He vuelto

Después de unas semanas con un problema técnico que no me dejaba acceder (como dice mi compañero Agustín “la tecnología es caprichosa”), ya estoy aquí. Tengo la página desatendida, y con ello a mi amigo y director del medio, don Alfonso del Amo, disgustado. No voy a prometerle retomar la labor de escribir, no sea que me invoque un 155, pero voy a intentarlo. A eso es más fácil comprometerse.
Mil temas me esperan: Cataluña, la Ligar, Sota, el PSOE de Cantabria, el PP de Cantabria, Santander, el cambio climático, el premio que gané en un certamen de Relato en mi empresa… Escogeré pronto y me pondré a teclear.
Hasta entonces, abrigaos por la noche, que ya refresca, y salid de casa cubiertos no sea que llueva…

Renovarse (o morir)

He seguido con interés de portero de finca urbana el proceso electoral del PP de Cantabria. Me motiva mucho la pelea ajena, mejor si es con malos modos y palabras gruesas. Han tenido los populares el acierto de conseguir que su elección se haya parecido a la de las izquierdas de Podemos y PSOE. Para que no se pierdan las costumbres de la puñalada trapera de pícaro y la lucha en el barro. Así ya no hay confusión. Todos son iguales en su divergencia, e idénticos en su diferencia.

No están en ese partido mis simpatías ideológicas. Seguro que nadie lo pone en duda. Pero en lo personal, y en general, nada tengo contra sus gentes. Así que me siento empático con Ignacio Diego. No sé si es el mejor presidente que pueden tener. Tampoco me importa mucho. Pero desde luego el hombre no se merece la campaña de su contrincante. Ni siquiera se merece a su contrincante. Hay que tener mucho cuajo para haber estado en el mando varios lustros y oponerse ahora al jefe abanderando el cambio y la renovación. No recuerdo de Buruaga críticas cuando fue elegida secretaria general del presidente al que pone a escurrir. Ni cuando la hizo vicepresidenta del gobierno. A la vista queda que el frío de la oposición y la soledad al perderse el poder trastornan.

También las fotos de grupo de los que acompañan a una y a otro en su aventura dicen mucho. Sobre todo que el resentimiento es poderoso a la hora de escoger bando. La fidelidad es una virtud en desuso en política. Y la coherencia hace tiempo que bajó a por tabaco. Ojo que tampoco se me escapan apoyos que huelen a supervivencia. Es humano apostar para no perder, ni siquiera status. Pero el equilibrio con el discurso, con todo respeto, sólo lo encuentro en un lado. La mesura también. Qué tendrá el poder que a la hora de alcanzarlo dan igual la unidad, la historia, la memoria, el respeto, la lealtad.

Qué vida esta…

Ni condenan a la infanta, ni Iñaki va a la cárcel. Ni viene papa, ni cenamos… La vida se nos pone de costado. Que Blesa y Rato sean ya chorizos oficiales no compensa. La justicia solo nos da disgustos. Todos aquí esperando para merendarnos al rey con lo del Noos y nos han dejado compuestos sin carnicería. La república tendrá que esperar, que han decretado dieta de monarquía. Eso o que los defensores de otro régimen ganen la elecciones con suficiencia como para cambiar la Constitución. La democracia tiene sus cauces, sin necesidad de que se los regateen los jueces. Ni siquiera con sentencias que se acomoden a la casquería popular. Hay veces que las cosas son lo que tienen que ser incluso aunque no gusten. Y esto con la Justicia pasa mucho.

Así que nada. La infanta ha sido absuelta y a su marido delincuente (que viene de quien delinque y es condenado por ello) le espera la cárcel después de recurso. O no, que todo es posible. Tantos ejemplos hay de entrar por menos años como de no hacerlo por más. Las sentencias se basan en leyes en papel y en interpretaciones humanas. También en otras sentencias. Si Urdangarín no entra en el trullo por algo será. Pongámonos en lo justo, que no es ni lo malo ni lo peor. Por cierto, que juzgaban a la hermana del rey, no al rey ni a la Corona. Que aquí somos muy de confundir mezclando. El Pisuerga siempre pasa por Valladolid, sobre todo para hacer daño.

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