que la formación mejore por la vía del esfuerzo y la consideración del mérito. Aunque aún no se ha anunciado la reforma de los contenidos, la universalización de las materias y la adecuación del profesorado, ha faltado tiempo para que las calles se llenasen de revueltas y profesionales de la agitación a las que la enseñanza les tiene sin cuidado.
Durante décadas no ha habido manifestación alguna demandando mejoras en el sistema educativo. Cada vez que un informe internacional advertía de la baja calidad de la enseñanza española, ninguna organización mostró públicamente su preocupación: ni sindicatos de profesores, ni alumnos, ni asociaciones de padres salieron a la calle demandando cambios. Pese a las continuadas luces de alarma, la educación ha proseguido su constante degradación y el único intento de reconducirla – la reforma pretendida por la ministro Castillo — fue inmediatamente derogada por el último gobierno socialista, que prefirió llenar las aulas de estudiantes, banalizar los contenidos y degradar la figura de profesores sometidos al chantaje de alumnos que desafiaban su autoridad y entorpecían el desarrollo de una actividad docente normal.
Así se ha derivado a un sistema educativo que reiteradamente obtiene las últimas posiciones en los niveles de control que nos muestran los informes internacionales elaborados por la OCDE y la Unión Europea. Año tras año, España se posiciona entre los farolillos rojos en conocimientos matemáticos, en comprensión lingüística o en capacidad de expresión escrita.
No vale la escusa de considerar la inmigración como factor desestabilizador, que es un fenómeno muy reciente, como tampoco la dedicación económica. La inversión en educación no se mide solo por factores monetarios sino por la calidad que se aporta y los resultados que se obtienen a cambio. Llenar las aulas de ordenadores o de pizarras informáticas no garantiza, ni mucho menos, una adecuada educación. Internet facilita el acceso a la información pero puede ser una herramienta que haga olvidar la necesidad del esfuerzo, la memorización y la elaboración de ideas. De hecho ya se ha advertido que la generalización de los ordenadores no solo no implica mejor educación, sino que puede constituir un lastre para la misma. El niño acostumbrado al manejo de consolas para el juego, puede que no distinga que es una herramienta para el estudio, no un simple divertimento. Aunque se han multiplicado los centros de enseñanza primaria, el nivel mayor de degradación asienta en la secundaria, precisamente en los años en que la personalidad del adolescente y las bases del conocimiento son los más importantes. Es en los institutos donde florece la indisciplina y el abandono del esfuerzo y los profesores son los mejores testigos de un fracaso educativo, los restos de cuyo naufragio recogerán las universidades. Por mucho que se insista en que la educación es un derecho, resulta estéril sino se acompaña de una exigencia de esfuerzo y disciplina, a quienes la reciben o por quienes la imponen. De poco sirve aumentar el número de aulas o y reducir el número de alumnos por profesor sino se contemplan los contenidos. Es inútil mantener un número elevadísimo de universidades, ninguna de las cuales figura entre las ciento cincuenta primeras del mundo, con un índice de abandono del 30 %, lo que supone una elevadísima pérdida de recursos.
Por otra parte, los datos objetivos muestran que la enseñanza concertada es más barata y, con frecuencia, de mayor calidad que la estrictamente pública. Nada tiene de extraño, por tanto, que los padres, si pueden elegir, escojan las instituciones privadas, paguen academias para compensar las deficiencias o se matriculen en costosos masters que completen las carencias de la formación universitaria. Pero las prevenciones ideológicas, superan la realidad y mientras debatimos entre la conveniencia de incluir asignaturas doctrinarias, inmersiones lingüísticas o se limita la autoridad del profesor, otros países siguen progresando, sin detenerse en debates ideológicos.
Al final la realidad muestra que un país con escasa formación, está condenado a no sobrevivir en un mundo donde la educación es la premisa básica para el progreso. Seremos mano de obra barata, esclavos del siglo XXI al servicio de quienes sí cuidaron la formación de sus ciudadanos.
By La Mano invisible, 27 abril 2012 @ 11:27
Es vd. un subversivo, mira que pretender que los estudiantes estudien. En fin , cosas de liberales…supongo.
By Juan Torquemada, 30 abril 2012 @ 20:55
No leo por ningún lado del artículo el insulto a la inteligencia de este honorable ministro: rebajamos el número de profesores; aumentamos el número de horas de clase de los docentes; incrementamos el número de alumnos por aula…, pero que nadie se asuste, no pasa nada, la calidad se mantiene. Y todo esto en boca de un ministro del Gobierno de España. Apaga la luz, y vamos a dormir.
By leetamargo, 13 mayo 2012 @ 19:24
La calidad no escatima en esfuerzos, ni entiende de ahorros: se tiene o no se tiene. Y hay que reconocer que la asignatura «Calidad» nunca ha aparecido en el escaparate de los diferentes sistemas educativos de España…
Saludo, Javier: