La Duodécima Historia: La Fiesta del Gallo en la Escuela de San Salvador

01La escuela juega un papel importante en estos recuerdos de mi infancia.

La época del segundo grado en la Escuela de San Salvador la veo con más claridad, porque ya tenía entre siete y ocho años. Conservo la fotografía de la clase con la figura de don Juan, el maestro, sobresaliendo por encima de todos nosotros.

Don Juan era como un personaje sacado fuera de su época, muy alto, al menos así lo recuerdo, tenía el bigote poblado de canas, un hombre muy corpulento y bonachón que daba miedo sólo una vez al año, cuando ya acabábamos con su concienzuda paciencia.

Todos los días al atardecer daba su paseo camino de la Iglesia con su esposa. Don Juan era grande, humilde, fuerte, despreocupado y de buen humor. Iba siempre tocado con un sombrero verde de ala corta que parecía sacado del baúl de los recuerdos. Resultaba una pareja graciosa tanto por el contraste físico como por el psíquico.

Don Juan era muy cariñoso con todos nosotros y nos trataba de igual manera sin tener en cuenta condición, familia o posición. Valoraba muy positivamente los conocimientos más que el comportamiento. Con frecuencia nos hacía competiciones eliminatorias con la tabla de multiplicar y conjugando los verbos. Me tenía en gran aprecio y cariño.

Todos los años por la primavera se celebraba el día del gallo, llamado así porque obsequiábamos un hermoso gallo al señor maestro en ese día. Los alumnos ponían una cantidad de dinero para hacer la compra. Competíamos con los demás cursos para que el capón que le regalábamos a don Juan fuera mejor que los gallos que llevaban los niños de  los otros cursos.

Los alumnos de segundo grado compramos un gallo a una de las señoras que venía todos los viernes al mercado  a vender pollos y gallinas. Lo guardamos en el gallinero que tenían los Petimalé dentro del establo de caballos de tiro para el reparto de pan y para el uso de otras funciones en la mina. En la cuadra también se guardaba una vaca lechera con ternera, propiedad de la abuela Mercedes, para el consumo diario.

Al día siguiente de la compra en el mercado, convocamos a todos los compañeros de la clase para enseñarles el animal. No gustó mucho a la concurrencia porque era un pollo de plumas grises y aparecía en su comportamiento un poco tristón. Los compañeros se encapricharon de un gallo de mejor aspecto, más alegre, de buenos espolones, con las plumas negras y rojizas brillantes, que cantaba en el gallinero. Este hermoso ejemplar, como era el dueño del corral, salía desafiante y ufano presumiendo de sus dominios.

La presencia era un factor importante para todos nosotros, porque había que entregarlo engalanado con cintas de colores, caramelos, incluso algún puro y otros adornos prácticos. La fortaleza era tan importante como la presencia, porque una vez despojado de este ajuar lo llevábamos a pelear con los otros gallos de los cursos de primero y tercer grado. No me quedó otro remedio que encabezar la comitiva que convenciera a mi madre para que nos cambiara un gallo por otro. Digo que no fui de buen grado, porque yo acompañaba muchas veces a mi madre, cuando echaba de comer a las gallinas,  y sentía cierta pena por el calvario que esperaba al pobre animal en el día del maestro. Por esta razón prefería yo que hubiera sido un gallo desconocido para mí, no obstante primó la responsabilidad y encabecé e hice de portavoz del resto del grupo ante mi madre. Ella cedió al cambio, no sin antes advertirnos las claras diferencias entre ambos pollos y que sólo por tratarse de una ocasión tan singular  pasaba por tan mal negocio.

Resultaba muy emocionante la entrega del gallo al señor maestro. Los estudiantes accedíamos con normalidad en el aula, mientras uno de nosotros se quedaba fuera de la clase para que, cuando ya estuviéramos en silencio simulando que estudiábamos, entrara de repente a la clase  y arrojara el gallo desde unos tres metros de distancia sobre don Juan, que lo recibía alegremente fingiendo la sorpresa. Desde este momento comenzaba la fiesta en toda la escuela, porque al mismo tiempo se reproducía la escena en el resto de las aulas de los otros cursos.

Los alumnos, en esta costumbre ancestral, eran los que ponían la fecha secreta para que no se enteraran los maestros y maestras, pero que era de dominio público en todo el pueblo.

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8 comentarios

  • Por Vetusta, 6 octubre 2010 @ 13:12

    Muchas gracias D.Alberto, me emociona leer su magnífico artículo. Aunque uno es ovetense y no de Cabaña Quinta me siento reflejado.

  • Por Lazarillo del Pas, 6 octubre 2010 @ 22:45

    Lo ven incrédulos…. Ya sabia yo que tarde o temprano aparecerían las pruebas concluyentes, gracias a la fotografía, por fin podemos constatar que Don Alberto alguna vez tuvo pelo. Por lo demás, el escrito, tan magistral como siempre. Saludos.

  • Por gonza, 7 octubre 2010 @ 18:04

    Como siempre, consigues retrotraernos, a nuestra infancia. Esta fotografia es clavada a una mia, de mi colegio, las caras y el “uniforme” y el resto de tu escrito,nos lleva a algun sitio, de feliz pasado. Muy bueno.

  • Por Roma, 7 octubre 2010 @ 18:13

    Es todo bien recordado, por nuestra generacion, y este relato, me da cierta idea, para tirar por la ventana, un gallo sin espolon, que nos esta molestando, con sus cantos….. de sirena.

  • Por Miguel ligero, 8 octubre 2010 @ 11:31

    ¡Qué bonito! Una vez más ha conseguido divertirme con su relato. Además hay algo en sus recuerdos y en sus escritos que me recuerdan muchísimo al libro que leí ya hace unos años de Miguel Delibes, “El camino”.

  • Por Rosita, 8 octubre 2010 @ 11:47

    El recuerdo de las escuelas de los pueblos durante los años 40 y 50 en España tienen un valor incalculable y que no se debería perder. Por esto, Don Alberto, le agradezco de corazón que haya compartido con nosotros, sus lectores, este documento gráfico y escrito sobre la enseñanza de los maestros nacionales; tan echados de menos por algunos y a la vez, olvidados por muchos. Tengo mucha curiosidad por saber, qué fructifera fue esa generación de alumnos. Muchas gracias.
    Una fiel lectora.

  • Por Renato Carosone, 8 octubre 2010 @ 18:06

    Un placer la lectura y una reflexión : Puede explicarnos como era la educación en tiempos de esa foto……

  • Por Mirian, 18 octubre 2010 @ 11:48

    La esencia del comportamiento de Don Juan como profesor me recuerda tanto a alguien…….
    Don Juan dejó huella en tí,como tu has dejado en TODOS TUS ALUMNOS,pocos profes generan en sus alumnos ese gran cariño que todos te tenemos.
    Un fuerte abrazo

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