LA ESCANDALERA NACIONAL
Publicado en el Diario Montañés 28 febrero 2013
Desde los aledaños más próximos a los despachos del partido gobernante y de la oposición, hasta los Ayuntamientos, de cualquier color político, se ha extendido una ola de corrupción, sobre presidentes de Comunidades Autónomas, alcaldes, directivos de cajas y bancos públicos, y un submundo de personajillos alimentados por comisiones millonarias e intermediarios que utilizaban la cercanía al poder para engrosar sus generosas cuentas personales. Se han generalizado redes de financiación ilegal en la finca catalana de Convergencia, en quienes gobernaron Baleares al frente de los expresidentes Matas y Monar, en las dudosas fortunas de Bono y la familia Pujol, en sospechosas citas de ministros en gasolineras y en un selecto grupo de pícaros de alto nivel, que utilizaron su proximidad familiar a la Casa Real para conseguir contratos con la administración pública.
El Parlamento pretende disfrazar los desafueros con leyes anticorrupción que ya contempla el Código Penal o con declaraciones de patrimonio personal en las que nadie cree, mientras los tribunales de Justicia se inundan de acusados, imputados y procedimientos de instrucción dilatados lo largo de años, y entretanto la población contempla cómo el dinero obtenido por la imposición fiscal más elevada de Europa, se esfuma entre subvenciones, obras faraónicas, cuentas en Suiza y sueldos de los clanes políticos.
Mientras el país se convierte en un erial económico, donde desaparece el tejido industrial y comercial e intentan sobrevivir cinco millones de parados, prosperan las cuentas corrientes de muchos personajes que viven de los favores y las comisiones ilegales. La actividad política, en vez de atender los cambios que un electorado mayoritario solicitó, se ha sustituido por la maquinaria recolectora de dinero destinada a tapar los agujeros surgidos en los alegres años de vino y rosas. No se reorganiza de forma razonable la dispersión de la estructura estatal convertida en una multitud de reinos de taifas, no se reduce el número de sociedades públicas inútiles, no se simplifica la maquinaria burocrática que facilite el trabajo de las empresas, no se aborda la amenaza de quiebra de la Seguridad Social, no se ve ejemplo alguno en la clase política que ilusione al ciudadano, no se acomete un cambio del sistema electoral que muestre el verdadero sentir de la población, no se regula una ley de huelga que limite los abusos sindicales, no aborda una política antiterrorista continuamente criticada, ni se cambian las leyes contra las que se clamó en la legislatura anterior. Y mientras estallan los escándalos de los ERES fraudulentos, del saqueo del tesoro público en comunidades prósperas — Baleares, Valencia, Cataluña …–, surgen en movimientos de indignación sin rumbo, crecen las colas en Cáritas o en los contenedores de basuras y se pierde una generación de jóvenes que saben que nunca encontrarán el trabajo para el que se formaron durante años.
La actividad política se ha convertido en la bronca sectaria y el latrocinio y la ciudadanía contempla sin ilusión las promesas de quienes olvidaron su ideología para convertirse en tramposos administradores de los dineros públicos mientras el bienestar se hunde en una crisis cuya salida no se encuentra, a la espera de la débil luz final del túnel o de unos añosos brotes verdes, que nunca llegan
En España el desencanto abarca no solo a los partidos políticos sin excepción, sino también a una Justicia que consideramos politizada o inútil en su lentitud, a la organización de un Estado fraccionado en Autonomías y en amenazas secesionistas, a cuestionarnos la monarquía volviendo la vista hacia formas republicanas como nuevo señuelo en quien confiar. Entonces pedimos la presencia de la sociedad civil como fuente regeneradora de una democracia que consideramos perdida por la corrupción e incapaz de atender las necesidades diarias. En Italia, se expresó la respuesta como una revolución social que, en su día trajo al cavallieri Berlusconi, y hoy regresa con el payaso Grillo y en Grecia como revuelta permanente. Es el resultado del voto del rechazo, hastiado de la corrupción e ineptitud de sus gobernantes. Es el resultado de la falta de liderazgos, del convencimiento de que los políticos actuales carecen de valía convertidos en castas encerradas en sus torres de marfil.
Tras casi cuatro décadas de democracia, iniciamos el siglo XXI cuestionándonos si existen liderazgos correctos o si las ideas sustentadas por los partidos políticos coinciden con las necesidades de los ciudadanos. Contemplamos los abusos de los privilegiados y nos indignamos ante leyes que consideramos inútiles, injustas o confiscatorias. Clamamos contra las reglamentaciones que limitan nuestra actividad y nos imponen nuevas cargas para seguir manteniendo una estructura gigantesca que dice protegernos, mientras nos estrangula. Hemos olvidado que los políticos son nuestros administradores, que somos ciudadanos y no siervos. La sociedad se ve devorada por el poder del Estado alimentado por una clase política lejana que se limita a llevar una contabilidad empresarial como forma de Gobierno. ¿Es el final de las ideologías?.
–Estos son mis principios, — dijo en su día Groucho Marx — Si no le gustan tengo otros.
En las próximas elecciones, cargados de escepticismo, borreguilmente disciplinados, volveremos a creer en sus promesas
By La mano invisible, 19 marzo 2013 @ 8:40
El marxismo grouchista fue siempre muy realista.
By albert, 22 marzo 2013 @ 12:52
como para no estar de acuerdo…….
pero no se que es lo más grave… si el saqueo o la ineptitud y en algunos caso la ridiculez de sus dichos o hechos.
By Javier Domenech, 2 agosto 2013 @ 11:18
Y seguimos con pretensiones de regímenes con preferencias. ¡Alguien se ha dado cuenta en este país del mundo en que vivimos, o seguimos en el pueblerismo de lo cateto?