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Anónimos

Con igual rapidez que han surgido mil maneras de opinar a través de infinitos canales digitales (blogs, foros, comentarios a noticias y tribunas, redes sociales…), se han desarrollado las capacidades y la osadía de los que las aprovechan para faltar sin tener que dar la cara. Anónimo es hoy un autor muy prolijo que habla de todo. Antes se tenía que tomar la molestia de escribir en un papel y enviarlo por correo, buscando direcciones y pagando sellos. Ahora es gratis y se hace sentado delante del ordenar tan ricamente mientras se trabaja, se ve la tele o se merienda. Nunca insultar a nadie fue tan sencillo como hacer clic un par de veces.

Yo llevo muy mal lo de los anónimos para injuriar. En algunos de los medios en los que colaboro los he recibido, y me afectan mucho al ánimo. No me opongo, no podría hacerlo, a que alguien contraste mis opiniones con las suyas. Me gusta controvertir, y soy muy respetuoso con quien quiera hacerlo. Discutir es un ejercicio intelectual motivador y muy enriquecedor, que está en la base misma de la democracia. Lo que rechazo de manera tajante es que se usen falsos sobrenombres para el agravio y el ultraje, que por desgracia es más costumbre que dejar un nombre completo que sustente lo dicho y lo escrito.

No hay más democracia si se abren múltiples canales sin control para la opinión y la contraopinión, ni la hay menos si se establecen reglas para exponer lo que se piensa. Si los que lo hacemos lo hacemos firmando con nuestro nombre y dos apellidos, y hasta lo acompañamos con una foto, ¿por qué hemos de consentir que nadie nos falte al respeto parapetado detrás de un seudónimo, confundiendo a sabiendas opinión con vilipendio? El miedo a que nos tachen de reaccionarios nos ha hecho pensar que hay que dejar abiertas muchas puertas. Pero no hay la costumbre de la prudencia, ni sobre todo educación.

Dar una opinión también es afrontar las consecuencias de darla. No hay valentía en hacerlo poniendo el morro por delante. Lo miserable es usar la oportunidad de rebatir para insultar, sin más argumentos que el exabrupto y la falacia. De todos modos, cada vez que reciba un anónimo de estos por comentario a mis escritos, me dará un bajón momentáneo de moral, pero no flaqueará mi espíritu para seguir opinando, que también faltaría.

Cuatro por qués y una crisis

¿Por qué la estabilidad financiera de Europa y de los países que la forman, está en manos de agencias de calificación privadas sin controles institucionales ni ciudadanos? (Las tres agencias principales tiene su sede en Nueva York, Estado Unidos)

¿Por qué en una Europa de 27 es el bono alemán a diez años el que marca los límites de lo razonable en seguridad y confianza para el resto de deuda soberana europea? (La prima de riesgo marca la tendencia no sólo para la contratación de deuda en el mercado secundario, sino la de los precios de las subastas en el primario)

¿Por qué en Europa mandan Francia y Alemania, y el resto de los países pintan menos que la Tomasa en los títeres? (Alemania dificultó la convocatoria de una reunión del Eurogrupo el mismo día que Italia y España vivían las mayores alzas del coste de su deuda pública y cuando los bonos de Irlanda recibían la calificación de «bonos basura»)

¿Por qué hemos tenido que pagar entre todos la salvación de algunos bancos, y no la de otros, pero nadie les obliga a que flexibilizar los requisitos del acceso a sus productos? (Caja Madrid sube a 2 euros los gastos de gestión para cuentas con saldos inferiores a 2.000 € al tiempo que para su presidente se fija un salario de varios millones de euros)

Tres caras

Si la cara es reflejo del estado del alma, la de tres políticos regionales las semanas pasadas me parece a mí que advierte, además, cómo deben de andar en sus partidos, entre fiestas, sollozos y velatorios.

La cara de Revilla durante el discurso de investidura del nuevo presidente era la de estar en un funeral. A Revilla, desde la noche del 22 de mayo, se le ha quedado cara de figura de panteón. Estaba rígido, arrugado, ojeroso, tenso. Desde luego el trago no era para menos, viendo cómo se le ha escurrido el juguete mediático de la presidencia y se ve, con los suyos, volviendo al duro invierno de la oposición después de 16 años de verano de poder. Las reuniones del PRC tienen que ser un fiestón de la pesadumbre al compás del tintineo de las navajas que se abren con cada sucesión. Porque Revilla está tan agotado como su rostro, por muchos asaltos a Madrid que pretenda.

Las lágrimas de un Ángel Duque emocionado dejando la política después de una vida dedicada a su pueblo, son las del PSOE por el palo electoral. Duque ha sido un buen alcalde, un buen diputado, un hombre volcado en lo que siempre ha creído mejor para sus vecinos. Y a pesar de todo, le han pasado la garlopa en las urnas y le han mandado para casa. Vamos, como a tantos candidatos socialistas que han pagado el pato de un discurso nacional mal explicado y de la crisis que lo ha cubierto todo. Al PSOE le toca ahora superar el llanto con mucha autocrítica, generosidad inmensa y cero personalismos. Y después del análisis y la reorientación del rumbo, algunos, incluso de los que no han dicho nada, habrían de tomar el camino que ha tomado Ángel Duque.

La sonrisa sin fin de Ignacio Diego en su toma de posesión, y en la de su gobierno, es al mismo tiempo la de un triunfo que estoy seguro no esperaban, y la de la sensación de que las urnas les han hecho justicia. El PP está como embriagado de sí mismo, exultante y encantado de haberse conocido. Es normal, después de la machada de sacar mayoría absoluta donde todo el mundo creía (yo también) que las mayorías absolutas son imposibles. De todas formas, para gobernar hará falta que cambien la mueca, no sea que se les quede la risa, a ellos y a nosotros, congelada, o convertida en esa que da con los ataques de pánico mientras se sueltan los estómagos. Se juegan el crédito que los votantes les han dado, que suelen ser muy exigentes en el corto plazo y algo olvidadizos en el largo, y el presente más inmediato de Cantabria.

Opiniones libres