La Séptima historia: El Paisanaje de San Salvador 3

Agustín, el carnicero, como psiquiatra circunstancial.

Algunas veces resulta difícil resistirse a la evidencia de los hechos, que tienen que ver con la falta de coincidencia entre las aseveraciones científicas con la experiencia popular. Me estoy refiriendo a los hechos que ocurrieron en Collanzo, pueblo que está situado a siete kilómetros de San Salvador camino del Puerto de San Isidro, y que tienen que ver con el tema que acabo de introducir.

En Collanzo vivía un muchacho de unos veinticinco años que todos en el pueblo llamaban Pepín, el de la Iglesia, porque vivía cerca de este lugar, pero era un rapaz que había pasado desapercibido en el lugar hasta que protagonizó una serie de percances  de falta de cordura, con los que terminó con sus huesos en la Cadellada de Oviedo, que era como se llamaba al Psiquiátrico Provincial. Desde este desenlace comenzaron a llamarle en toda la comarca Pepín, el loco.

Como suele suceder con estos enfermos, una vez que superan la crisis y después de un tratamiento de choque, los dejan volver a casa para que puedan hacer una vida normal. Bien es verdad que este estigma jamás se olvidará en el pueblo y en la comarca. A partir de este percance las gentes del pueblo eran más tolerantes, precavidas e indulgentes con Pepín.

Era de dominio público, que aquella crisis primera de locura que había padecido Pepín, había dejado alguna secuela en el paciente. Uno de estos efectos consistía en molestar de palabra y de obra a algunas vecinas del pueblo cuando se tropezaba a solas con ellas. En realidad nunca la sangre llegó al río y todo el incidente quedaba en un simple pellizco de monja o nalgada de tabernero.

Estos percances primeros pasaron desapercibidos hasta que la protagonista del contratiempo fue Casilda la mujer de Agustín, el carnicero. La víctima se encontraba sola en el lavadero del pueblo, cuando sintió la palma de la mano de Pepín, el loco, gravada en sus amplias y celulíticas posaderas. Casilda salió corriendo y gritando hasta que llegó a la carnicería y contó muy indignada a su marido la afrenta que acababa  de sufrir. Agustín, sin decir palabra, agarró el garrote, que tenía para ir al mercado de los viernes en San Salvador, y se encaminó tras los pasos del burlador de su honra. Los golpes que recibió Pepín, el loco, fueron la terapia suficiente para sanar al enfermo y nunca más en el pueblo tuvieron queja del paciente que a partir de este momento llamaron todos Pepín a secas.

Agustín comentaba con mucho orgullo científico y con mucha retranca, en el chigre del pueblo:

- Mira aquí está el psiquiatra que sanó a Pepín, – mientras agitaba el bastón con la mano.

MORALEJA
Gran parte de la delincuencia juvenil necesita la terapia de Agustín.

psiquiatra

5 comentarios

  • Por Renato Carosone, 13 enero 2010 @ 19:53

    Homérico D.Alberto. homérico. Que envidia le tengo, como me gustaría poder escribir como ud.

  • Por miguelin, 16 enero 2010 @ 14:03

    ¡Cuántos en esta tierra nuestra necesitarían de la terapia que sanó a Pepín!. ¿Es posible que D. Agustín acudiese, aunque sólo fuesen dos días al mes, para sanar a alguno de los pepines que tenemos en Cantabria? Usted que tiene mano, D. ALberto, interceda por nos.

  • Por Temple al Talante, 17 enero 2010 @ 15:20

    La “medicina alternativa” usa las terapias naturales (de procedencia ancestral), que buscando curar al paciente va a la causa o raíz de su enfermedad (tontería, chulería, prepotencia, despotismo, sectarismo, prejuicios, perjuicios… y sobre todo: hijoputismo) y no curando sólo sus síntomas.
    Las “terapias alternativas” consideran a la enfermedad como un desajuste entre cuerpo, mente y espíritu. Siendo altamente patógeno el virus “Talante-Z”, de resultados desastrosos para una sociedad que pretende la tolerancia, progreso y el respeto a los valores esenciales del ser humano.
    Fdo.: Agustín, el carnicero.

    P.D.: Que aprenda el “López-Ibor” ese.

  • Por Gonzalo, 25 enero 2010 @ 12:53

    De acuerdo contigo Alberto, pues quedan muy atras los tiempos, del respeto a los mayores, pienso de bido a una eficaz y mejor educacion, dentro de las familias, y el respeto y tambien temor a las autoridades.

  • Por Ana M. Gonzalez, 21 diciembre 2010 @ 0:53

    Alberto, me parece una terapia buenisima la que uso el carnicero.
    Y tu relato fantastico!
    Al fin te encontre.

Otros enlaces a la entrada

RSS feed para comentarios en la entrada. TrackBack URI

Deja un comentario

Opiniones Libres