La segunda Historia: El Substrato Religioso 1

El monaguillo y los objetos del culto

Me refiero a mis actuaciones ocasionales de acólito en la iglesia de San Salvador, porque en los oficios religiosos importantes de la parroquia se necesitaban más ayudantes, y como yo tenía un buen amigo entre los monaguillos, solía llamarme para que así recibiera el estipendio de don Manuel, el párroco de San Salvador.

Tengo alguna que otra anécdota de estas circunstanciales actuaciones mías como ayudante monaguillo que no quisiera pasar por alto. Fueron en ausencia de don Manuel de la parroquia y teniendo como sustituto a don Marcelino, párroco de Pelúgano, persona de más edad, menos piadoso, de temperamento tosco y poco delicado.

Las historias que voy a contar hacen referencia a distintos actos religiosos funerarios, presididos por don Marcelino, en los que actué como monaguillo encargado de llevar el incensario. Esta función era la que más me atraía cuando colaboraba como acólito. Me encargaba de encender el incensario, función que consistía en prender unas pastillas de carbón vegetal, que depositábamos en el cuenco del recipiente sagrado para luego moverlo pendularmente con fuerza para que ardieran los carbones hasta que tuvieran buena brasa y pudieran quemar el incienso.

En un funeral, presidido por el cura de Pelúgano, actuando yo como depositario y mantenedor del incensario con todo el esmero del que era capaz, y al observar don Marcelino que tenía en mis manos el incensario de cerámica, me advirtió con estas palabras:

- ! Nin, n, n … . Cuidado con el incensario!.

Yo seguía moviendo el incensario con la misma fuerza, haciendo caso omiso a las palabras preventivas del celebrante, cuando recibí el segundo aviso del cura con dos tonos más de voz:

- ! Nin, n, n … . Cuidado con el incensario ! .

Antes que don Marcelino terminara la frase, ya había tropezado el incensario en uno de los peldaños que subían al altar desparramando las cenizas con los carbones por todo el presbiterio. El cura me miró con ojos de ira por encima de las gafas apoyadas en la punta de la nariz y me espetó con toda razón y poco respeto:

- ! Nin, n, n … . Ahora incensamos con los güevos ! .

Con estas palabras tan emotivas y poco edificantes concluyó mi primera experiencia de monaguillo ayudante. Cuando terminó la ceremonia recibí el correspondiente tirón de orejas de don Marcelino para que supiera tratar con más delicadeza y cuidado los objetos del culto.

MORALEJA

Después de Zapatero incensaremos con los güevos.

Monaguillo

7 comentarios

  • Por Gonzalo, 14 julio 2009 @ 11:33

    Lo malo es que no queden, incensarios…………..Ni guevos.

  • Por Lola, 14 julio 2009 @ 12:44

    Al contrario que Don Marcelino, una servidora se alegra del incidente con el incensario, porque gracias al el me has hecho pasar un rato muy divertido. Gracias Nin.

  • Por Jose Manuel, 14 julio 2009 @ 13:02

    Lo del incensario ha sido buenisimo, pero si me tengo que quedar con algo de su nuevo post, es con la moraleja sin lugar a dudas.

  • Por Felipe, 14 julio 2009 @ 13:05

    Muy buena la moraleja, estoy totalmente de acuerdo con ella. Un saludo y ánimo con los siguientes artículos. Felipe

  • Por Senicus, 14 julio 2009 @ 13:08

    Muy bueno. La descripción de la utilización del incensario me parece magistral. He pasado un buen rato leyéndolo. Sigue, sigue, no pares…

  • Por javier lopez, 19 agosto 2009 @ 16:36

    estupendos,continuare su lectura

  • Por javier lopez, 19 agosto 2009 @ 16:36

    estupendo,seguire tus escritos

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