La Décima Historia: El Substrato Religioso 5

Las plañideras parlanchinas

La segunda historia como monaguillo me ocurrió en un entierro en San Salvador, en el que también actúa como celebrante don Marcelino. Cuento este pasaje porque hace referencia a la tradición popular, muy allerana, del comportamiento de los familiares del difunto, en sus manifestaciones de dolor, en el momento de iniciarse la comitiva desde la casa mortuoria. Ese día de nuevo llevaba el incensario, pero nada anómalo me ocurrió por causa de este brasero colgante, fueron las circunstancias que rodearon al entierro las que me causaron sorpresa, sobre todo el proceder  de los familiares y del celebrante.

Los monaguillos llegamos con el cura hasta la entrada de la casa, mientras cuatro hombres sacaban el féretro delante de la puerta. Don Marcelino inició las oraciones funerarias propias del ritual e hizo seña a los portadores del ataúd para que iniciaran la marcha. Tres monaguillos con la cruz alzada y dos ciriales abrían el cortejo. A continuación una corona usada de flores de tela morada llevada por tres jovencitas, una la aguantaba y las otras dos enseñaban, una a cada lado, las cintas moradas con letras de plata que salían del centro. El cura, acompañado por otros dos monaguillos que portábamos el incensario y el calderín de agua bendita con el hisopo, seguía detrás del ataud. Cuando ya se había iniciado la procesión funeraria y recorrido unos veinte metros desde la casa, camino de la plaza del pueblo, aparecieron en el balcón las hijas del difunto profiriendo tales gritos de dolor que sería difícil mejorar por cualquiera otra plañidera al uso.

No sólo fueron las voces, las que me causaron sorpresa y sobresalto, sino también lo que decían:

- ¡Adiós padre del alma!

- ¡Da recuerdos a madre!

- ¡Si vieras la cantidad de gente que vino al entierro, no te lo                    creerías!

- ¡Los señores de Oviedo te trajeron una corona!

- ¡Si supieras quién se atrevió a venir!Hablaban con el difunto desde el corredor de la casa, como si de un resucitado se tratara. Se despedían de él, le mandaban mensajes para los familiares ya difuntos, le decían las gentes que habían venido al entierro e incluso le comentaban, sin decir el nombre, que había venido un hermano suyo con el que no se hablaba. Daba la impresión que el difunto las oía pero no nos veía, ni sentía al resto de la comitiva. Ante el escándalo producido por las mujeres don Marcelino se detuvo, giró el cuerpo hacia la casa y miró al balcón a la vez que decía:

- ¡No es para tanto! . !No es para tanto! .No sirvió de nada el juicio de valor e indiferencia del cura. Las hijas siguieron despidiéndose de su padre a su manera, mientras el resto del cortejo continuábamos camino del cementerio.

Esta práctica de hablar con los difuntos en el momento de la separación de la familia y del domicilio, era muy usual en las zonas del alto Aller, según pude comprobar por testigos presenciales así como por experiencias propias. Comentando este acontecimiento me ilustraron con otros que habían vivido ellos y que por no tener costumbre de verlos llegaron a producirles risa. Me refiero a un entierro en Felechosa donde una tía de la difunta, siempre las mujeres son las protagonistas de este comportamiento, salió a la ventana de la casa para despedirse y narrarle a la difunta, en este caso, la cantidad de coronas que llevaba, diciéndole a voz en grito:

- Una corona, dos coronas, tres coronas, cuatro coronas, cinco coronas. ! Mante!. ! !Cuántas coronas chevas[1]! .

Es lógico que la persona que no esté acostumbrada a estos monólogos funerarios, le resulte sorprendente e incluso le produzcan risa.


[1] Chevas, llevas.

7 comentarios

  • Por Gonzalo, 4 junio 2010 @ 20:04

    Este relato, por cierto muy bien recordado y escenificado y que a mi me hace recordar, en otro pueblo, esta vez de Cantabria . Una visita a las hijas de un recien fallecido, las cuales en su gran pena, gimiendo y llorando, repetian, que bueno fuiste, y que bien nos dejaste.(Una herencia en terrenos y en inmuebles bastante considerable). Que lloraremos en este pueblo de España, cuando ZP marche, aunque sea a otro pais?

  • Por Vetusta, 6 junio 2010 @ 10:04

    Perdone la reiteración de comentarios D.Alberto, pero que bueno es escribiendo. Le envidio, pero con envidia cochina de lo bien que escribe.

  • Por Roma, 7 junio 2010 @ 19:55

    Que bien describes la ultima vanidaz (conZ de….ro)de la persona viva hacia la muerta, cuanto tenemos de esto. Me gusta mucho tu estilo, te seguire todos tus capitulos.

  • Por javier domenech, 7 junio 2010 @ 20:43

    Alberto, estas en la linea de los escritores españoles mas signigficados: costumbrismo, sátira, ironía y un cierto aire de nostalgia por los tiempos pasados.
    Te felicito por toda la serie

  • Por Honofre, 8 junio 2010 @ 8:01

    Que dificil es ser ameno, riguroso y entretenido como D.Alberto.

  • Por El Hereje, 20 junio 2010 @ 19:38

    Y al fin terminaron todos mamaos. Esto es lo que acostumbra a ocurrir en todos los entierros.

  • Por chemari, 8 diciembre 2011 @ 16:58

    me gusta mucho lo bien que nos ilustras continua

Otros enlaces a la entrada

RSS feed para comentarios en la entrada. TrackBack URI

Deja un comentario

Opiniones Libres