Que no, que me dejes…

Desde luego, hay gente en Cantabria que nunca quiere nada bueno. Ahora, a un grupo de peperos (lo digo con cariño, de verdad) no se les ha ocurrido otra que que De la Serna, el ministrín (también con mucho cariño), deje de serlo para encabezar la lista del PP al Parlamento, y tal vez, sólo tal vez, ser vicepresidente del Gobierno con Revilla (otra vez…) de Presidente. Bueno, este enjuague de puestos es mío, que de esto los proponentes no dicen nada. Y se han quedado tan frescos. A fuer de ser sinceros, la idea ha sido del presidente Diego, que lo suyo llevará por dentro para lanzarla. Le han seguido un grupo de afiliados que opinan que el exalcalde sería la mejor cara para el cartel. Hombre, con los datos de cuánto puso y cuánto quitó don Iñigo en votos en las ultimas elecciones regionales, tampoco parece una propuesta ganadora, pero desde luego, echando la vista atrás, a su pasado recolector de simpatías electorales (en Santander a la gente se le caía la baba con él, ese chico bien con estudios, y con ese pelo. En Madrid, después de su nombramiento como ministro, el furor se pasó en un par de semanas, en cuanto Albert Rivera empezó a salir más en la tele y se puso trajes de su talla), comparando con otros que bien podrían ocupar las vallas, De la Serna es un partidazo.

Pero él no quiere. Cómo iba a querer, él, que lleva toda la vida estudiando para ser ministro. Cantabria se le quedó pequeña hace tiempo, como en cualquier momento se le quedará pequeña España y aspirará a algo en el orden mundial. No. De la Serna ha dicho que él está al servicio del presidente del Gobierno, y que sentándose en el Consejo de Ministros es como mejor puede ayudar en ese gran proyecto para el país y para todos nosotros que pilota Mariano Rajoy (tampoco lo ha dicho exactamente así, pero es por donde han ido los tiros). Y a Diego le exige lealtad al partido, como si su decir en voz alta lo que piensa que es mejor para el PP de Cantabria hubiera sido una traición. Los que siempre van de ganadores son muy de usar estos recursos grandilocuentes a la lealtad, la fidelidad y la adhesión (si es ciega, mejor que mejor, que luego todo se sabe), lo cual es en sí mismo, en este caso, un contrasentido. No hay más leal a su partido, más fiel con su vocación de servicio y más firme en su compromiso con sus compañeros que quien se pone a su disposición para lo que haga falta. Se vive mejor de ministro, desde luego (se viaja mucho, te invitan a Palacio, vas con el Rey a los sitios, puedes echar la culpa a los conductores si se quedan atrapados por la nieve…), pero que a alguien le propongan jugársela a ser presidente de su tierra debiera ser motivo de orgullo (a la vista está que soy un romántico…). Y aquí tampoco vale tampoco el argumento de que se propone a De la Serna para hacer un feo y de menos a la actual lideresa del PP de Cantabria. O sí, pero entre ellos allí en los pasillos de la sede de Joaquín Costa. Los humildes votantes esas fobias sólo las conocen si se airean, que es justamente lo que el ministro ha hecho con su excusa a la proposición

Y nada, que así ha quedado la cosa. Diego como un desleal, los “Populares con Iñigo” como una pandilla de desocupados sin otro quehacer que joder la marrana, De la Serna como el esforzado gran ministro que es dedicado a salvar a España (y a las autopistas) de la zozobra y la perdición, y Cantabria abocada a esa mediocridad provinciana en la que un ministro del Reino considera degradante (en la acepción de rebajarse de nivel) promoverse a presidente regional. Yo no había pensado en votarle (estoy empadronado en Madrid, donde desde que lo dejó Esperanza Aguirre también es difícil escoger), pero anda que no daría caché (y morbo) a los debates en las teles locales (¿quedan?) un enfrentamiento entre Revilla, con sus chismes de tertulia de taberna, Zuloaga, con sus explicaciones para las purgas, y De la Serna, con sus infografías (y su pelazo). Aunque mira tú que si al final Rajoy mete mano y le empaqueta para Cantabria como ya hizo con Alonso en el País Vasco. Las risas iban a ser épicas…

(PD. A ver si mientras es ministro, De la Serna se ocupa de que mejoren las cercanías en Madrid, que son un desastre. Lo del tren de alta velocidad a Cantabria también, pero es otro cantar…)

Ay Santander, mi Santander…

Voy a dar gusto a mi amigo don Alfonso volviendo a escribir en esta nuestra revista digital. Y lo haré hablando de dos cosas que me tienen muerto, que sé que a él también le perturban: las barandillas en La Machina y el Metro-TUS.

Los santanderinos de toda edad estamos hartos de pasear por el borde la bahía. Cuando no había centros comerciales a los que ir a pasar la tarde, Netflix para ver series tirados en el sofá, ni consolas de 400€ para jugar a matar zombis (qué ironía está de matar lo que ya está muerto), nuestros padres nos sacaban los domingos a ver escaparates por el centro. Si hacía bueno, acabábamos dando una vuelta desde Correos a Puerto Chico lo más cerca del mar posible. Nunca hicieron falta barandillas. No recuerdo de nadie que se haya caído nunca. Ni siquiera se caen los turistas que se arriman hasta el borde. La prudencia cuando se hace eso se presume, no se impone.

Alguna lumbrera municipal ha pensado que ahora la bahía es un peligro que hay que acordonar con una barandilla. Hace años, cuando el asunto aquel de los parques eólicos que iba a llenar Cantabria de molinos de viento, el entonces alcalde puso el grito en el cielo porque los que se pusieran enfrente de la bahía iban a estropear su deliciosa visión. A los que le han heredado el cortijo les da igual la visión. Han plantado las barandas con desparpajo y arrojo. Tiene razón don Alfonso. Son una horterada y un despropósito que no aportan nada, que estorban, que molestan. A veces quien gobierna piensa demasiado en los demás. Hacer las cosas bien es fácil. Basta con dejarlas como están si no causan problemas. Las barandillas están de más. (Hablando del ex alcalde, por cierto, he leído, que es uno de los ministros a los que no conoce casi nadie. Cosas de salir del pueblo a hacer fortuna…)

La otra sinsorgada del año es lo del Metro-Tus. Otra sandez que, en contra de lo que piensa quien lo impulsa, ni hace de Santander una ciudad más avanzada, ni mejora la calidad de vida de los santanderinos. Por colocarse a la vanguardia de la nada, se han cargado el estatus quo de la movilidad, han empeorado el servicio de transporte en la periferia, han enfadado a los vecinos a los que han quitado aparcamientos, hacen más difícil acercarse al centro (y cruzarlo) y van a provocar atascos como si se estuviera acabando el mundo (menos para los taxistas). La estética de unos autobuses articulados y de unas marquesinas de aeropuerto se ha llevado por delante la cordura y un buen pellizco del presupuesto que otro buen uso hubiera tenido. Aparentar ser moderno es sólo eso, aparentar. El Metro-Tus es puro histrionismo y tontería

La balaustrada en la bahía y el Metro-TUS tienen mucho de intento de superación: el de ese complejo tan provinciano de ser de provincias y no querer parecerlo. Ambas son una burda apelación al pretender, un inútil intento de colocarse a nivel. Quienes paren estas cosas no se dan cuenta de que Santander tiene su esencia en ser como es, y en estar como estar. Hay que mejorarla, claro que sí, pero con ideas que se sostengan, y no con tendencias más cerca del absurdo que de la necesidad.

He vuelto

Después de unas semanas con un problema técnico que no me dejaba acceder (como dice mi compañero Agustín “la tecnología es caprichosa”), ya estoy aquí. Tengo la página desatendida, y con ello a mi amigo y director del medio, don Alfonso del Amo, disgustado. No voy a prometerle retomar la labor de escribir, no sea que me invoque un 155, pero voy a intentarlo. A eso es más fácil comprometerse.
Mil temas me esperan: Cataluña, la Ligar, Sota, el PSOE de Cantabria, el PP de Cantabria, Santander, el cambio climático, el premio que gané en un certamen de Relato en mi empresa… Escogeré pronto y me pondré a teclear.
Hasta entonces, abrigaos por la noche, que ya refresca, y salid de casa cubiertos no sea que llueva…

Opiniones Libres

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