Otra vez sin agua, y sin que nadie haga nada

Que una avería es eso que se da en llamar “imponderable del destino” es algo evidente. No hay control sobre cuándo las cosas van a dejar de funcionar porque se rompen. En el servicio de agua, en el barrio Castilla-Hermida, las averías, además de imponderables, son habituales. Desde enero pasado hasta ahora hemos sufrido al menos ocho, hoy la última, de momento. Aqualia, la empresa a la que el ayuntamiento vendió la gestión para hacer caja, está resultándonos a los 40.000 vecinos de la zona una verdadera cruz. Esa compañía tiene, por cierto, un servicio de información que cuenta lo obvio y no resuelve nada: que hay una rotura en tal calle y que los operarios están en ello. Ni causas de la avería, ni sobre todo tiempo previsto para que se recupere el suministro, que es la razón última de que se les llame para saber. Yo lo hago por costumbre, aunque los mosqueos que me pillo por la vacilada que supone llamarles para que no te cuenten nada útil habría de aconsejarme dejar de hacerlo. Porque encima,  no es gratis (el número de atención es un 902, de coste compartido).

El equipo de gobierno municipal debería hacer algo ya. Es inconcebible en estos tiempos que, con una media de 2 veces al mes, un quinto de la población de Santander hayamos de pasar horas y horas sin agua. Debe exigirse una revisión global de la red que evidencie sus puntos débiles para reforzarlos, que a la vista están son muchísimos. Deben articularse mecanismos de control sobre las obras en la superficie para que se eviten en lo posible las roturas como consecuencia de ellas. Debe exigirse a la compañía que implemente un sistema de información realmente útil y que aporte más conocimiento que lo evidente. Debe dársenos a los vecinos la satisfacción de ser como los del resto de la ciudad. Reitero que de una avería nadie tiene la culpa, pero también que clama al cielo que el mal estado de la red, la negligencia de la compañía en el mantenimiento, la falta de inspección de las obras y sus consecuencias sobre las canalizaciones, nos lleven al tercermundismo, una vez tras otra, de no poder contar con suministro corriente de agua.

Y siendo todo esto malo, la falta de reivindicación de los colectivos organizados de la zona ante un estado de cosas absolutamente inadmisible para los que pagamos impuestos, añade a la mala leche el bochorno. Ni una sola de las veces en las que nos hemos visto como en el siglo XVIII en estos últimos meses he oido las quejas de las asociaciones de vecinos del barrio. Frente a la prisa por hacerse fotos con los mandamases municipales cuando se han venido de paseo a ver el churro de la basura neumática o la cutrez de las aceras, con cada corte de agua ha habido el más letal de los silencios por todos esos directivos y directivas de postín que sólo se quejan de tonterías de tercer orden que no mejoran tanto nuestra calidad de vida como la empeora un malo, muy malo, servicio de agua en nuestras casas.

Santander es una ciudad sencilla para la resignación. Aquí es tan fácil escuchar una diatriba con la tensión por las nubes contra el mal hacer de nuestros gestores en una taberna como ver luego al que la lanzó pasarle la mano por el hombro al alcalde para hacerse una foto con él que enseñar en la escalera. Nos pierden la lengua y las palmas. Y también es una ciudad proclive a las chapuzas y a que nadie asuma su responsabilidad por las molestias que causan. Así que después de este corte vendrán otros muchos, nadie hará nadie, nadie dirá nada, y los 40.000 desgraciados que vivimos en este barrio seguiremos bufando y tratando de arreglarnos como lo hacían nuestros tatarabuelos. Una vergüenza.

(PD. He decidido que yo ya no apoyo la Candidatura de Santander a Capital Europea de la Cultura. Una ciudad que no es capaz de garantizar a sus vecinos los servicios más básicos y esenciales no puede ser Capital Europea de nada. Así que desde ya anuncio mi posicionamiento en contra que evidenciaré siempre que me sea posible).

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1 comentario

  • By Libertario, 9 abril 2010 @ 10:37

    Se nota quu es Ud. una persona limpia, no como la Torres que confiesa ducharse cada tres días.

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