Estoy harto de la corrupción. De los políticos que cuando les pillan con las manos en la caja apuntan al de enfrente. De los de enfrente, que cuando denuncian lo hacen con la boca chica porque también tienen lo suyo en casa. De las bolsas de basura en los maleteros y de los sobres con dinero B. De los que llenan las bolsas y los sobres.
Estoy harto de los que nos representan. De los que ocupan puestos que no merecen porque no están a la altura. De los que tienen a las instituciones secuestradas con vallas y palcos de invitados cerrados al público. De los que esconden su ineptitud con Iphones y Ipads que pagamos todos. De parlamentarios que no van al parlamento ni patean sus circunscripciones. De concejales que tienen de libro de cabecera los Planes de Urbanismo y la forma de trampearlos. De trampas con lo público y de tramposos en lo público. De que no dimita nadie.
Estoy harto de que me pregunten sólo cada cuatro años. De que la legitimidad se mida en votos cautivos y en engaños. De programas que no se cumplen, y de las excusas para incumplirlos. De que la crisis sea la coartada para todo, pero nunca la razón para la responsabilidad. De irresponsables que se miran el ombligo y se ponen de perfil cuando se les exige que trabajen para todos y no para ellos o los suyos. De votar para nada.
Estoy harto de un sistema que hace aguas. De que nada cambie a pesar de todo. De que sigan los mismos, y se postulen para seguir siguiendo. De que nadie escuche. De que protestar no sirva de nada. De que las protestas les hagan más fuertes. De tener que protestar. De que se rían de nosotros y nos hagan pasar por tontos.
Estoy harto de lo que nos pasa, y de que nos tenga que seguir pasando. De que nos hayan hurtado el presente, y nos hayan hipotecado el futuro. De que el futuro siga dependiendo de ellos, de todos ellos, y no de nosotros. Estoy harto…
Cuentas en paraísos fiscales, ‘amigas’ del Rey en la trama del duque consorte, apartamentos en la costa… Grandes cuestiones nacionales, que tienen reflejo en provincias con lo del Racing, la comisión de Cantur o la denuncia fiscal por aquello de GFB. Pasaron las fiestas y los robos de renos de cartón y de la corona del rey Melchor, y volvemos a pisar tierra. No sé si soy yo, pero cada día que pasa me da más pereza todo lo que pasa. O de lo que se ocupan en los medios, porque pasar pasan muchas cosas. De estas sólo se habla en las cocinas de las casas, en los bares, o en los cuartos de reunión de las secciones sindicales de las empresas. Importan menos porque venden menos, y además no distraen tanto.
El IPC llegó durante 2.012 al 2,9% (en Cantabria, así como medio punto más). El año acabó con 5 millones de parados. Los pensionistas han perdido poder adquisitivo. Se privatiza la gestión sanitaria en algunas comunidades. Las recetas cuestan 1 euro más en algunas otras. Esto es lo que de verdad cuenta. El resto son fuegos de artificio, serios, pero que afectan menos al bolsillo de lo cotidiano. Lo que pasa es que de tan mediterráneos que somos, aquello de ‘pan y circo’ tiene aquí mucho predicamento. Eso, y distraernos con una mosca. El mismo día en que se conoce que un ex-tesorero de un partido ha acumulado 22 millones de euros en unas cuentas en Suiza, el fichaje de un entrenador de fútbol por un equipo alemán es de lo más leído y releído en Twitter. Cosas de la vida.
Los trampantojos informativos funcionan. Por eso se impulsan desde los centros del poder. No es ni nuevo ni esporádico. Forma parte de nuestro ser social y político. Como el fútbol, que da mucho de si los lunes y durante todo el fin de semana. Ahora, además, gracias a las redes sociales, convertir en hit parade cualquier hueso que despiste de lo trascendental es más sencillo que nunca. Siempre hay gente dispuesta a entrar al trapo, dejarse seducir por la abstracción y jugar a engordar la bola de nieve del agua sin gas. Los que mandan también saben cómo explotar esa debilidad, que se alimenta de si misma. Al final, a la gente se le contenta con poco, y se le engaña con menos aún. España se ha convertido en una telenovela de sobremesa.
La elección de lo importante hace tiempo que ya no es nuestra. Sólo nos queda la de nuestro contexto, que casi nunca es compartida porque cada uno carga con lo suyo. Otros intereses son los que mueven enfados y preocupaciones. Pasan cosas graves, muy graves, y alguien les pone un foco con tanta luz, que nos ciegan de lo que más directamente nos afecta. Son los tiempos y las circunstancias, y esa voluntad nuestra cautiva que usan de coartada para manejarnos.
El ABC tiene más o menos el tamaño que tenía el Boletín Oficial del Estado. Alguien me contó que era para que los diputados pudieran camuflarlo y leerlo en el parlamento. Supongo que sería durante el franquismo, cuando las Cortes no servían de mucha cosa. Ahora tampoco sirven, pero está mal decirlo y sus señorías se enfadan como monas cuando lo escuchan. Como el Boletín ya no se publica, que sólo está en versión digital, los diputados se han tenido que buscar otros entretenimientos para matar el rato. Lo de seguir las intervenciones y eso que se hace en las cámaras debe ser tremendamente aburrido, aunque la verdad es que está muy bien pagado. Por esas ’pequeñeces´, que dice el Presidente del Congreso, ya iba yo a la Carrera de San Jerónimo a aburrirme como una ostra.
El día que en Madrid se privatizaba la Sanidad, un fotógrafo pilló a dos diputados jugando al ’Apalabrados’. Eran del PP, pero eso es lo de menos, porque los del PSOE, los de IU, o los de UPyD, también tienen iphones y ipads ’gratis total’ para distraerse si les hace falta. A los 15 minutos de que el periodista gráfico saliera por patas antes de que le obligaran a borrar la foto alegando la ´privacidad´ de lo que hacen los parlamentarios cuando están en sus escaños, los pobres jugadores ya estaban disculpándose a través de twitter. Sin moverse del asiento y usando los mismos aparatos con los que los cogieron in fraganti, claro. Es la suerte de contar con máquinas polivalentes que les pagamos entre todos. De dimitir, por supuesto, no dijeron nada, que no se lleva.
Qué tiempos aquellos en los que sus hastiadas señorías presentes en la sala votaban con el pie por los que también hastiados ni siguieran habían acudido al pleno. La tecnología ha dejado atrás incluso a los crucigramas de las últimas páginas de la prensa escrita. Las posibilidades 2.0 son infinitas y más divertidas.
Y con todo esto, todavía hay quién se pregunta por qué los representantes institucionales están tan mal vistos. Ya no es sólo porque parezca que vivan en un mundo paralelo al nuestro, o porque pisen poco tirando a nada la calle. Están llegando a tal extremo de desfachatez que lo mismo dejan las cámaras vacías haciendo pellas que se ponen a jugar al Scrabbel mientras endurecen con su voto el día a día de los que les hemos puesto allí. Soy pesimista con la solución porque las tiendas de aplicaciones para smartphones y tabletas inteligentes cada vez tienen más variedad de juegos. Me consuela que muchos de ellos siguen siendo gratis. Eso que nos ahorramos los contribuyentes en el gasto de sus señorías.