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CARTA DESDE ATENAS

Publicado en Diario Montañes, el domingo                                                                    11 septiembre 2011

Atenas sigue siendo la ciudad abrasada por un sol resplandeciente sobre un mar de edificios blancos, entre la meseta rocosa de la Acrópolis siempre envuelta en andamios, ahogada en un tráfico caótico de taxis amarillos y calles con aceras degradadas por el abandono de años mientras el viejo barrio de la Plaka, se inunda de avalanchas de turistas en busca de recuerdos baratos.

Pero este verano la alegría ha desaparecido y la crispación domina el bullicio de los viejos tiempos. Las conversaciones se centran obsesivamente entre la crítica al gobierno y la desesperanza. Los comercios exhiben las lunas rotas de sus escaparates, esperando que la siguiente lucha callejera del atardecer complete los destrozos. Por las calles deambulan millares de búlgaros, albaneses e inmigrantes orientales, y crece una xenofobia amenazadora. Existe una irritación generalizada y nadie sabe cómo se podrá sobrevivir bajo la sombra de un futuro angustioso que ha llenado el sentimiento de la población.

–Esto ya no será nunca Europa. Volvemos a ser Oriente—nos dice el                 taxista.

Y nos muestra los magníficos edificios construidos hace años para celebrar la Olimpiada, sin uso alguno desde su inauguración.

–Ese es el estadio y aquella, la piscina olímpica. No han vuelto a                          usarse, aunque tienen centenares de empleados.

La situación es aterradora. La subida del IVA, la reducción de asistencia social, el despido de funcionarios, la disminución de pensiones, los impuestos especiales de recargo, la nula inversión pública, la huída masiva del capital privado, amenazan convertir a Grecia en una sociedad sin capacidad de recuperación. Hoy es un país hundido en deudas y sus gentes lo han descubierto de golpe a ka espera de la quiebra generalizada.  El euro les equiparaba a las demás naciones europeas, bajo una fiscalidad fantasma y gozando de una riqueza sin esfuerzo. Han vivido bajo la quimera del bienestar, con funcionarios bien pagados, pensionistas generosamente subvencionados y políticos corruptos. Ahora todo se desvanece.

Más de la mitad de la población se agolpa en la masificada Atenas, mientras el resto vive en pequeños pueblos practicando una agricultura casi autárquica y actividades de mínimo valor añadido. No hay industrias ni comercio competitivo. Aunque el turismo es la principal fuente de ingresos, ahora está amenazado por el alza de precios.

–Bruselas lo sabía y seguía dando dinero. Ahora sus banqueros nos                    ahogan.

El futuro es desolador. Han perdido toda esperanza y saben que se hundirán en la pobreza, pero sin reconocer sus propias culpas. Desde que ingresaron en la UE, utilizaron el valor del veto político en decisiones que requerían unanimidad a cambio de subvenciones generosas. Y los políticos emplearon las riadas de dinero para pagar los salarios de millares de funcionarios que les votaban, conceder fáciles subvenciones, construir estructuras inútiles y enriquecerse en un mar de corrupción generalizada, mientras el pueblo aplaudía disfrutando una riqueza ficticia. Al final, la realidad ha mostrado en qué acaba un sueño. Y eso se respira en la Atenas de este verano de 2011. La irresponsabilidad de sus gobernantes y los ciudadanos que los sustentaban han convertido Grecia en un país empobrecido, cuya inmensa deuda pesará como los mármoles del Partenón sobre el futuro de sus gentes: deberán devolver en dos años, 150 euros por cada 100 recibidos de la Unión Europea, mientras los sueldos caen en picado y aumenta el desempleo.

Cuando abandono Atenas, hundida en un futuro de pobreza y odiando a sus gobernantes, pienso en nuestros ayuntamientos y Autonomías, dirigidas por políticos reclamando competencias para sus feudos, colocando a sus amigos en empresas públicas, empleando el dinero en inversiones inútiles y dejando sus comunidades, con las cuentas falseadas, ahogadas en deudas. Y con ciudadanos que olvidaron en qué consiste el ahorro, acostumbrados a que el Estado asuma todas sus demandas. Como hizo Grecia durante décadas.

¿Habrá que afirmar, como el taxista griego, que esto tampoco es Europa, que Africa empieza en los Pirineos?

EL TESTIMONIO DE UNA FOTO

Articulo publicado en LA GACETA de Intereconomia el 25 agosto 2011

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Hay fotografías que merecen un premio especial por reflejar, en una fracción de segundo, aspectos sórdidos del mundo en que vivimos. Todos recordamos aquella del buitre aproximándose a un niño a punto de morir de hambre. O la del vietnamita ejecutado con un tiro en la sien en plena calle. O la del soldado republicano abatido en un frente olvidado, que inmortalizara Capa.

Hace unos días, un oportuno reportero ha mostrado una instantánea atroz por su significado: un individuo disfrazado de transexual, tras una bandera gay, amenaza a varias chicas arrodilladas, mientras estas se recogen en oración ignorando los insultos y procacidades del desecho humano que vocifera, babeando sus amenazas. La fotografía fue tomada en la puerta del Sol, durante la reciente visita papal a Madrid. El momento congelado, invita a pensar qué hubiera ocurrido si el encuentro hubiese ocurrido sin testigos, si el odio reflejado en el rostro del miserable hubiera podido materializarse en lo que pensaba.

La escena no es nueva. Ocurrió en muchas ocasiones en tiempos pasados. Hace casi dos mil años, en la antigua Roma, se desencadenaron sangrientas persecuciones hacia la Cristiandad primitiva. Miles fueron martirizados por defender su fe y no compartir las creencias de un mundo pagano. E imaginé una escena similar, donde el verdugo amenaza a sus víctimas, mientras estas oran, esperando el martirio. Exactamente lo que, de seguro, hubiese deseado revivir el energúmeno protagonista de la foto, símbolo de la intolerancia atea y de la estupidez asesina.

Para muchos, el ateísmo se entiende como militancia agresiva contra todo lo que implique espiritualidad, especialmente si esta es católica, y frente a cualquier muestra de religiosidad, se alza la intolerancia hacia las mismas. Sorprendentemente, ese odio hacia el catolicismo se acompaña de banderas republicanas y enseñas de orgullo gay. Se identifican algunas posiciones políticas con el rechazo religioso y se utilizan como señas de identidad disfraces de enfermiza homosexualidad. Ya no se limita a prohibir la expresión pública de la fe, sino a organizar manifestaciones paralelas de escarnio. No hace mucho se mofaron de los actos de Semana Santa con esperpénticas procesiones que remedaban el credo de los fieles y las capillas universitarias eran asaltadas por grupos de jóvenes cuyas alternativas se mostraban en pintadas soeces y stripteases mamarios.

El siglo XIX y buen parte del XX unieron el anticlericalismo con la ideología política, empecinados en creer que la religión suponía un freno para el mundo moderno. Esos movimientos acabaron en nuestro país con miles de personas asesinadas por sus creencias durante la Guerra Civil, donde tuvo lugar la mayor persecución religiosa desde la época de Diocleciano. Pero también ocurrió durante las décadas estalinistas, bajo el nazismo, en la China de Mao, en Camboya y en olvidadas matanzas del continente africano. Nunca hubo nada similar en países democráticos, republicanos o monárquicos, y solo estalló en sangrientas represalias bajo la insignia de hoces, martillos o esvásticas infames que jamás reconocieron sus crímenes. Ahora, aquí, reaparecen los odios centenarios.

Aunque una cosa es proclamarse ateos y otra distinta es convertir esa creencia en una cruzada destructora, amparada en la procacidad del lenguaje o la indumentaria de sus protagonistas, al día de hoy aún se espera una condena de esos comportamientos por los miembros de la moderna militancia atea, por los colectivos feministas tan celosos defensores del respeto hacia las mujeres o por los homosexuales que han visto a su bandera formar parte de la ignominiosa escena.

La fotografía que ha ocupado portadas es una buena muestra de lo que se busca: la destrucción física de cualquier creencia o modo de vivir que no comparta la anarquía de la moderna militancia atea. En este caso, el energúmeno que amenazaba a las jóvenes peregrinas, es el símbolo evidente de la alternativa que algunos nos proponen. Frente al orden y la alegría, el enfrentamiento y el odio. Frente los mensajes de amor y paz, la agresión y la intolerancia. Frente a la oración, el insulto. Para muchos desdichados, dos modos de entender la vida y ofrecernos un futuro.

¿Alguien tiene dudas sobre la elección?.

TERRITORIO COMANCHE

Articulo publicado en LA GACETA de INTERECONOMIA ( 13 agosto 2011)

Viaje usted al territorio comanche, a la reserva salvaje en que se ha convertido el País Vasco. Disfrute de sus playas, sus valles y su gastronomía, forastero.

Después de casi cuatro décadas, ETA ha ganado. En el camino hemos dejado casi mil muertos y nadie recuerda cuántos heridos. Todo ha acabado con una simple rendición frente a quienes hicieron del terror su arma política. Si hacemos memoria, las primeras víctimas fueron antiguos alcaldes, policías y guardias civiles… — “algo habrá hecho” — y pronto fueron seguidos por secuestros previos a ejecuciones en bosques. Después se pasó al empleo del coche bomba que eliminaba sin distinción a militares, civiles y niños, en casas cuartel, un supermercado, un aeropuerto o una calle. El siguiente paso fue el asesinato selectivo de políticos. Y continuó la matanza, mientras se alternaban treguas y excarcelaciones.

Para apaciguar a la bestia, se comenzó con expatriaciones, seguidas de varias amnistías, luego con la concesión de todo lo que solicitaban sus cómplices para su autonomía, y se acabó claudicando ante cualquier signo de presencia nacional, desde una bandera hasta el cumplimiento de las leyes, mientras se liberaban presos a cambio de falsas promesas de reinserción. Todo en vano. La sangre de los muertos, la dignidad del Estado, el cumplimiento de la ley es algo ignorado más allá de Pancorbo, donde comienza el territorio comanche del horror.

¿Para qué han servido tantos años de sufrimiento, pomposas declaraciones políticas de condena y manifestaciones públicas contra el terrorismo?. ¿De qué valieron las concesiones hechas?. Sencillamente para que al final, ETA ganara. Los hijos del nacionalismo, han comenzado a recoger las nueces del nogal apaleado. El actual presidente de la Diputación de Guipúzcoa ha sustituido a un olvidado Araluce, ametrallado junto a sus escoltas en mitad de una calle céntrica de San Sebastián, hoy capital cultural europea. Toro Sentado se ha convertido en presidente tras masacrar al general Custer en Wounded Knee. Las cabelleras cortadas, hombres, niños y mujeres, son ahora los trofeos que sustituyen al retrato del Rey o la bandera española.

Hoy el País Vasco es territorio comanche donde los nuevos sheriffs imponen su ley. Allí vive una sociedad que siempre miró hacia otra parte mientras los asesinos cumplían su labor. En sus bosques se ejecutaron al empresario Barazadi, al ingeniero Ryan, al farmacéutico Barrios, al concejal Miguel Angel Blanco. En sus pueblos, se encerraba bajo tierra a Ortega Lara y otros secuestrados. En sus cafés murieron multitud de policías, periodistas, militares, empresarios, concejales y alcaldes. En sus tabernas se recogía el dinero para comprar explosivos, y se seguía jugando al mus mientras alguien moría desangrado en una acera próxima o se brindaba por el nuevo atentado. En sus iglesias obispos y curas negaban funerales a las víctimas. En sus escuelas se enseñaba la pureza del Rh vasco y se fraguaba el odio. En sus estadios deportivos se jaleaba a los asesinos. De su universidad partía la kalebarroka nocturna y se concedían títulos a los etarras encarcelados. En sus ayuntamientos se colgaban los retratos de los asesinos y se arriaban las banderas de España. Aquella sociedad contemplaba condescendiente cómo sus cachorros luchaban por la patria vasca y cubiertos con capuchas, prometían socialismo y libertad.

Mientras tanto, íbamos a buscar a los asesinos en el centro de la tierra, pagarían sus culpas hasta el último día, no se cedería al chantaje, tendríamos siempre presente la memoria de las víctimas… O, más ridículamente, se condenaba la violencia “viniese de donde viniese”. En los tribunales se dictaban condenas milenarias, y los presos amenazaban a sus captores y jueces. Y así durante cuatro décadas.

Al final, casi un tercio de guipuzcoanos, vizcaínos, navarros y alaveses, han elegido a los asesinos, porque la gloria de la patria vasca es lo más sagrado de sus vidas y se festeja el triunfo a la sombra de una bandera tiznada de crímenes exhibida en balconadas junto a retratos de bravos gudaris que, desde sus cárceles, esperan turno para volver al territorio comanche.

No sé a ustedes, a mí me produce asco.

AHORA SIRIA

Articulo publicado en LA GACETA de INTERECONOMIA
.-1 agosto 2011

Mientras en Libia los aviones de la OTAN siguen lanzando misiles contra objetivos leales a Gadafi, permanece abierto otro foco de tensión en Siria, al fondo del Mediterráneo. En el ardor del verano su población es reprimida por un tirano sin que, por el momento Occidente haya movilizado un músculo. Y desde hace semanas las víctimas han dejado de ser noticia

Todo comenzó con la caída del sha de Persia, durante la desgraciada presidencia de Carter, cuando el mundo contemplaba con más temor la amenaza nuclear de la guerra fría que la estabilidad del mundo árabe. Por entonces la única pieza insegura era un Estado judío incrustado entre musulmanes.

Pero tras la llegada de los ayatolás fundamentalistas a Irán, el radicalismo islamista hizo su aparición. Primero ocurrió la destrucción del Líbano, único país moderado de Oriente Próximo. Después el terrorismo generalizó su presencia. La explosión del vuelo de la Pan Am y otros atentados mortales amparados por Gadafi fueron castigados con un bombardeo sobre Trípoli en la época del presidente Reagan. Pero la llama se había encendido. Kuwait señaló un nuevo jalón, al que siguieron las bombas en discotecas, plazas y embajadas a lo largo y ancho del mundo. El acto final fue la matanza de las Torres Gemelas en Nueva York.

Occidente, se introdujo en el avispero iraquí y continuó con la intervención en Afganistán. Y allí sigue, con Bin Laden muerto, pero con los ejércitos aliados empantanados en las secas mesetas, donde los talibanes se refuerzan, mientras preparaban la evacuación del territorio y contemplan de reojo qué puede ocurrir si Pakistán, el mayor país musulmán del mundo, estalla.

Desde hace meses arde toda la ribera mediterránea. Túnez, Egipto, Libia, Siria y los países que rodean a Arabia Saudita –Jordania, Bahrein, Yemen, Omán, — son bombas cuya espita ha sido encendida. ¿Qué hay tras ésta insurrección global? . En Occidente se señala el anhelo de libertad pensando que es su imagen lo que envidia la población de estos países. Más parece que lo buscado es una identidad propia ajena a los patrones de democracia usados en nuestro confortable mundo.

Hasta ahora, la libertad en el mundo árabe se ha entendido como la posibilidad de derribar a un sátrapa para sustituirlo por otro, la mayor parte de las veces, aún más radical. . Así ha ocurrido en el último medio siglo. Y en la actualidad, tras esas revoluciones sin liderazgos moderados, se teme la presencia de los seguidores de Al Qaeda.

El mundo islámico está asentado sobre un patrón político medieval, asociado a las riquezas y medios tecnológicos del siglo XXI y una masa de población con escasa formación y pobres recursos. Su conversión a los parámetros contemporáneos difícilmente puede conseguirse con la fuerza, sino no es con el convencimiento de las conciencias. Occidente precisó superar sus propias guerras de religión, admitir los derechos humanos, reconocer la representatividad constitucional y separar el pensamiento político del religioso.

Mientras tanto Occidente, prepara su retirada de Afganistán, maldiciendo el momento en que se decidió una intervención terrestre. Y la OTAN, sin objetivos definidos desde la caída del Muro de Berlín, juega a la guerra sobre los cielos de Libia, esperando el lado del que se decante la suerte del país, donde fluye el petróleo más cercano a Europa. A Estados Unidos la intervención le cuesta cada día 100 millones de dólares y no lejos deben andar Francia e Inglaterra u otros países de la Alianza Atlántica, sumidos en la actual crisis económica.

Siria, el país por el que los oleoductos del petróleo iraquí llegan al Mediterráneo, es solo un vecino incómodo para Israel. Y nadie va a mover un dedo para derrocar a un tirano, aunque existan 3.000 desparecidos. Como nadie lo hizo mientras los kurdos eran gaseados pro Iraq. Por muchos civiles muertos que aparezcan abandonados en mitad de una calle de Damasco.

Un asunto son los principios y otro, las cosas de comer.

UNA SOCIEDAD ENFERMA

Articulo publicado enel diario de Madrid LA GACETA
el viernes 17 de junio 2011

«Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y además tendréis la guerra» .- Winston Churchill

El famoso reproche que Churchill dirigió a Chamberlain por haber cedido a las demandas nazis en aras de una supuesta pacificación, merece recordarse tras lo ocurrido en las últimas elecciones en el País Vasco y Navarra.

La presencia masiva de votos a favor de Bildu, una organización que a su nacionalismo extremo añade la justificación de la violencia etarra, responsable de casi mil muertos, es la expresión de un sociedad enferma. Aunque se culpe al reincidente Tribunal Constitucional el haber permitido el acceso a las instituciones de las listas proetarras, el hecho más significativo es que más de 300.000 vascos han apoyado su presencia, en algunos lugares de forma mayoritaria. Esta situación es el resultado de un visionario entendimiento de la convivencia promovido por los responsables políticos que, desde hace décadas propician la educación nacionalista y el odio en las ikastolas y de gobiernos pusilánimes, que claudicaron ante principios éticos irrenunciables.

Bildu se ampara, no solo en sus votantes, sino en la complicidad del PNV y de quienes arcangélicamente siguen creyendo que la libertad incluye el derecho a amenazar a quienes no piensan igual. Desde hace años el País Vasco muestra, de forma reiterada, su apoyo a quienes han hecho de la lucha armada su ideal independentista. Cuando una cuarta parte del electorado, sostiene a quienes han hecho del asesinato y la extorsión su modo operativo, cuando desde la dirección de los partidos nacionalistas, con ayuda del gobierno central, permite que la hidra siga multiplicando sus cabezas, algo grave ocurre en esa sociedad.

En el País Vasco existen todos los tintes que tuvieron lugar en los lejanos tiempos de la república alemana de Weimar. Las huestes nazis recogían el voto del nacionalismo radical y la sociedad justificaba toda su violencia y les abría, con una concepción perversa de la democracia, el acceso al poder. Mientras, miles de alemanes se exiliaban, otros eran encarcelados y la sociedad callaba. La semilla del nazismo se mantuvo incluso después de la Guerra Mundial, y el resentimiento por la derrota persistió entre los escombros de la derrota. El único modo de erradicarlo definitivamente, fue declara, sin complejo alguno, ilegal su existencia y su presencia electoral y así se ha mantenido desde hace más de medio siglo, sin que por ello Alemania sea una sociedad sin libertades. Sencillamente se empleó el método más adecuado para erradicar una enfermedad y librar a los ciudadanos de su contagio.

En España, tras más de tres décadas de convivencia democrática, en el País Vasco sigue siendo peligroso discrepar políticamente y la vida de muchos exige la presencia de escoltas, porque la amenaza de muerte es cuotidiana. Hoy, la mayoría de su juventud, sus clases dirigentes, sus periódicos, empresarios y profesores, funcionariado público, el clero, los habitantes de los pueblos… apoyan los supuestos derechos de quienes hacen de la serpiente y el hacha su seña de identidad, como otros adoraron las svasticas asesinas.

Fuera de ese entorno opresivo, muchos pensaron que el sentido común acabaría por aparecer, y se renunció a tomar medidas radicales que garantizasen una convivencia en libertad. Se esgrimían como éxitos la detención de terroristas nuevos, mientras se liberaba a los más sangrientos con todo tipo de argucias legales. Se prefirió dialogar de paz con los terroristas, en vez de perseguirlos sin claudicación alguna y nos hemos encontrado con lo que más temíamos: su presencia en los parlamentos.

El País Vasco está enfermo, gravemente infectado por el virus de quienes apoyan al terrorismo, lo justifican o de quienes les conceden cobertura legal. Cuando una sociedad ignora la sangre derramada y elige como representantes suyos a quienes la provocaron, cuando se otorga el voto a los asesinos o a quienes les justifican, se pierde todo referente ético. Y eso es precisamente lo que reflejan los resultados electorales.

YO SI ESTOY A FAVOR

Nos hemos pasado meses preguntándonos cómo es que la gente no salía a la calle para protestar por la situación económica. No podíamos entender la pasividad de la sociedad ante los problemas que la ahogaban, el drama del desempleo y el desencanto por los políticos.
Y ahora, nos sorprende precisamente aquello que echábamos en falta: la protesta social. No ha habido asaltos a los supermercados, pero si concentraciones que se multiplican por toda la geografía. Internet ha conseguido lo que no lograron los medios clásicos de comunicación.
Las concentraciones en las plazas más importantes de las ciudades españolas son el reflejo del hartazgo social manifestado por quienes suelen ser los protagonistas iníciales de las revoluciones modernas: los jóvenes.
Lo ocurrido en Túnez y El Cairo probablemente sólo tenga en común con el caso español su convocatoria a través de las redes sociales de internet. Pero el fondo es similar: la protesta contra sistemas políticos – en esos casos dictaduras –, que no soluciona los problemas que atenazan a los ciudadanos.
El evidente no partidismo de las masas de jóvenes que se concentran ha molestado a los propios partidos políticos, que esperaban recoger el descontento social a su favor. Pero es que la protesta no va dirigida solo contra el gobernante, sino contra el “sistema”. Siempre ha ocurrido en los procesos que inician las revoluciones. La mayor parte de los casos acaba agotándose en su propia utopía, salvo cuando las fuerzas del “sistema” inician la represión contra los manifestantes. Entonces, la inevitable contundencia policial va seguida de la protesta violenta, el destrozo urbano, el desorden y surgen los heridos y los muertos, que se convierten en los mártires y símbolos de la protesta.
De momento, por fortuna, parece que el sentido común domina la situación. Tras no haber podido impedir las concentraciones, es mejor no intervenir violentamente contra ellas.
Desde posturas ancladas en la inmovilidad se critica que no se cumplan las normas legales que regulan los permisos de concentración, la prohibición de expresar opiniones en jornadas de reflexión, que no se critique la actuación de los jueces del Tribunal Constitucional o que no se condene el terrorismo. Pero se ignora que estas no son las preocupaciones de millones de españoles. Lo que más irrita a la ciudadanía es el comportamiento de la clase política, sus endogamias, su incapacidad de aportar soluciones, la pobreza de sus liderazgos, las normativas inoperantes, la incapacidad de aportar soluciones urgentes en un país con los mayores niveles de desempleo y falto de esperanzas.
Se les acusa de no respetar las normas legales de participación política, cuando todos compartimos que estas deben cambiarse— la ley electoral, las listas abiertas, la limitación de mandatos, la supresión de las prebendas, …– sin que ningún partido político se haya comprometido a ello ni lo haya intentado en el pasado ni lo contemple en le futuro
En mayo del 68 se pedía lo imposible por los jóvenes de una sociedad opulenta. Hoy, ese mundo amenaza ruina, y los jóvenes salen a las calles pidiendo lo que sí debiera ser posible: cambios en un sistema donde no se encuentran representados ni atiende sus necesidades reales.
En la espontaneidad de estos movimientos cabe, ciertamente, la sospecha de que algunos grupos puedan manipular las protestas. La tendencia ácrata es consustancial con el espíritu juvenil. Se quiere un mundo mejor, una sociedad más justa, una participación directa en los temas que afectan a los ciudadanos… y aunque la realidad muestre la utópica inviabilidad de las demandas, es evidente que tienen razón.
Las mentes más legales pensarán que deben respetarse las leyes, que la democracia supone acatar normas, pero no puede extrañar a nadie el descontento que la situación política y económica conduce al apartamiento de muchos hacia lo que les ha resultado inútil.

DESAPARECE UNA ALIMAÑA

Publicado en “La Gaceta” el 15 mayo 2011

Tras la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes del nazismo, sus colaboradores en diferentes países y los altos militares de Japón fueron juzgados por tribunales formados por sus enemigos y ejecutados. Poco antes, Mussolini fue capturado y fusilado contra un muro y su cadáver expuesto, colgado de los pies como una res, en una plaza de Milán. No ha habido otros casos recientes de ajusticiamiento, salvo las ejecuciones de Ceausescu y de Hadam Hussein. Ninguno de los demás asesinos políticos del último medio siglo ha sido condenado a muerte, ciertamente no porque escaseasen. Ni Pol Pot que dirigió los genocidas Jhemeres, ni Pinochet, ni los generales de Argentina o Yugoslavia, ni los sátrapas Mobutu o Idi Amín, ni siquiera Stalin o Mao acabaron igual. El mundo occidental, tras los juicios de Nuremberg y de Tokio ha evitado encarcelar a los tiranos, que morían exiliados o en vísperas de la transformación de los regímenes que dirigieron.

Cuando el nazismo, el estalinismo o el maoísmo eliminaron seres humanos por centenares de miles, las víctimas se seleccionaban para ser eliminadas en programas genocidas o por motivos ideológicos. Los militares argentinos, chilenos y uruguayos secuestraban selectivamente a sus adversarios para torturarlos y hacerlos desaparecer. Los déspotas africanos ni se molestaban en ello: el machete siempre ha sido un arma expeditiva usada en Sudán, Ruanda o Etiopía. Solo Al Qaeda y otras ramas del fundamentalismo islámico en Oriente Medio, el insurrecionismo checheno o los terroristas irlandeses y vascos han cometido matanzas indiscriminadas justificadas por rostros encapuchados, a través de exaltados videos: Hamás, Al Jihad, Hezbollah, IRA, ETA…

Desde hace años, el mundo se encuentra envuelto en una guerra sin frentes, fronteras, ni ideologías, donde se mata en nombre de un dios o se reclaman territorios, sin distinguir combatientes ni civiles. La Humanidad nunca se enfrentó a un enemigo invisible, que asestaba golpes indiscriminados, con atentados masivos donde morían centeneras de civiles, como ocurrió en las Torres Gemelas de Nueva York, en las discotecas de Bali y Berlín, en el metro de Londres, en los aeropuertos de Viena y Moscú, en el centro de Nairobi, en los mercados y calles de Marrakech, Jerusalem, Madrid, Karachi o Bagdad…

Las convenciones internacionales, acordadas para limitar el sufrimiento de los prisioneros, fueron promulgadas en épocas donde el uso de armas de destrucción masiva – desde las nucleares, a los gases tóxicos o las bombas de racimo – eran desconocidas. El coche bomba, el explosivo en un avión comercial o en un tren, el suicida envuelto en dinamita para inmolarse entre la muchedumbre, nunca estuvieron contemplados. Quienes hacen uso de esos métodos, saben que se encuentran fuera del Derecho Internacional, como así fue declarado expresamente por las Naciones Unidas, despojándolas del carácter de combatientes y calificando como terrorista a toda organización que realice actos “destinados a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a realizar una acción o abstenerse de hacerla”.

Occidente no emplea los métodos de Al Qaeda o sus discípulos, lo cual ya es una notoria desventaja en el enfrentamiento mortal, y es consciente de las dificultades de combatir al terrorismo con la única fuerza del Derecho.

Pero existe una diferencia sustancial: cuando encarcela al terrorista, mata selectivamente a la cabeza responsable, y no usa métodos de exterminio masivo. Si Bin Laden ha sido ejecutado, hay razones más que sobradas para justificarlo. El mundo no podría correr el riesgo de someter a un juicio público al dirigente que encendió el odio de miles de mentes musulmanas. Es muy probable que sus herederos inicien acciones de venganza, pero no podría concedérseles gratuitamente la posibilidad del chantaje, con seguras amenazas de nuevos atentados o ejecuciones de rehenes inocentes. Bin Laden ya no existe. Nunca se lloró la muerte de una alimaña.

EL REINADO DE WITIZA

Articulo publicado en “LA GACETA» del grupo Intereconomia el 30 de abril 2011

Oscuro e incierto se presentaba el reinado de Witiza, según decían las viejas enciclopedias infantiles. Y la historia ha confirmado los presagios, con el horizonte de un año dirigido por un “presidente en funciones”
Su mandato se inició con cuatro hechos que, pueden considerarse como pactos de traición de Estado: la disgregación de la cohesión nacional abriendo nuevos frentes en las revisiones de los Estatutos de Autonomía que han derivado a un conflicto interno de final imprevisible. Siguió la marginación de la oposición, en un intento de excluirla de cualquier posición de legitimidad a través de múltiples alianzas con fuerzas marginales que garantizasen el poder del nuevo socialismo. A continuación la ruptura del pacto antiterrorista condujo a inauditas liberaciones de etarras y escandalosas filtraciones policiales. Por último, la ruptura con la política exterior seguida durante los últimos años, buscando alianzas inauditas ha colocado a España a una situación de indigencia internacional, cuyos más esperpénticos ejemplos se resumen en el bobalicón Miguelín de la Exposición de Shangai como imagen moderna del país y el fiasco de los millones que China iba a aportar a nuestras finanzas.
Las medidas legales que se han promovido a lo largo del mandato de Zapatero forman parte de un paquete de ocurrencias tendentes a dirigir la vida de los ciudadanos, no el gobierno de un país. Se derogaron sin alternativas el Plan Hidrológico Nacional y la Ley de Educación; se ignoraron la reforma de la justicia, del sistema electoral o de normalización del gasto público y se dedicaron esfuerzos a la reglamentación de asuntos de interés marginal para la mayoría de la población, como el cambio de regulación del aborto, el matrimonio homosexual, las leyes de Igualdad de Género y de Memoria Histórica o la introducción de la Educación para la Ciudadanía junto a la retirada de símbolos cristianos. La vida de las personas se limitó en sus libertades desde la fiscalización de las descargas de internet, a la regulación de venta de bollos en los colegios, pasando por la Ley Antitabaco.
Y por último, ante la peor crisis económica, no solo se negó su existencia, sino que se condujo al país desde una posición de privilegio a ser el siguiente candidato para una eventual intervención de la Unión Europea. Cinco millones de ciudadanos hacen fila buscando un empleo imposible, en espera de que los tallos verdes de la Economía Sostenible gubernamental sean algo más que construir aceras, o reducir las necesidades energéticas con bombillas de bajo consumo y la limitación de la velocidad en carretera a 110 Km por hora.
Todo ello ha derivado al descrédito de un gobierno –para lo cual no ha habido que esforzarse mucho– pero que arrastra tras sí a toda la clase política, junto a la enorme desconfianza que hoy merece la Justicia para la inmensa mayoría de los españoles, y la pérdida de un prestigio internacional que dificulta aún más una situación económica necesitada de inversión extranjera.
La inestabilidad, el desasosiego y la alteración de la convivencia recuerda, con 1.300 años de perspectiva, la situación de la España actual a la del lejano Witiza, el godo que acabó con la última dinastía hispánica. Su sucesor Don Rodrigo — ¿Rubalcaba? –- no fue más que el telonero de un inmenso desastre nacional, frente a la ola que llegaba y que asemeja la crisis económica y social del momento actual. Todo el viejo mundo se derrumbó, y finalmente, hubo que reconstruir el país. Fue el triste balance que dejó para la Historia, el reinado de Witiza.

POLITICA EN EL ALTO TRIBUNAL

En Cantabria nuevamente un partido político nomina a uno de sus miembros, nada menos que al Consejero de Presidencia para el cargo de miembro del Tribunal Superior. Sigue adelante, sin ningún rubor el sistema de nombramientos de jueces por cuotas partidistas, al margen de supuestas independencias y trayectorias profesionales prestigiosas.
Con independencia de que es una muestra evidente del grado de politización de la justicia, habría que añadir otras preguntas. Por ejemplo, qué meritos adornan el curriculum profesional del candidato para alcanzar el nivel superior de la judicatura. ¿Ha ejercido como juez en alguna ocasión? Según se relata en su biografía el Consejero dedicado a la política de forma ininterrumpida desde el 2003, es decir sin ejercicio jurídico en los últimos nueve años. Su bagaje profesional se ha limitado a un bagaje de ocho años como letrado del Gobierno de Cantabria, tras acceder al mismo por oposición. A muchos se nos antoja un brevísimo historial, para que alguien, en cualquier profesión, alcance el nivel más alto posible, por sus propios méritos, sino por designación o elección entre partidos políticos.
Es habitual el aterrizaje de políticos cuyo ciclo político se apaga en notables puestos en las instituciones. Hace años eras las consejerías de los bancos y de las empresas públicas. Una vez liberadas del carácter oficial, fueron las Cajas de Ahorro el asiento feliz de políticos tras trayectorias amables con los poderes locales. La crisis económica ha dejado en mal lugar este tipo de prácticas, pero no por ello se abandonan las costumbres. Hace unos meses la Vicepresidenta del Gobierno fue nombrada miembro del Consejo de Estado, sin más mérito que su pasado político, desde una actividad previa judicial a la que accedió la vía del cuarto turno, precisamente la que suscita mayores recelos y desconfianza entre el resto de los jueces de prestigio.
En vez de volver a sus profesiones habituales, algunas de escaso éxito y menguados ingresos para sus expectativas y costumbres, tras años viviendo habituados a la reverencia y el alago, el coche oficial, la primera plana en el periódico, las expectativas de seguir ascendiendo en el poder,… la única salida posible y ambicionada que consuela un ocaso político es la sinecura de cargo del erario público al que se llega no por méritos personales sino por fidelidades de partido.
Pero cuando ese puesto supone la necesidad de unos conocimientos de nivel superior, cuando el cargo significa la cima de una carrera profesional, que para muchos años tras años esfuerzos y méritos jamás consiguen alcanzar es sorprendente la facilidad y rapidez con la que conduce al éxito desde una trayectoria política de cortos años, desde un curriculum profesional breve.
Algo no ha funcionado bien desde hace décadas, sigue sin hacerlo y tiene todas las trazas de seguir funcionando mal en el futuro.

TREINTA AÑOS DESPUES

Articulo publicado en el D.Montañes el 16 de marzo de 2010 con el título: «El tiovivo de las conspiraciones»

¿Quién asesinó a Prim en la oscura noche de la calle del Turco?. ¿Unos republicanos resentidos?.¿Una venganza del general Serrano?. ¿Monárquicos conspiradores isabelinos? ¿Los partidarios del duque de Montpensier?… ¿Qué motivó al general Martínez Campos la proclamación apresurada de Alfonso XII como rey, cuando el propio Cánovas contemplaba otro escenario? ¿Fue aquel un enfrentamiento entre la vía civil del político malagueño y la militar del generalote que en Sagunto estuvo a punto de hacer caer la Restauración?. ¿Cómo pudo ser asesinado Carrero Blanco el día siguiente de la visita de Kissinger a España?. ¿Cómo nadie detectó la construcción de un túnel a cien metros de la embajada americana?. ¿Era razonable que el ministro del Interior, Carlos Arias, responsable de la seguridad del Estado, fuese precisamente su sucesor?
El 23-F, del que acaban de cumplirse treinta años, como parte del aniversario, desata las elucubraciones. ¿Promovía el rey un golpe de Estado?. ¿Cuantos políticos estaban comprometidos con los militares?. ¿Actuó Armada por su cuenta?.¿Salvó Tejero a la joven democracia española?. Siempre el mismo tiovivo de preguntas y dudas, pero nunca será suficiente. La teoría de las conspiraciones, las manos negras de los poderes fácticos, la venta de verdades ocultadas, da mucho más carnaza para la distracción del personal, que siempre estará receptivo a cualquier nueva teoría, especialmente si incluye la siembra de la duda.
La historia no sufre grandes cambios, contra lo que se ha creído, por el hecho de que algunos acontecimientos no aporten respuestas que satisfagan a todos. Con Prim asesinado, llegó Amadeo de Saboya quien abdicó al poco tiempo por la inestabilidad parlamentaria española. Alfonso XII iba a ser rey de España con o sin Martínez Campos. No existía otra solución política, tras la fracasada búsqueda de otra dinastía y el experimento de la Primera República. Carrero Blanco es probable que tuviese mayor sentido de Estado que Arias Navarro, el sucesor de Franco, defenestrado por el rey Juan Carlos
El 23 F fue la última muestra de fuerza de los mandos militares, incómodos con la democracia y especialmente con los constantes asesinatos de ETA. La traición de sus propios compañeros y el acoso de la prensa condicionaron la dimisión de Suarez, a quien no se perdonaba ni la legalización del partido comunista ni el devenir de la política parlamentaria. Ni siquiera se estaba dispuesto a esperar a un Calvo Sotelo. Desde tiempo atrás, se fraguaba la quimera de un cambio político y en las listas de los gobiernos de concentración elaboradas por los golpistas figuraban al alimón los líderes de la derecha junto a los del socialismo. Eso sí, bajo la presidencia de un militar. Lo que no se aceptaban eran políticos de UCD. Fue aquella, una noche de subsecretarios gobernando un país en situación crítica, de parlamentarios secuestrados, de cuarteles en situación de alarma, de mensaje real de “ordeno y mando” y de un pueblo asustado recluido en sus casas. Quizás esa mala memoria de lo que la inmensa mayoría de la gente no hizo y, a toro pasado, le hubiera gustado hacer fue lo que ha fomentado la continua aparición de interpretaciones y dudas.
¿Por qué treinta años después reverdecen con especial fuerza las dudas de lo ocurrido el 23 F?. De una parte porque desde hace tiempo se viene cuestionando de una forma temeraria la figura de la monarquía. En segundo lugar, porque la generación de los protagonistas ya no puede aportar nada. Los que vivieron en primera fila aquellos acontecimientos son hoy restos venerados de la historia española, a quienes todo el mundo homenajea pero nadie hace caso. La fotografía del rey con una muestra de nobles ancianos es la mejor expresión de ese pasado. Los protagonistas de la actual política eran unos desconocidos entonces. Zapatero se licenciaba en Derecho, Rubalcaba daba clases de química, Chacón estudiaba en el instituto, a Rajoy era elegido diputado en la Junta de Galicia, Llamazares estudiaba medicina, Aznar ejercía como funcionario de Hacienda en la Rioja, y muchos de las actuales figuras políticas nacionales o autonómicas eran solo adolescentes de ignoradas inquietudes políticas… Ya no hay protagonistas. Tan solo el Rey, y quizás eso incomode.
Hoy, la situación política es, desde el punto de vista económica y social bastante peor que los días de aquel 23 F, cuando ya se habían firmado los pactos de la Moncloa, la inflación había iniciado su descenso, el número de parados no llegaba a dos millones… pero ETA mataba casi a diario y no se había aceptado claramente la solución de la vía civil a los problemas del Estado, en un país que solo llevaba cinco años de democracia, pilotada por una clase política a años-luz de la actual.
Se puede elucubrar, se puede fantasear… pero los problemas económicos, los abiertos separatismos catalanes o vascos, la corrupción generalizada, la escasa preparación política, la politización de la Justicia…nada de esto motivaría un quimérico nuevo 23 F. Y si ocurriera, habría que preguntarse si la clase política actual mostraría el mismo nivel de responsabilidad y dignidad exhibidos hace treinta años. Otro misterio, aunque para ello bastante hemos tenido con lo ocurrido el 11-M. ¿O no?

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