La ciudad en bicicleta
Una de las cosas más chulas que he hecho en mis viajes fuera de España ha sido montar en bicicleta por París. Una noche hicimos un recorrido circular desde el ayuntamiento, pasando por la Plaza de la Concordia, Los Campos Elíseos, el Arco de Triunfo, Trocadero, la Torre Eiffel, el Puente del Alma, y la rivera del Sena dejando a la izquierda Las Tullerías y el Louvre. Disfruté como un enano, y pudimos ver la ciudad desde otra perspectiva. Estos días he estado haciendo lo mismo por Santander, con una de las bicis que pone en préstamo el ayuntamiento. Nunca había salido por la ciudad así, y también me he divertido un montón. Como soy de natural desconfiado y tremendista, y suelo tener mal concepto de cómo acoge la gente lo moderno, pensé que alguien en bicicleta por la carretera y por las aceras iba a provocar rechazo, pero me he equivocado por completo. Con las excepciones que caben en un par de exabruptos, los coches se han comportado y los caminantes nos han comprendido. Ha sido fácil y entretenido, así que ya hemos solicitado la tarjeta anual para repetirlo durante todo el año.
Lo de poner bicis por la ciudad ha sido una buena idea, así que a quien se le haya ocurrido, gracias y enhorabuena. Ya tengo dicho que me parece que a Santander le faltan ofertas de ocio, y que ojalá esto de la candidatura a Capital Europea de la Cultura sirva para paliar este vacío. Hacer posible pasear en bicicleta desde luego que no llena el hueco, pero al menos lo hace un rato menos hueco. Lo que no tengo tan claro es que sirva para ver en su uso un medio de transporte alternativo al coche particular. Sobran cuestas y falta costumbre. Creo que racionalizar el servicio de autobuses municipales, con una más sensata red de líneas y frecuencias, quizá sí que sirviera mejor a ese objetivo. Y habilitar aparcamientos disuasorios, y avanzar en los acuerdos para la intermodalidad con otros sistemas (autobuses regionales y ferrocarril), y extender la peatonalización por el centro, y educar a los vecinos para que admitan su empleo y lo empleen.
Y al hilo de lo de la educación para que la gente use las bicicletas, he leído que un grupo de la oposición municipal ha pedido que se elabore un reglamento. Lo de los reglamentos y las ordenanzas se hace siempre para delimitar, que viene a ser algo así como imponer, limitar y constreñir (dicho con todo mi cariño para el concejal que ha hecho la petición, que parece que con ella está buscando más ponerle algún pero a una buena iniciativa que reforzar los beneficios para los usuarios, que no lo encontrarán en el texto de una ordenanza, que no sé por qué siempre suenan conminativas y como el anticipo de un castigo). Las bicicletas municipales llevan una reseña en el manillar que pide al usuario que respete el reglamento de circulación, la ordenanza municipal de circulación y además tenga precaución. Vamos, lo que vienen a ser las normas que ya marcan por dónde y cómo ir sobre ruedas. Bien es cierto que quizá sea necesario hacer algo para mejorar comportamientos, de los andantes y de los bicicledantes, pero con informar y educar vale. Porque puestos a pedir, se podría hacer pasar un examen para obtener la tarjeta anual a los que quieran usar las bicis, y otro a los viandantes para saber cómo ir por las aceras que deben compartir con los ciclistas.
Las ciudades que llevan tiempo prestando bicis a sus vecinos están entre las que tenemos por las más modernas y cosmopolitas. Y aunque puede que en alguna de ellas haya reglamentos para acotar qué es montar en bici y qué hacer el cabra con una bici, también es verdad que son gentes muy civilizadas que han sabido educarse y ser educadas en el respeto. No digo yo que en Santander no seamos capaces de llegar a esos niveles de cordura y responsabilidad, que lo somos, pero lo que no creo que necesitemos es ni reglamentos ni reglamentaristas (que son los que piden y hacen reglamentos) sino más cultura y más entretenimientos (y quien lo pida).