Category: General

Los Indianos en La Palma

En la isla de La Palma (que es tan canaria como Tenerife, Gran Canaria o Lanzarote) cada lunes de carnaval celebran la fiesta de «Los Indianos«, un divertimento popular en el que el talco, las guayaberas y los trajes de época con blondas y sombrillas son los protagonistas. Allá por los años 80, los palmeros fusionaron la tradición de empolvarse en carnestolendas con el remedo del regreso a la isla de los que habían emigrado a hacer las Américas y volvían con dinero. Crearon un festejo que hoy está profundamente arraigado y que va ganando tanta fama en Canarias y fuera de ellas como la que tienen los carnavales de Cádiz o los de Santa Cruz de Tenerife.

Con la parodia del recibimiento a los indianos en el ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, la llegada de la Negra Tomasa al Puerto de la ciudad, y la Espera al son de la música cubana y de las degustaciones de caña de azúcar, melaza y mojito, empieza la fiesta. A partir de ese momento, únicamente el «buen rollo» está permitido. Eso y lanzar kilos de talco al aire, bailar guajiras, guarachas y congas, tocar la marímbula, el tres cubano o las maracas, y recorrer las calles durante horas solamente divirtiéndose.

También es obligatorio vestir adecuadamente. Los Indianos solamente son los indianos si los señores visten guayabera y pantalón blanco, o traje de lino, con sombrero panameño o de tela blanca, y las señoras trajes de época también en blanco o en beige con encajes, pañuelos con flores y abanicos.

Los Indianos han convertido el Lunes de Carnaval en la isla de La Palma en la unión de la tradición, la idiosincrasia palmera y la diversión en un referente de la fiesta. La Isla de La Palma ha sabido hacer suya una celebración en carnaval que antepone historia a modernidad, abierta y participativa, que debe ser la envidia de muchos pueblos. Polvos de talco, trajes del XIX, Cuba y ganas de pasarlo bien. Eso son Los Indianos  (http://www.losindianos.es/). Ojalá en todas partes supieran hacer lo mismo, que no es otra cosa que traer la historia al presente y divertirse con ella.

(Este post va dedicado con todo mi cariño a cuatro palmeros en Madrid: Angelys Andreina, Silvia, Airam y a César).

La puta economía, y pasarlas putas

Están los tiempos que son una putada. La crisis acogota y está dejando al borde del abismo a mucha buena gente emprendedora que va a terminar quedándose sin un duro que meter en la cartera. Y será culpa de los mercados, de las burbujas, de la prima de riesgo, o del sursuncorda, que igual da que da lo mismo. José Manuel e Israel tienen una academia de enseñanza desde hace casi diez años. Se han dejado ahorros y la piel en darle forma y ritmo. Han sido honestos, serios y rigurosos, han cumplidos con todos. Y ahora, la torpeza de los gobernantes, esa caterva de estómagos agradecidos que se pasan el tiempo muerto pariendo tonterías que nos hunden más si cabe en el lodo de las dificultades, y la saña endiablada por hacer dinero de los cuatro ricos de turno incapaces de moderarse hasta para ganar más, les están poniendo a los pies de los caballos y haciéndoselas pasar canutas.

En este país donde no se dice la verdad ni al médico, alguien con un par debería contar las cosas como son, en voz alta, y con una caja de fusiles a la espalda para repartir y por lo que pueda hacer la turba cuando se entere bien de lo que pasa. Alguien debería explicar que con toda esa cantidad de dinero que el Estado está dando a los bancos, que sale de nuestros impuestos, para que saneen sus cuentas, los Botines de turno están engordando sus cuentas de provisiones por si acaso sus negocios (los suyos, no los nuestros) se van tan a la mierda como los de los autónomos y pequeños empresarios sin Urdangarines en sus consejos de administración. Que no se da crédito, que es la razón última del saneamiento nacional, y que sin crédito no hay consumo que valga. Que eso de la contracción de la economía viene a ser algo así como que el poco dinero que circula por ahí se queda en casa, en un cajón, y que ni Dios se atreve a gastarlo porque los de los trajes gris marengo y las corbatas azul claro generan menos confianza que el pirata Barbarroja a la puerta de una joyería. Y que sin circulación monetaria, ni consumo, los negocios de la gente honrada (los de los no honrados son sólo un entretenimiento) duran lo que se tarda en bajar la persiana.

José Manuel e Israel, y tantos como ellos, no se merecen lo que les está pasando. En realidad, nadie nos merecemos lo que está pasando, porque no es culpa nuestra. La mala gestión de las grandes empresas, la avaricia de los bancos, y por encima de todo la ceguera crónica de los políticos, son los que no han arrastrado a unos a las colas del paro, a otros de nuevo a casa de sus padres, a muchos a contar en céntimos lo que se puede gastar cada día, y al país a la ruina. Y lo peor de todo es que cuesta ver luz al final de un túnel que hacen y deshacen media docena de sinvergüenzas a su antojo e interés sin que nadie de esos que tienen la culpa vaya a la trena por mangantes, desgraciados o simplemente imbéciles.

Dos fotos de campaña

Las campañas electorales dan para muchas fotos, sobre todo de candidatos a los que cuesta recordar hablando de lo que hablan o visitando los sitios que visitan antes de serlo. Es ley de vida, tanta como que después del día de las votaciones, la mayoría de ellos, por no decir todos, desapareceran hasta las siguientes, «y si te he visto, no me acuerdo». Ahora, que si se miran bien, además de este remedo de película de fantasmas, las fotos de campaña dejan otras muchas perlas.

Que me perdonen en el PSOE (o no, que son muy libres de eso y de más), pero dos fotos de las suyas estos días son el paradigma de esos despropósitos, leves eso sí, a los que se llega por la falta de cuidado o el exceso de entusiasmo. En una se puede ver a la candidata Gallego acompañada de muchas mujeres con las manos abarrotadas de bolsas de plástico que van sacando de un carro de la compra que empuja otra mujer. Nos hemos tenido que acostumbrar a que en el super nos pregunten desde hace casi un año si queremos bolsa para llevarnos la compra, y a que nos la cobren si decimos que sí, porque el gobierno anterior fijó una tasa por su consumo para fomentar la reutilización y de paso fortalecer el sentimiento ecologista de los ciudadanos (cartera por delante, claro).

Cuesta entender que a los que se les ocurrió lo del cobro junto con los regionalistas las usen ahora en su campaña para repartir la propaganda, y no sería raro que alguien les pregunte si han pagado la tasa. La otra paradoja visual, la del carro de la compra, las mujeres y las bolsas, que de haberse parado a pensarlo un poco la exdirectora general de la Mujer, que por cierto sale en la foto, no hubiera permitido, la dejo «a beneficio de inventario», no sea que tenga una explicación que no alcanzo ahora a encontrar.

La otra foto seguro que es fruto de un desafortunado descuido, y lo que yo veo lo sea del vitriolismo que me achaca con cariño el director de este medio. En un paseo de candidatos por el Barrio Pesquero, el número dos al congreso por el PSOE parece que está como tirando del revoco de una de las fachadas, ayudando a que se caiga antes de lo que ya lo están haciendo ellas solas. Vaya por delante que ni el joven Casares ni los socialistas tienen la culpa del abandono del barrio por parte de las instituciones, y que lo está dejando hecho unos zorros. Pero la pose en la que le ha pillado el fotógrafo está a medio camino entre la que provoca la inocente curiosidad de un chiquillo, y la que resulta de estar demostrando algo que es evidente sin necesidad de reforzamientos. La foto, en cualquiera de los dos casos, no creo que le haga bien, teniendo en cuenta que tampoco está saliendo en muchas, centrada como está la campaña en la número uno al congreso.

Las campañas electorales se parecen cada día más a las que monta cualquier marca comercial para vender sus productos. El marketing y la imagen cuentan más que los programas y las propuestas. Por eso debe cuidarse lo que se quiere que salga en una foto y lo que no, porque mucha gente será con eso con lo que se quede, más que con el mensaje. Estas dos fotos de los socialistas dicen lo que seguro que ellos no quieren que digan, más allá de lo que hubiera en las bolsas que repartían o de lo que les contó a los vecinos de El Pesquero el candidato Casares. Para evitar eso, basta con poner más atención y más cuidado cada vez que haya un objetivo delante.

Opiniones libres