Trinidad dando vueltas al arroz
Dijo Alfonso Guerra una vez que «el que se mueve no sale en la foto». Este fin de semana, Trinidad Jiménez ha hecho el canelo poniéndose en una para salir, porque, añado a lo de Guerra, «si no sales es que ya no estás». Posó en la «Fiesta de la Rosa» de Málaga (se prodigan mucho estos festejos de comilonas con militantes en una campa y mitin de agitpro de un lidercillo de segunda fila) revolviendo una paella sin soltar el bolso. Un posado forzado que cualquiera se huele es de un momento hasta que la cámara haga click. Supongo que después también se hizo alguna otra con un delantal llenando platos, y hasta de grupo a los postres con el café y el helado mientras hablaba el jefe de turno.
Esto de la imagen es otra de las servidumbres que tiene la política. Cuanto más se salga, mejor, y da igual cómo. Besando niños y abuelas, montando en bici o en burro, comprando puerros en el mercado, o preparando la comida para los adeptos con el bolso bajo el brazo. Lo que pasa es que la cosa no cuela, que los ciudadanos, cuando cogen el periódico y ven las fotos, se dan cuenta de que la compostura es tan forzada como la sonrisa llena de dientes que le acompaña. A Trinidad Jiménez, que lo cierto es que habla muy bien, se le nota un huevo que se colocó para la instantánea. Al secretario de organización del PSOE también, pero a la exministra le ha perdido el bolso. O por mejor decir, dejárselo puesto.
El riesgo de ponerse delante de un objetivo es salir haciendo el ridículo. En el caso de los políticos, que necesitan ponerse muchas veces en muchas situaciones, la posibilidad de hacerlo es alta, aunque a ellos les importe poco o se vean hasta graciosos. Además siempre habrá un palanganero que les diga que han salido de cine. La política tiene cada día más de circo mediático que de sustrato intelectual. Los flashes tiran mucho, y una foto a tres columnas en cualquier diario bien vale alguna que otra mofa, porque la necesidad está en que se vea que se sigue vivo.
A mi no me gustan nada las fotos. Procuro salir en pocas, porque me veo fatal y nada favorecido. Ahora que cuando me pongo procuro que haya pocas cosas con las que me puedan hacer un chiste. Lo de Jiménez son gajes de su oficio, y el precio de buscar mantener la fama. Con un poco más de vista, y menos prisa por salir, se habría dado cuenta de que el complemento, en el conjunto, pegaba mucho el cante y dejaba claro que ni antes de la foto, ni seguro que después, esas manos sostenían cucharón. A lo mejor debería hacer como yo, pocas fotos y bien organizadas, aunque mucho me temo que para poder seguir viviendo de lo que vive no le quede otra que seguir saliendo como pueda siempre que pueda.
(PD. Este artículo sería el mismo si en vez de una mujer con un bolso en la foto de la paellada saliera un hombre con corbata).



