La importancia de lo que importa
Cuentas en paraísos fiscales, ‘amigas’ del Rey en la trama del duque consorte, apartamentos en la costa… Grandes cuestiones nacionales, que tienen reflejo en provincias con lo del Racing, la comisión de Cantur o la denuncia fiscal por aquello de GFB. Pasaron las fiestas y los robos de renos de cartón y de la corona del rey Melchor, y volvemos a pisar tierra. No sé si soy yo, pero cada día que pasa me da más pereza todo lo que pasa. O de lo que se ocupan en los medios, porque pasar pasan muchas cosas. De estas sólo se habla en las cocinas de las casas, en los bares, o en los cuartos de reunión de las secciones sindicales de las empresas. Importan menos porque venden menos, y además no distraen tanto.
El IPC llegó durante 2.012 al 2,9% (en Cantabria, así como medio punto más). El año acabó con 5 millones de parados. Los pensionistas han perdido poder adquisitivo. Se privatiza la gestión sanitaria en algunas comunidades. Las recetas cuestan 1 euro más en algunas otras. Esto es lo que de verdad cuenta. El resto son fuegos de artificio, serios, pero que afectan menos al bolsillo de lo cotidiano. Lo que pasa es que de tan mediterráneos que somos, aquello de ‘pan y circo’ tiene aquí mucho predicamento. Eso, y distraernos con una mosca. El mismo día en que se conoce que un ex-tesorero de un partido ha acumulado 22 millones de euros en unas cuentas en Suiza, el fichaje de un entrenador de fútbol por un equipo alemán es de lo más leído y releído en Twitter. Cosas de la vida.
Los trampantojos informativos funcionan. Por eso se impulsan desde los centros del poder. No es ni nuevo ni esporádico. Forma parte de nuestro ser social y político. Como el fútbol, que da mucho de si los lunes y durante todo el fin de semana. Ahora, además, gracias a las redes sociales, convertir en hit parade cualquier hueso que despiste de lo trascendental es más sencillo que nunca. Siempre hay gente dispuesta a entrar al trapo, dejarse seducir por la abstracción y jugar a engordar la bola de nieve del agua sin gas. Los que mandan también saben cómo explotar esa debilidad, que se alimenta de si misma. Al final, a la gente se le contenta con poco, y se le engaña con menos aún. España se ha convertido en una telenovela de sobremesa.
La elección de lo importante hace tiempo que ya no es nuestra. Sólo nos queda la de nuestro contexto, que casi nunca es compartida porque cada uno carga con lo suyo. Otros intereses son los que mueven enfados y preocupaciones. Pasan cosas graves, muy graves, y alguien les pone un foco con tanta luz, que nos ciegan de lo que más directamente nos afecta. Son los tiempos y las circunstancias, y esa voluntad nuestra cautiva que usan de coartada para manejarnos.