La tarjeta del Metro
En el Metro de Madrid están implantando una tarjeta electrónica para sustituir al billete de cartón. Para ser Madrid, un sitio donde siempre parecen estar de vuelta de todo lo que pasa en el resto de España, van un poco tarde en lo de usar las nuevas tecnologías en el transporte. En Santander, la tarjeta funciona en los buses municipales hace algún tiempo. Y en el transporte regional de Cantabria desde un poco antes, allá por 2.007. Allí lo están haciendo en cómodas fases (ahora están con el abono mensual para estudiantes de la zona A) y sólo hay máquinas preparadas para recargar en tres o cuatro estaciones de la centena larga que tiene el Metro.
César pidió la suya por internet, se la mandaron al par de semanas, y cuando fue a cargarla ya no funcionaba. Hicieron falta hasta cuatro informadores de la empresa para que pudiera averiguar a dónde ir a solucionar el problema, o sea que el personal no ha debido recibir mucha formación sobre el producto. Y cuando llegó, después de esperar 15 minutos, tuvo que volverse como había ido, con la tarjeta averiada. El escrupuloso respeto de los turnos de cita previa, y el hecho de que sólo hubiera una mesa operativa para atenderlo todo, peticiones e incidencias, le dejaron sin otro remedio.
Visto de
sde fuera, la cosa aparenta una chapuza. Vaya por delante que imagino que poner en marcha un proyecto como este en un transporte como ese tiene que tener su complicación, y no ser barato. El metro es muy grande. Pero eso no debe de ser excusa para evidenciar lagunas desde el principio. Cuatro estaciones para recargar parecen pocas, y desde luego algo incómodo para quien no las tenga de paso. Informadores sin información no ayuda a generar confianza, y confunde mucho más de lo que aclara. Y tener que hacer cola para resolver un imprevisto donde ya hacen cola los usuarios que cuentan con cita concertada es un sinsentido carente de toda lógica. Eso si, publicidad hay mucha, con chicos sonrientes encantados con la tarjeta, quizá porque vivan cerca de los puntos de recarga, donde seguro que el personal sí que sabe de qué va la vaina, y cuyas tarjetas seguro que estuvieron fetén desde el minuto cero.
Aquí en España somos muy dados a cosas de estas, a fiestones con mucha luz y mucho color por fuera, y luego dentro canapeses de pan de molde y jamón york, vasos de plástico y vino aguado. Cualquier cosa con buena pinta termina acabando en un churro impresentable porque no se previó lo más sencillo. Me parece a mí que lo del Metro de Madrid viene a ser algo así. Que por quererse poner estupendos se han quedado cortos. Dentro de unos meses quizá vaya todo de cine, todos los empleados lo sepan todo de la tarjeta, haya máquinas para recarga en todas las estaciones, y si a César le vuelve a reventar la tarjeta se la repongan en un pis-pas. Pero hoy por hoy, tienen la innovación pillada con pinzas y por los pelos, resulta escasa en posibilidades y su mala gestión da cierta imagen de incapacidad. Con el cartón sigue resultando todo más sencillo, aunque no tenga el glamour que de una gran ciudad como Madrid se espera.