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JUGUETES ROTOS

Publicado en LA GACETA de Intereconomia, sabado 25 febrero 2012

  Siguen apagándose dramáticamente los artistas más admirados del mundo musical. Son estrellas fugaces que dejan una estela de admiración, y se extinguen para caer en la negrura de un oscuro mundo. Cuando aún no nos habíamos quitado el luto por el funeral de Amy Winehouse, emborrachada de alcohol y drogas, Whitney Houston, el alma del soul y el góspel, acaba de entonar su último “I always love you”.

          Murieron víctimas de sus propios excesos cayendo en los pozos sin fondo de la desesperanza o haciendo equilibrios, con el alcohol y las drogas, sobre la oscilante cuerda de la vida.. Cuando les acosa la amenaza un mundo sin paraísos de heroína, cuando la juventud se disuelve en la decadencia del cuerpo, es frecuente que los ídolos del momento aparezcan muertos en la soledad de sus mansiones o en anónimas habitaciones de hotel, sin más compañía que un tubo de pastillas, tras el cual cae el telón de su última actuación. Aún no hace tres años en que Michael Jackson, el artista de color incalificable, detuvo el ritmo sincopado de su corazón tras ingerir uno de sus habituales cocktails de sedantes pese a una vida envuelta en máscaras protectoras o burbujas de oxígeno reparador. Así desapareció Jimmy Hendrix, el guitarrista héroe del festival de Woodstock e ídolo del movimiento hippy que se durmió para siempre tras una borrachera de drogas. Así, hinchado de estimulantes, Elvis Presley, agitó por última vez la pelvis en el váter de su mansión de Tennessee, para iniciar su inmortalidad. Lo mismo ocurrió con Sed Vicious, del provocador grupo Sex Pistols, disfrutando de la heroína hasta morir ahogado en ella. Y Jim Morrison, quedó sedado para siempre en su bañera con la jeringuilla colgando de un brazo. Mucho antes, un lejano verano, Marylin Monroe se durmió eternamente envuelta con los aromas de Chanel nº 5 y fenobarbital, Violeta Parra se pegó un tiro en una vacía carpa circense olvidando su inmortal “Gracias a la vida” y Judy Garland cantó su último “Somewhere under the rainbow” entre anfetaminas y alcohol.

 Los artistas siempre mostraron una línea trasgresora enfrentada a la apacible tranquilidad de las sociedades burguesas. En épocas pasadas, admirados por su público o ignorados por él, morían devorados por la tisis, como Schiller, como Bécquer, Schubert, como Chopin, como Modigliani, como Kakfa, o por fiebres fulminantes como ocurriese pasó con Tschaikowsky, con Rimbaud, como Rilke, como Mahler invadidos por la sepsis y tratados con cataplasmas. Algunos decidían apartarse del mundo y matarse, como Mariano José de Larra, como Van Gogh, como Rothko, como Hemingway, hundidos en las nubes grises de sus depresiones. Y muchos se ahogaron en alcohol como Alan Poe huyendo de sus terrores, como Toulouse Lautrec en sus noches de cabaret o como Edith Piaf que nos cantaba “Non, Je ne regrette rien” con voz de ginebra y soledad.

 El Sida mató a Rock Hudson, acabó Freddy Mercury y su «Bohemian Rapsody», a Víctor Nureyev, mientras otros esperan su turno. Y la velocidad por llegar rápido, no se sabe adónde, acabó con James Dean, aplastado en su descapotable en el desierto de Nevada, con Jackson Pollock, que esparció su sangre como un último dripping sobre el asfalto de una carreta. También, un atardecer, junto a Central Park, John Lennon cayó abatido por uno de sus fans, que le quiso eternamente muerto, mientras silbaba despreocupado su “Lucy in the sky with diamonds” la canción dedicada al LSD.

 Otros, envejecen y se convierten en iconos de su arte. Aun nos quedan Bob Dylan, Charles Aznavour, Barbra Streisand, Tina Turner, Elton Jhon, Joan Manuel Serrat, junto al recuerdo de un Frank Sinatra con smoking o con sombrero borsalino ladeado, y la nostalgia de aquellos Beatles de la década prodigiosa con sus sorprendentes disonantes acordes, del alegre estallido de ABBA, de un imposible dúo entre Louis Armstrong y Diana Ross, de María Callas con el metálico timbre de una voz inigualable o de Leonard Bernstein enseñando a los ángeles la coreografía de “West Side Story “.

         ¿Quién será el próximo juguete roto que apagará la estela de su brillo?

ELEGIA PARA POLITICOS

Articulo publicado en LA GACETA

de INTERECONOMIA el 18 enero 2012

El recuerdo de la reciente derrota electoral socialista va a acompañar a sus protagonistas el resto de su existencia. No solo perdieron el poder de gobernar un país, sino todas las posibilidades de acción a nivel autonómico o municipal, mientras su autoridad se diluye entre confrontaciones. Ni el BOE, ni los gobiernos autonómicos o los decretos de alcaldía servirán para mantener las escuadras de fieles seguidores o alimentar los grupos subvencionados que bajo el disfraz de empresas y organizaciones de toda índole, recibieron durante años el sustento generoso de quien esperaba a cambio un apoyo incondicional. Muchos se acercaron al poder, para disfrutar de los beneficios y amistad del poderoso, pero en los momentos de penuria serán los primeros que se proclamarán independientes o se descubrirán próximos a los recién llegados. Porque las lealtades en política son fáciles, pero reconstruir un desastre es una labor a la que pocos están dispuestos.

Los ciclos en política no son eternos, pero pueden convertirse en inhóspito viaje, donde primero desfallecen los paniaguados. El poderoso de antaño ante quien se doblegaban los medios de difusión y ocupaba titulares de prensa, deja de escuchar el repique del teléfono o reunir a su alrededor el fervor de otras épocas. La mayoría conocerá la soledad de los días sin el clamor de los suyos y el abandono de los que consideraron fieles. Quienes durante años disfrutaron del poder, afrontan ahora una larga travesía del desierto, envueltos en luchas por liderar los restos de un pasado ruinoso, donde los protagonistas de una gestión desastrosa compiten entre sí buscando apoyos para una resurrección imposible, aunque “haya mucho PSOE por hacer”.

La política es un oficio duro, pero sobretodo desagradecido. A algunos personajes, muchos años después, se les reconoce, aunque solo en parte, sus méritos pero permanecerán en la memoria sus errores. La mayor parte de ellos, no vivirán para ser testigos de ese recuerdo o serán objeto de homenajes tardíos. La saga personal de los ex presidentes de la democracia y de muchos notables de antaño lo demuestra. Los reconocimientos a lo realizado por Adolfo Suárez se han realizado cuando su mente se bloqueó en la amnesia de su propio ser. Calvo Sotelo, solo ha merecido breves líneas, incluso tras morir. Felipe González, se identifica con el GAL y la corrupción cuyo recuerdo de estadista pretendió usarse como último clavo ardiendo donde agarrase antes de la derrota final, pero el resultado fue contrario al deseado. Aznar reúne añoranzas y desprecios, mientras su recelosa mirada contempla a sus sucesores. Y Zapatero difícilmente será ni siquiera invitado a impartir cursos o conferencias sobre el arte del desgobierno.

Nadie quiere el regreso de los viejos dinosaurios: Fraga cosechó reverencias protocolarias. Anguita lame solitario sus heridas bajo la sombra de los naranjos de su Córdoba querida. A Pujol entre muecas y tics, se le exhibe como fósil de un nacionalismo rancio; Arzalluz dejó para la historia su siniestra cosecha de nueces tras años predicando a quienes apaleaban el nogal; Revilla, será recordado por sus anchoas y chistes televisivos. ¿Qué fue de los arrogantes presidentes de Autonomías, que se creyeron reyes de sus feudos?. Hay una larga lista de olvidados: Hormaechea, Rodríguez Ibarra, Garaicoechea, Ibarreche, que acompaña a los, en su día, poderosísimos Martín Villa, Alfonso Guerra, Carrillo, Borrel, Roca Junyent, Hernández Mancha… ¿Dónde están hoy sus seguidores?. No solo fueron vencidos por la realidad de la política, sino que su memoria se diluye en el pasado.

Ahora, pretendiendo escapar a este destino, los ex ministros Rubalcaba y Chacón luchan por el liderazgo de sus grupos descabezados. Ambos fueron responsables del desastre y como muchos, se creen ajenos a las responsabilidades que la política impone, buscando apoyos que entre los calcinados restos de su gestión. Produce sonrojo ver cómo muchos dirigentes regionales ampliamente derrotados en sus comunidades y ex ministros de reconocida insolvencia, se alinean en este debate sucesorio en el PSOE. ¿A quién puede interesar su regreso cuando es previsible pensar en un ciclo de, al menos, dos legislaturas en la oposición?. ¿Qué alternativa de gobierno pueden ofrecer quienes hasta ayer fueron responsables de la situación actual?. Sus promesas no son el canto de un cisne que muere, sino el hedor de cadáveres esperando sepultura.

Es la condena que la sociedad impone a los proyectos políticos derrotados y a aquellos que los protagonizaron. Es el final de los ríos que van a dar a la mar que es el morir, como cantaba el poeta hace más de cinco siglos.

PREMIOS A LA INCOMPETENCIA

Articulo publicado en el DIARIO MONTAÑES el 8 de enero 2012

EL BOE contiene secciones propias de humor negro. El Gobierno que perdió las últimas elecciones, decidió otorgar el Collar de Isabel la Católica a la ex ministra Salgado y repartir entre sus miembros la Gran Cruz de la Orden de Carlos III al Vicepresidente Chaves y resto del gabinete cesante, para premiar sus comportamientos extraordinarios de carácter civil en beneficio de la Nación.

Esta decisión, tomada en su día por un Consejo de ministros derrotado en las urnas, ha sido refrendada por el nuevo Gobierno y aprobada en el BOE, el mismo día en que se anunciaron las primeras medidas económicas que pretenden corregir los graves errores cometidos por los condecorados durante su gestión al frente del país.

La concesión de una condecoración de rango nacional no es un hecho privativo del gobernante de turno, sino que debe reflejar un reconocimiento oficial por la labor realizada y no creo que los resultados electorales, donde se ha reflejado un amplísimo rechazo por lo realizado, sea consecuente con la distinción con que les premia. Si las condecoraciones exponen un símbolo de reconocimiento público, las elecciones fueron la muestra contabilizada de su rechazo.

Después de recibir estas distinciones, los ministros salientes fueron objeto de los halagos de quienes les sustituían en los cargos. Es, sencillamente, un escarnio que se contempla por una ciudadanía atónita, incapaz de comprender las versallescas sutilezas del protocolo oficial. Una cosa es ser bien educado y otra muy distinta asumir el papel de tontos en las ceremonias oficiales, insensibles al sentido de la mayoría. Mientras una gran parte de la población reclama responsabilidades a quienes condujeron al país a la ruina económica, se reconocía entre abrazos la gestión realizada a los mismos personajes cuya dimisión se exigía un día sí y otro también, a esos mismos políticos que eran tachados de incompetentes. Se dice que son gestos habituales, pero el comportamiento en muchos actos puede resultar un escarnio para una ciudadanía atónita, incapaz de comprender las versallescas sutilezas de un protocolo oficial que disfraza desprecios y rencillas.
Si identificamos los logros económicos y de presencia internacional conseguidos por quienes gobernaron España como éxitos a unas trayectorias estamos apañados. Mientras muchos miles de personas al día pierden su trabajo, los responsables del desastre son premiados con las más altas distinciones que el Estado otorga a quienes han realizado tan meritorio esfuerzo. La concesión de una condecoración de rango nacional debe reflejar el reconocimiento a una labor, el premio una trayectoria.

Me van a tener que explicar con detalle los méritos que han tenido personajes como Leire Pajin o Bibiana Aido para hacerse acreedoras de esas distinciones. Va ser difícil justificar cómo un ministro que se reunía con sospechosos empresarios en una gasolinera pueda portar la Gran Cruz de Carlos III o cómo quienes bajo su mandato repartían fraudulentamente el dinero de los ERES entre sus acólitos, son merecedores de ellas. O cuáles son los méritos de quien será recordado por ofrecer bombillas chinas de bajo consumo para fomentar el ahorro en sustitución de la energía nuclear, mientras se desintegraba el tejido industrial. O en qué se fundamenta el reconocimiento de un ministro de Trabajo bajo cuya gestión aumentó en un millón el número de desempleados.

Aunque quizás no sea preciso dar explicaciones. En España es habitual que el gobernante actúe como señor todopoderoso contra toda sensibilidad social. Si los responsables de la actual crisis económica acaban sus mandatos con pensiones millonarias, el que ostenten un collar de oro o una noble insignia de cruz y brillantes en la solapa no es más que una minúscula muestra del esperpento habitual. Mientras tanto las víctimas de sus despropósitos deben contemplar resignados, obligadamente sumisos, cómo son condecorados con símbolos que, en nombre de la Nación, reflejan un reconocimiento oficial.

En Islandia, los gobernantes cuya incapacidad condujo al caos económico son enviados a la cárcel. Aquí se les condecora. En otros países, los escándalos se pagan con la dimisión o el cese, lo que excepcionalmente ocurre en estos lares. Y en todos, aquellos cuya gestión acabó en contundentes fracasos son condenados al anonimato. Menos aquí, donde se les hace miembros del Consejo de Estado y la Real Orden de Carlos III premia sus desacreditados curriculums pre y postministeriales. Pues qué bien.

DE FIESTA

Articulo publicado en LA GACETA de Interecono mia el 29 de diciembre de 2011

Tengo ante mí la relación oficial de días festivos del año transcurrido: catorce a nivel nacional, dos de ellas en domingo, que se trasladaron al lunes. Observo además, la existencia de tres «acueductos«: se inició el año con un “macro puente” desde el miércoles 5 de enero al lunes 10 al que siguió a una Semana Santa desde Jueves Santo a Lunes de Pascua, para completarse con el tradicional “puente” de diciembre, con fiestas en martes y jueves (Constitución e Inmaculada). A estas festividades hay que añadir las de carácter autonómico, y las de poblaciones importantes o locales, variables de unas comunidades a otras. Y así resulta que todos los meses del año están llenos de días festivos: siete en febrero y agosto, ocho en mayo y nada menos que diez en septiembre y octubre, correspondientes a sus respectivas vírgenes, santos, patronos y conmemoraciones oficiales, en muchos casos prolongadas como “Semanas grandes”, “Carnavales”, “Ferias de abril”, «Fallas» , Sanfermines” …

A este jolgorio hay que sumar los 53 domingos y sus correspondientes sábados, más los seis «moscosos» de los funcionarios del Estado y las festividades patronales de muchos gremios, empresas o profesiones. Para el mercado laboral español entre vacaciones, festivos de todo tipo y fines de semana se descansa más del 40 % del año, lo que convierte a España en el quinto lugar del mundo con el mayor número de vacaciones.

Muchas fábricas, bancos, empresas de servicios, industrias del transporte, etc… reducen marcadamente su actividad al encontrarse con los festivos de sus clientes, proveedores o administraciones públicas. A estos números hay que añadir las horas perdidas por huelgas y sus consecuencias en otros sectores laborales. Bien es verdad, que las centrales sindicales no se han significado mucho en este aspecto a lo largo de la legislatura socialista, — una huelguita general simulada con gesto crispado — pero con toda seguridad, despertarán de su modorra reivindicativa en los próximos meses.

No voy a hacer cálculos respecto a la realidad de las horas en que se trabaja, pero sí recordar que España es el único país del mundo desarrollado donde se contempla la «media hora del bocadillo” o del “desayuno«, incluida en la jornada laboral y donde el “cafelito” es un ritual al que nadie renuncia y que nunca figura en las estadísticas oficiales. Según los datos aportados por la Organización Internacional del Trabajo, en la Unión Europea y España trabajan una media de 1.700 horas anuales, Canadá, Estados Unidos y Japón 1.780. Singapur, Tailandia, Malasia y Corea del Sur, 2.100 y en Hong-Kong, 2.222. Nos encontramos por tanto en el podio por el escaso número de horas trabajadas y, peor aún, conseguimos el primer puesto con un rendimiento mínimo en la “zona Euro”, donde casi todos los países triplican la productividad horaria española. Por si fuera poco, a estas cifras hay que añadir quienes han construido sus vidas sobre la subvención por desempleo y quienes, dramáticamente, carecen de él.

Pero, ¿para qué nos vamos a engañar?. En nuestro fuero interno aún se mira al trabajo como maldición divina, y vivir sin dar golpe, cumplir horarios leyendo la prensa o comentando el partido del domingo, obtener una baja laboral prolongada, etc… son prácticas habituales. De igual forma que el fraude fiscal se contempla con irritación y envidia, el laboral no se queda a la zaga. Al trabajo, frecuentemente mal hecho –la chapuza– se añade el simplemente, no realizado: la holganza. Por mucho que los sindicatos acusen a los empresarios, el verdadero adversario del trabajador español es el trabajador extranjero: aquel que disfruta de muchos menos festivos al año, produce con mayor calidad y posee menor intervencionismo sindical de por medio, cobijo donde muchos han preferido la más cómoda y segura misión de liberarse para, sin dar golpe, regular las condiciones de quienes de verdad trabajan.

¿Se puede seguir con esta falsa actividad es un país que carece de productividad frente a sus competidores?. ¿Se puede hacer frente a la actual crisis en estas condiciones?. Salvo que busquemos la riqueza en los juegos de azar o, lo que no es raro, por algún chanchullo más o menos disfrazado de legalidad, el único modo conocido de ganarse la vida es mediante el trabajo. Y además, ha de estar bien hecho. La crisis de multitud de empresas españolas radica en su escaso rendimiento, en que sus productos no tienen mercado por elevados costos, impuestos, contratos laborales, convenios colectivos…y por la escasa laboriosidad.

Si no estamos dispuestos a aceptar estas realidades, a corregir esta holganza nacional, seguiremos engrosando el número de parados y un progresivo descenso en nuestra calidad de vida. Eso sí, estaremos de fiesta, con toros pero quizás sin pan.

EL OCASO DEL ESTADO DE BIENESTAR

Publicado en LA GACETA de INTERECONOMIA el 2 de didiembre de 2011

Nuestro actual Estado de Bienestar, construido tras la Segunda Guerra Mundial, no existe en ningún otro lugar del mundo. Tan solo los europeos occidentales disfrutamos de él. La prosperidad económica iniciada en la segunda mitad del siglo XX permitió que progresivamente el Estado se hiciera cargo de la educación a todos sus niveles, desde la cuna a la tumba: sanidad y educación gratuitas, jubilación, viudedad, horfandad, invalidez, y un largo listado de ayudas en la que vivió una generación de ciudadanos sin necesidad de asumir las preocupaciones que tuvieron sus padres. Las viviendas sociales, las coberturas por desempleo, la jubilación temprana, las subvenciones para el ocio, la promoción de la cultura, la asistencia a discapacitados… todo lo que la sociedad demandaba y los políticos ofrecían, se pagaba con parte de lo que el ciudadano ganaba durante su vida laboral. No era un mal negocio: si el Estado suplía los gastos de educarse o recuperar la salud, la escasez económica por la pérdida de trabajo y garantizaba el bienestar de los más viejos, la vida la podía vivirse día a día, sin preocuparse por el futuro. Solo había que ganar dinero para gastarlo en las necesidades del presente y el ahorro era un valor innecesario.

Durante esos años alegres y confiados la sociedad se acomodó al bienestar, al consumo sin freno, al endeudamiento privado con la seguridad de que el futuro siempre traería más riqueza, mientras los gobiernos atendían generosamente las demandas de prestaciones cada vez más generosas para sus exigentes ciudadanos. El niño lo educa la escuela, todos los estudiantes llegan a la universidad, cualquier enfermedad es atendida con los medios más sofisticados en hospitales de propiedad pública, los días festivos se multiplican, las jubilaciones se disfrutan con viajes a cargo del erario público, si una lesión o enfermedad limita el trabajo, se otorgan vitalicias pensiones de invalidez y en general los derechos superan a las obligaciones. Todo parecía perfecto pero el sistema poseía dos talones de Aquiles. De una parte permitía se olvidaba la conveniencia del ahorro como fuente de previsión. De otra, se sostenía en tanto hubiera una población laboral suficiente para cubrir los gastos. La actual crisis ha puesto en evidencia su debilidad: cuando la situación económica se retrae durante un largo periodo de tiempo, se recauda menos dinero, los gastos aumentan y los fondos de seguridad social se resienten.

Pero existe otro hecho no dependiente de la situación económica: Europa envejece a gran velocidad, y es impensable mantener un Estado de Bienestar sin haberse nutrido durante años con las contribuciones de los más jóvenes. La mitad de la población europea tiene más de 45 años y los nacimientos se han estancado. En un futuro cercano, no previsto por Orwell, nuestros países estarán formados por masas de población envejecida que deberán ser mantenidas por los jóvenes del presente. La pirámide demográfica, con una estrecha base juvenil, está irremediablemente condenada al derrumbe y eso no tiene solución salvo que, milagrosamente, la gente comience a multiplicarse o lleguen contingentes millonarios de inmigrantes. A esto último se le ponen barreras y lo primero es una quimera en una sociedad que retrasa el nacimiento de su primer, y con frecuencia, único hijo. Ya no hay niños e incluso se limitan los nacimientos con la práctica habitual del aborto, mientras aumenta la población de mayor edad. Esa es la realidad más grave.

No hace falta ser adivino para prever lo que ocurrirá en pocos años. El Estado de Bienestar que hemos disfrutado sirvió eficazmente en una época de expansión demográfica que tuvo lugar tras la posguerra, pero la situación actual es radicalmente distinta. Los nacidos durante sus años de prosperidad son los actuales pensionistas y sus hijos quieren mantener los beneficios, aumentarlos incluso, pero con menor esfuerzo y menos impuestos.

Frente al actual derrumbe económico, los gobiernos europeos pretenden evitar el colapso retrasando la edad de jubilación, congelando pensiones y exigiendo más años a los tiempos de cotización para tener pleno acceso a los antiguos derechos. Una propuesta quimérica, si millones de viejos viven muchos más años que cuando se iniciaron los sistemas de cobertura social y requieren mayor atención, en tanto que los jóvenes, se incorporan tardíamente al mundo laboral, con largos años de formación y prolongado desempleo. Como resultado se tiene una ecuación imposible de resolver.

El problema de nuestro bienestar programado no es solo que sea costoso, sino que tiene una derivada peligrosa sobre la sociedad que pretende atender: el mantener un nivel de prestaciones sociales inasumible con las premisas económicas y demográficas empleadas hasta ahora. En consecuencia somos nosotros quienes debemos prepararnos para su inminente derrumbe. Y cuanto más se tarde en asumir esa realidad y pensar en otras alternativas, tanto más difícil será su mantenimiento. Por mucho que desde tribunas políticas y sindicales se diga lo contrario.

NO SOLO ECONOMIA

Articulo publicado l LA GACETA de INTERCONOMIA el 11 noviembre 2011

Con las arcas públicas vacías y endeudadas por la inoperancia socialista, nadie tiene la menor duda de que el futuro gobierno deberá hacer frente a una situación de auténtica emergencia, ante la gravedad de una situación económica que ha conducido a la proximidad de quiebra nacional y el mayor número de desempleados de Occidente. Una preocupada ciudadanía teme reducciones de los sistemas públicos de educación, sanidad y prestaciones sociales, imposibles de mantener si no se reduce el desempleo y se revitaliza la vida económica. La gente ha detenido el consumo y teme por sus ahorros, los empresarios se han visto obligados a reducir su actividad ante la falta de crédito y los bancos intentan sobrevivir a sus deudas, buscando dinero en lugar de prestarlo, mientras todo se paraliza, en un infernal círculo vicioso que conduce al marasmo y empobrecimiento generalizado. Se habla de los gigantescos intereses de la deuda pública, del diferencial con el bono alemán, de la amenazante intervención de la economía española. Para todo el mundo, la percepción del futuro es que la fiesta se ha acabado, que las alegrías de otros tiempos tardarán en regresar y que se imponen años de sacrificio y esfuerzo. Y este deberá ser el sincero mensaje del gobernante si pretende recuperar la confianza perdida, exponiendo con claridad la situación en que nos encontramos, no solo como una maldita herencia recibida, sino como un desafío al que es preciso hacer frente.

Pero, aunque el vil dinero es algo muy serio, serán necesarias también, la toma de medidas inmediatas que permitan asumir los sacrificios que se van a pedir. España precisa acometer con urgencia tres retos fundamentales: la normalización de la justicia, la recuperación de la dignidad nacional y la reforma de la educación.

No existe democracia sin separación de poderes y en nuestro país ésta es casi una quimera. El descrédito del sistema judicial ocupa un lugar destacado en la mentalidad de las gentes. En los últimos años, la justicia ha derivado hacia la servidumbre política, lo que desnaturaliza su misión. Junto a la independencia de los comportamientos judiciales hay que tomar medidas inmediatas que acaben con la algarada callejera permanente, la impunidad y reiteración de muchos delitos llamados “menores”, la lentitud de los procedimientos, el incumplimiento de sus dictados, la permisividad frente a quienes vulneran la convivencia o las constates provocaciones hacia la Jefatura del Estado, bajo la excusa de proteger la libertad de expresión. Existen fronteras que si se cruzan, conducen a futuros inciertos, cuando lo que necesitamos son certidumbres.

En segundo lugar, hay que recuperar el sentimiento de dignidad nacional. Tras humillantes concesiones en aras de una supuesta pacificación, hoy el terrorismo ha alcanzado las metas que se propuso, dejando tras sí casi un millar de víctimas. Un Estado digno jamás negocia con delincuentes ni se rinde a sus amenazas. Ninguna pacificación justifica la claudicación a las demandas de quienes usaron el terror durante décadas dejando tras sí un sangriento reguero de víctimas. La disolución de ETA no puede acabar en pacto alguno, sino con su rendición y el cumplimiento de las penas dictadas por los tribunales.

La recuperación de nuestro dignidad incluye también una revisión del Estado Autonómico, que se ha convertido en un lastre económico inviable en la situación actual, no solo por su costo, sino por haber puesto en riesgo el concepto de unidad nacional, derivando hacia un taifismo de regulaciones, incompatibles con la eficiencia del mundo moderno. Hemos sido testigos de cómo se desprecia el aprovisionamiento energético o se eliminan planes hidrológicos, mientras los representantes autonómicos se enfrentan adjudicándose la titularidad de las aguas, como quien reclamara la posesión de las lluvias o del sol. Hemos soportado el chantaje del localismo y financiado inventadas deudas históricas sin rechistar. La sociedad europea tardó siglos en alcanzar unos niveles equiparables de derechos y obligaciones comunes pero hemos descuartizado la Constitución en 17 interpretaciones, donde se cuestionan los símbolos únicos y se cede ante las demandas de cualquier nacionalismo que reniega de España. Es una labor que otros países ni se cuestionan, donde cualquier ciudadano carece de las dudas existenciales que envenenan nuestra convivencia.

Finalmente, debe acometerse como prioritaria, la reforma de la educación, donde asienta la mayor riqueza de un país moderno, cuando las materias primas y la producción masiva de bienes ya no son patrimonio del mundo occidental. Una gran parte de nuestra lamentable política educativa procede del vergonzoso nivel formativo de la enseñanza secundaria, desorientada por continuos vaivenes, donde los informes periódicos elaborados por la Unión Europea repiten las señales de subdesarrollo que nos lastran: insuficiente base en matemáticos y ciencias afines, ausencia de bases humanísticos, incapacidad de expresión hablada o escrita y mínimo conocimiento de idiomas en un mundo globalizado.

No todo es por tanto economía, aunque en la mente de todos está la necesidad de medidas decididas que reaviven la actividad de un país al borde de la quiebra por ocho años perdidos, que ha dejado tras sí una quinta parte de su población activa en el desempleo.

Casi nada.

¡AY DE LOS VENCIDOS!

Publicado en LA GACETA de INTERECONOMIA de Madrid, el 30 de octubre de 2011

Durante los últimos años de la era socialista de Felipe González, la corrupción traía todos los días un nuevo escándalo a las primeras páginas de la prensa. Aún quedan en la memoria los casos Roldán, los desfalcos del Boletín Oficial del Estado o las maniobras económicas del Gobernador del Banco de España, que llevaron a prisión a sus protagonistas, mientras simultáneamente subía el desempleo, se devaluaba la moneda en cuatro ocasiones y las arcas de la Seguridad Social amenazaron quiebra.

Hoy, la situación se repite. El mismo personaje que hace años exigía al Gobernador del Banco de España que le mirase directamente a los ojos mientras le acusaba de turbias maniobras, ha conducido a la ruina a una Caja de Ahorros, dejando tras sí un pozo millonario de endeudamiento. En Valencia, la consejera que el Gobierno colocó para vigilar la gestión de la CAM, se retira con una pensión anual de más de medio millón de euros. En Andalucía, los EREs de empresas que llevan al paro a miles de trabajadores se acompañan con millonarias indemnizaciones a políticos que jamás trabajaron en las mismas. En La Mancha, las deudas muestran cada día el abismo de un pozo sin fondo. En Extremadura se cuentan por millares los militantes socialistas que se beneficiaron de empleos insustanciales. Y en todas las Comunidades Autónomas donde el PSOE ha gobernado, queda un agujero negro de deudas millonarias, gran parte de las cuales ni siquiera habían sido concedidas con conocimiento parlamentario.

Muchos dirigentes políticos han aprendido a no robar directamente de las arcas públicas, pero utilizan procedimientos más sutiles para obtener sus propios beneficios, sin correr el riesgo de acabar directamente en prisión, como ocurrió con Roldán, Salas, Mariano Rubio y tantos otros. Se ha sustituido el acceso directo a la caja del dinero por la distribución generosa de contratos inútiles, subvenciones a familiares y empresas de amigos , sospechosos encuentros furtivos en gasolineras o el blindaje de sus propios sueldos millonarios mientras se dejaba en suspenso el pago de lo más necesario. Todo ello, acelerado en los últimos meses, cuando la crisis económica provocaba estragos y se adivinaba un posible cataclismo electoral. La codicia del gobernante que desprecia los mecanismos de control, aprovechando la inutilidad de los mismos y la pasividad de la Justicia, ha conducido a que a una situación económica en crisis se añadan los daños provocados, no solo por la ineficaz gestión, sino además por la malversación de los caudales públicos. Partiendo de la creencia de que el “dinero público no es de nadie”, España ha sido en los últimos años un puerto de arrebatacapas, donde cada gobernante hacía lo que le venía en gana con el dinero que disponía o del que, sencillamente, no disponía. Tanto para gastar en aceras el importe congelado de las pensiones, como para construir aeropuertos sin tráfico, AVEs sin pasajeros o subvencionar cualquier esperpéntica iniciativa.

El Derecho contempla la imagen del administrador que malversa los caudales o falsifica los datos y debe afrontar personalmente su responsabilidad ante la Justicia. Ahora comienza ya a hablarse de las responsabilidades penales personales que estos actos pueden conllevar. Me temo que inútilmente. Con la excusa de la figura sacrosanta del político, aforado en su escaño y protegido por sumisos administradores públicos que dieron el visto bueno a muchos desafueros, va a ser difícil exigir responsabilidades. Y afirmando que la mala gestión se paga electoralmente, nos conformamos con enviarles a la oposición, aunque su gestión haya supuesto la ruina de millares de empresarios y el desempleo de la cuarta parte de la población, mientras ellos mantienen sus generosas pensiones o indemnizaciones millonarias.

Pero descuiden, aquí no existirá el “¡ay de los vencidos!”. Quienes dirigieron la política económica de España en los últimos ocho años, quienes durante décadas gobernaron La Mancha, Extremadura, Andalucía, quienes han llevado a la ruina a Cataluña, quienes han provocado un desmán de irregularidades en Baleares, encuentran su futuro asegurado en confortables y bien remunerados retiros, ya que al menos, no tienen la desvergüenza de intentar su regreso afrontando una segura derrota electoral.

¿Qué responsabilidad penal se va a exigir hoy a los dirigentes del Tripartito catalán, con Montilla y Carod al frente, por provocar la ruina de Cataluña?. ¿Cuáles van a asumir Bono o Barreda tras su paseo imperial por La Mancha, a Rodríguez Ibarra en Extremadura o a Chávez y Griñán en Andalucía por sus repartos de mercedes entre los afines?. ¿Qué responsabilidad tiene un Gobernador del Banco de España que no vigilaba la deriva ruinosa de las Cajas de Ahorros y los escandalosos repartos de dinero entre sus directivos?. ¿Quién, por último, pedirá responsabilidades al Tribunal de Cuentas o al Fiscal General del Estado por no iniciar investigaciones ante evidentes malversaciones de los caudales públicos?. Nadie. Nunca pasa nada. Y en consecuencia, con el tiempo volverán a ocurrir hechos similares, como una siniestra maldición recayendo en ciclos sobre un país sumiso, que desde hace mucho perdió su sentido ciudadano y aceptó convertirse en siervo.

EL FIN DE UN MAL SUEÑO

Publicado en EL DIARIO MONTAÑES, 30 octubre 2011

Al parecer, obligado por las circunstancias económicas y con toda sensatez, el actual Gobierno de Cantabria ha decidido abandonar definitivamente la construcción del discutido proyecto de Moneo. El anuncio de esta medida constituye todo un signo de sensatez en los tiempos que corren.

La iniciativa que se tomó hace años fue muy discutida desde el principio, tanto por su ubicación, como por su gasto y por sus características arquitectónicas. Por mucho que se alabe la genialidad del diseño, el señor Moneo proyectó para Santander un remedo del hotel Hilton de Praga, como puede apreciarlo cualquier visitante de la capital checa. La ubicación constituía un mazazo urbanístico encajando un gigantesco cubo acristalado que reflejaría en sus muros las fachadas de los edificios circundantes, sin belleza alguna, y el resultado era similar a encajar la pirámide de Keops entre calles estrechas, carente de perspectiva, que obligó a reconsiderar sus dimensiones y forzar cambios en las normas urbanísticas de la ciudad. Finalmente, su costo desbordaba las posibilidades económicas de una comunidad en vísperas de una crisis que todos, salvo los dirigentes políticos, preveían.

El despropósito de construir el proyecto ideado por Moneo en esa zona, se ha acompañado acompañó de otras medidas sin sentido, la peor de las cuales fue el derribo del antiguo palacio de la Diputación, un edificio que sí poseía características nobles y que podía haber sido destinado a albergar el continuamente demandado Museo de Prehistoria u otro organismo que exigiera un marco noble. En su lugar, hoy tenemos un magnifico solar al que se busca comprador o se convertirá en zona ajardinada.

El desaguisado de las decisiones tomadas por quienes decidieron su construcción, su reforma, el derribo del palacio existente, la construcción del llamado “Anexo provisional ” y finalmente, la parálisis de la obra, constituye toda una muestra de lo que nunca debió hacerse y la falta de previsión económica de los responsables de las cuentas públicas de Cantabria.

No ha sido un caso aislado. La anterior administración autonómica se caracterizó por su afán de dotarse de espacios para sus sedes, añadiendo a sus ansias de expansión, numerosas obras y alquileres, como la Casa de Piedra para una Consejería de Economía que consideró insuficiente las modernas instalaciones del viejo Palacio Macho, la desmesurada construcción del hospital Valdecilla, o la reconversión de un edificio para Archivo y Biblioteca en plena época de Internet, mientras la crisis económica paralizaba toda las obras públicas.

Hoy, el proyecto de Moneo queda felizmente abandonado y en su lugar se contempla el aprovechamiento de otros edificios sin uso en la actualidad, como el Banco de España, o la utilización de zonas que demandan dotaciones, como los amplios y bien comunicados espacios de las Llamas o el Parque Tecnológico.

Por fin, finalmente, se pone fin a una política de construcciones desmesuradas que pretendía igualar la riqueza de una comunidad creyendo que esta se mide por el tamaño de sus edificios públicos, mientras la economía de la misma languidece por falta de inversiones y gastos inútiles. Quienes en su día proyectaron el edificio de Moneo han reconsiderado la idea inicial y quedan perdidos el tiempo y las inversiones gastadas. Y sobre todo, un mal sabor de boca que estaba en la mente de todos cuando se contemplaba cómo las máquinas destruían para siempre el noble palacio de la antigua Diputación para convertirlo en un solar, mientras la crisis económica mostraba la parálisis de obras públicas, muchos mas importantes en nuestra Comunidad.

Cuando creemos que el dinero público no es de nadie, cuando se invierten fondos públicos en empresas fantasmagóricas, cuando se subvencionan proyectos de dudoso futuro, el final suele acabar en desastre o en la necesidad de acabar con los sueños faraónicos y poner los pies en tierra. El buen gobernante hace eso en vez de clamar por deudas históricas, llorar por inversiones inadmisibles en tiempos de crisis o lamentarse por la escasez de los dineros, que le impiden crecerse en gloria y boato.

Muchos tendrían que tomar nota de lo realizado, aunque ninguno asumirá su responsabilidad. Eso denlo por hecho.

NUESTRO COMETA HALLEY

Publicado en LA GACETA DE INTERECONOMIA, el 12 octubre 2011

          Dicen los astrólogos que el cometa Halley suele anunciar desgracias. Su maldición llegó a España sin que hubiesen transcurrido las cinco décadas fijadas para la próxima visita del maldito visitante cósmico.

          Aquella conjunción planetaria que suponían los gobiernos de Zapatero y Obama está terminando su ciclo. Lo que se inició con la entusiástica predicción de la astróloga oficial, proclamando un futuro esplendoroso, ha devenido en un mundo en quiebra, donde se tambalean las grandes economías y la incertidumbre invade los países que se enorgullecieron de un euro brillante o del todopoderoso dólar.

           El dirigente español de uno de los planetas emergentes en ese universo de progreso, afirmaba poseer la mejor banca del mundo, y tras haber alcanzado a “su amigo Berlusconi”, se preparaba para morder los talones a la economía francesa. No hubo despedida con su alter ego de conjunción planetaria de quien la única sonrisa la obtuvo junto a sus góticos retoños. La Moncloa jamás fue visitada por el presidente americano, quien como gesto más cordial le dirigió un “Hola, amigo”, en una olvidada reunión de dirigentes europeos. Mientras se organizaban “alianzas de civilizaciones” con Angola, Mongolia, Cabo Verde, Nigeria, Kazajistán, Venezuela y Turquía, quedaban para el pasado los acercamientos a las naciones punteras del mundo. Se había despreciado a “una tal Merkel”, se había hecho campaña contra Sarkozy, se había insultado a Blair, se dejó plantado al presidente de Polonia en un aeropuerto, se abandonó a los aliados en Iraq, se llamó a una sedición contra la política americana en Túnez, se plegó ante Marruecos y de Putin recibió una sonora reprimenda. A la vez, nuestro ínclito dirigente sideral, proclamaba en Dinamarca que la tierra pertenece al viento y tras hacer el ridículo ante cerebros de la economía en la cumbre de Davos buscaba un asiento prestado en el G-20 y exponía al mamarracho de MIguelín como ejemplo de la nueva España.

          Cuando la ola de la crisis llegó a estas costas, alardeó de tener la banca más sana del mundo mundial, a la que ayudó con 30.000 millones de euros del dinero público – ese que no es de nadie, pero que ponemos todos — y la solución consistió en vender las reservas de oro en su momento más bajo e invertir más de 4.000 millones en reconstruir las aceras de todos los pueblos de España, mientras abría las puertas a millones de inmigrantes para subvencionarlos cuando el paro iniciaba su sombra siniestra entre la población. Como ejemplo de política social se reducían las prestaciones sociales, se recortaban los salarios, se dictaban leyes sobre infaustas memorias históricas o se subvencionaba a los afines y a sindicatos domesticados. Pero las malditas agencias de calificación, no cejaban. Un día, se hundió Grecia, luego siguieron Irlanda y Portugal… y España aguardaba su turno, mientras la otra esfera sideral, conducía a la economía americana a su peor situación desde hace décadas con más de la mitad de quienes le votaron renegando de haberlo hecho.

          Nuestro dirigente cósmico, no tuvo tiempo ni para despedirse de lugares donde fue recibido a hurtadillas. No se recuerdan sus actos en los despachos de Londres, Paris o Berlín. En Roma, Berlusconi le dejó plantado entre risas. Su reunión más recordada con Sarkozy ocurrió en un hangar de Barcelona, para recoger a los rehenes liberados por la gestión del dirigente francés. Jamás recibió los cuerpos de quienes murieron en Afganistán o Líbano, pero acogió a un presidente boliviano de jersey raido y al tirano Chávez que amenazaban los intereses económicos de España. Le encantaron los chinos, a quienes pretendió engañar como tales y en su última fantasía presumió de obtener millones del adinerado Qatar. Jamás tuvo un gesto de simpatía hacia Israel, pero si rindió honores al sátrapa Gadafi y sonrió satisfecho al tirano sirio. Retiró tropas de Iraq para enviarlas masivamente a Afganistán. Negoció con terroristas etarras y les facilitó el acceso a las instituciones vascas. Condujo a la derrota electoral a las arruinadas comunidades que había gobernado durante décadas. Provocó el desmembramiento del país con su concepción de España, como concepto “discutido y discutible” y se rodeó de los políticos menos capacitados para transformar una sociedad, cuyo cambio nadie le había pedido, pero que fueron capaces de hundir una economía brillante y generar cinco millones de desempleados.

          Al final, el deslumbrante dirigente sideral se apagó, con el rictus de su sonrisa fosilizada, abandonando un escaño que no volverá a ocupar y con la aspiración de inspeccionar las nubes, tendido en una hamaca. Todo un genio de la política. Todo un ejemplo de dirigente mundial.

         Menos mal que al cometa Halley no se le vuelve a esperar hasta el año 2061.

REFLEXION SOBRE LA UNIVERSIDAD

Articulo publicado en LA GACETA de Intereconomia el                                                                               domingo 2 octubre  2011

Cada vez que algún político, en este caso la Presidenta de la Comunidad Autónoma madrileña, lanza una nueva idea, se desata una tormenta. El simple hecho de sugerir si el Estado deba plantearse asumir los costos de la especialización tras acabar los estudios superiores ha abierto la caja de los truenos.

La función social de la Universidad posibilita el acceso a estudios superiores a quienes deseen realizarlos, y los propios centros universitarios limitan el acceso generalizado mediante un sistema de plazas limitadas y la exigencia de unas mínimas calificaciones académicas que seleccionan a los alumnos.

Desde hace años, esta restricción lógica ha sido desbordada por una política educativa que ha premiado el “derecho” a una educación superior sustituyendo al mérito, buscando el igualitarismo y olvidando la misión universitaria de formar a los más dotados intelectualmente.

La Universidad tiene una doble misión, docente e investigadora. Ambas están pobremente atendidas por el Estado. Este debe velar por la calidad de la enseñanza superior y acreditar a quienes sean capaces de darla, pero no hay razones para que se erija en protagonista exclusivo frente a alternativas privadas con iguales garantías docentes. ¿Debiera, por la misma razón, ser el responsable único de cualquier proyecto investigador?. Aunque hoy existen 47 universidades públicas y 42 privadas, éstas son inaccesibles para una gran parte de la sociedad, lo que no ocurriría si la política de becas fuese dirigida hacia la generosa dotación de los más capaces para que libremente elijan sus estudios y el centro donde deseen formarse.

No ocurre lo mismo con las iniciativas públicas que facilitan la titulación universitaria de quienes comparten trabajo y estudio. La UNED ha experimentado en pocos años un crecimiento espectacular sin limitaciones de acceso libre a los estudios deseados. Aquí, ciertamente, no puede esperarse la colaboración de la iniciativa privada pero curiosamente, esta actividad docente se considera marginal, despreciando su inmensa labor social.

En España se destinan casi 3.000 millones de euros a la educación superior cuyo costo corre a cargo de todos los ciudadanos. Una parte importante se destina a la concesión de becas primando su número, en vez del importe. Pero mientras en la última década, éstas han aumentado más de un 20 %, también se ha incrementado en la misma proporción el número de docentes. Como consecuencia, la masificación del alumnado se está trasladando también a la del profesorado, en tanto que la inversión en medios técnicos, laboratorios o áreas de prácticas, se mantiene en los niveles de hace años.

Con todo, lo peor es la pobre calidad de la formación: el centro español más valorado, la Complutense de Madrid, se sitúa en el puesto 157 del ranking mundial, mientras las universidades de Estados Unidos, Canadá y numerosos países europeos concentran el mayor prestigio. Curiosamente, el país preferido por los adolescentes de Europa para realizar los cursos Erasmus, solo acoge un ridículo 2 % de alumnado extranjero universitario, lo que constituye una muestra de la pobre atracción de nuestros estudios superiores. La Universidad española, pese a la excelencia de sus docentes y la herencia de una paupérrima educación media, está anquilosada desde hace años con cátedras permanentes, multiplicidad de centros impartiendo las mismas materias, programas con inflación de asignaturas, raquitismo en la investigación y ausencia de iniciativas empresariales que la apoyen.

¿Qué sentido tiene dedicar un inmenso esfuerzo económico para mantener masificadas universidades, enseñanzas obligadamente teóricas por carencias de medios prácticos y sobre todo, para formar un alumnado en estudios que nunca deseó o destinado a ejercer trabajos para los que no se ha preparado con la consiguiente desmoralización?.

La insuficiente formación universitaria se refleja en la proliferación de cursos master, que elaboran sus programas, buscan su propio profesorado y seleccionan a los mejores alumnos. La tentación de que sea el Estado quien asuma protagonismo es precisamente lo que ha cuestionado Esperanza Aguirre al preguntarse por qué debe pagar el ciudadano con sus impuestos las consecuencias del fracaso de la propia administración .

Cuando en época de crisis se replantea la supervivencia del Estado de Bienestar, cuando se acepta la concertación con centros no estatales en la Enseñanza Primaria y Secundaria, debiera considerarse la apertura de la responsabilidad individual y la iniciativa privada en la formación superior y la posterior especialización. Y esto es lo que ha venido en señalar la Presidente de la Comunidad Autónoma madrileña, pero ya se sabe que cualquier innovación que rompa con el pensamiento único del totalitarismo o la búsqueda de la excelencia por encima de los “derechos generalizados” a una enseñanza superior será siempre materia de escándalo para lo políticamente correcto.

Opiniones libres