Posts tagged: Santander

Salivazos por la calle

Hace unos días, mi amiga Melecia me hablaba de lo cerda que es la gente aquí (bueno, ella no dice eso, porque es muy correcta en el hablar. Ella dice cochina, lo de cerda lo digo yo). Melecia es española pero nació en Chile, y se vino de allí hace 22 años con otros parámetros culturales y educacionales. Así que eso de ver escupir por la calle le trae por la calle de la amargura. Con mucha gracia, se preguntaba si la gente ensaya para lanzar el esputo justo al sitio al que parece que quieren hacerlo. Por si era una paranoia de mi nativa americana favorita, he estado fijándome y tiene razón: la gente escupe y la gente es muy cerda.

Yo estudié en un colegio de curas, donde a reglazo limpio (el General ya había muerto, pero allí no debían haberse enterado; de hecho, recuerdo todavía la revolución que se armó y las caras de susto y de congoja cuando ganó el PSOE las elecciones de 1.982) nos enseñaban que por la calle no se escupe, que no se tiran papeles, que la mierda del perro se recoge, que la basura se tira por la noche, que la nariz se suena con un pañuelo. Esas cosas. Así que yo lo tengo muy interiorizado, como Melecia. Y como a ella, me llevan los demonios por la falta de educación que puebla hoy nuestras calles.

Y no es cosa de la juventud descarriada (la juventud siempre está descarriada. Llevo oyéndolo desde que yo lo era, y el discurso no ha cambiado ni un ápice, aunque sí los que lo van haciendo, cada vez más arrugados como pasas). Los viejos también lo hacen. Las señoras no, es verdad, pero no hay hombre, chico o grande, joven o mayor, que no vaya dejando gargajos por cada esquina. Ni tampoco es culpa de la LOGSE, que algunos que estudiaron urbanidad en las clases del Movimiento, muy muy talluditos ellos, también son expertos en lanzar el salivazo. Que caen, por cierto, siempre donde más se ven, y por tanto, donde más asco da.

Gorrinos de dos patas ha habido toda la vida. Es el sino de una sociedad donde algunos dan más valor a llevar los cromados del coche echando más brillos que una corista en un estreno que a mantener las calles limpias y a cumplir unos mínimos estándares de respeto cívico. Solo que ahora, cuando se pone mucho foco en la limpieza de las ciudades y la salubridad colectiva como uno de los aspectos de la sostenibilidad y del bienestar colectivo (no entiendo cómo no lo fue así siempre), los cerdos parece que se ven más. Falta educación por la calle, y respeto. Y sobran puercos que tiran papeles, no recogen su basura y encima escupen. Estaría yo por sugerir a los colegios que retomen lo del reglazo en la mano al que se salga del camino de la decencia urbana y a los agentes del orden que rebusquen en las normas porque alguna tiene que haber que permita multar a los guarros.

El ruido de las limpiezas

El ruido es el mal social de este siglo. La sociedad se ha vuelto ruidosa sin miramientos, pero ruidosa literalmente. El ruido se ha convertido en un fiel acompañante de todo lo cotidiano en una espiral que no descansa ni por la noche. Ya no hay respeto, sólo hay ruido: mi vecino de puerta pone la televisión al volumen que le da la gana, como si viviera en una casa en mitad de la nada; mi vecina de arriba, que debe ser patosa además de ruidosa, deja caer los zapatos a la una y media de la mañana y corre de una habitación a otra, y se pone a exprimir a las seis y media; los de enfrente han tenido otro niño, y los aullidos del chiquillo se escuchan desde el portal. Una fauna auditiva de lo más completa, en resumen.

Hace dos semanas, un viernes a las tres de la madrugada, nos despertó un ruido que parecía el de un tanque al ralentí esperando en la calle. No lo era. Era una furgoneta del servicio de limpieza de calles de la ciudad, con un motor a toda pastilla escondido en sus entrañas, que daba gas a una manguera de agua a presión con la que dos operarios limpiaban los artilugios de recogida neumática de basura. Como si fuera un lunes a las 12 del mediodía, vamos. Seguro que el invento camioneta-motor es además un apaño de algún ocioso de la empresa concesionaria. La broma duró cuarenta y cinco minutos, que dedicamos unos cuantos vecinos a contemplar el espectáculo desde las ventanas antes de regresar a tratar de seguir durmiendo.

A diario, sobre las once y media de la noche, los cacharritos que limpian las aceras, que echan tanto humo como una locomotora de carbón y hacen el ruido de dos lamborghini, también se suman a la retahíla sonora del no dejar descansar. Y quizá porque en algo tienen que tener entretenido al personal, que no será porque la calle se ensucia en el intervalo, la máquina vuelve a pasar en el entorno de las seis.

Una vez por semana, también con un camión con motor entripado, se baldean las aceras con agua a presión, y bien de ruido, para que el vecindario no nos olvidemos de que ahí está el servicio de limpieza al servicio del ciudadano, aplicándose al objetivo de la salubridad medioambiental dejando Santander como una patena. Eso sí, a costa del oído, del descanso, de la paciencia y de la salud mental de los que pagamos el servicio.

O sea, que como con el tráfico, el claxon de los coches atascados, los gritos de los locos por la calle y el runrún de la vecindad no tenemos bastante, ahora, por mor de la limpieza, el servicio de limpieza viaria y de recogida de basuras de Santander, como pomposamente se anuncian en su web, ha decidido poner más instrumentos en la orquesta. Quizá estaría bien que el ayuntamiento, que a la postre es el responsable último de mantener unos estándares aceptables de bienestar social en el que debe ocupar un espacio propio y bien defendido la calidad sonora de la ciudad, se entretuviera un poco en vigilar que estas cosas no pasaran. Que las empresas que gestionan servicios públicos como el de la limpieza no lleve motores escondidos en las traseras de furgonetas escupiendo humo (contaminando) y emitiendo más decibelios de los razonables. Porque el ruido también es un déficit para el medioambiente, por muy reluciente que tengamos recoge-basuras y aceras.

Des-información y no-información

Aqualia, la empresa que gestiona el agua de Santander, tiene un teléfono de atención al cliente. Bueno, en realidad tiene dos: unos para horario laboral, de lunes a viernes, que es el que aparece varias veces en negrita en la factura, y otro para averías, al que te remite el primero si llamas en los tiempos de descanso del personal. Los dos son de esos números de gasto compartido entre llamado y llamante (902), así que si pasa algo un domingo, pongamos por caso, y llamas al que conoces por la factura, pagas para que te reenvíen al otro. Y pagas también en el otro, por supuesto, para que no te informen de nada, o de casi nada.

Anoche no había agua en casa, y llamé al teléfono que no funciona en festivos (hacer caja, hace, pero atenderte no te atiende), que me dio el que sí. En este, un chico me explicó que algo se había roto cerca de mi calle, y que estaba cortado el suministro en toda la zona. De lo que no podía informarme era del tiempo de la reparación, porque no conocía el alcance de la avería. Esta mañana, a las siete, seguía sin haber agua y volví a llamar para interesarme por la marcha de los arreglos. Craso error, porque lo único que conseguí fue pagar la llamada y quedarme como estaba. Bueno, como estaba no, peor, porque me quedó claro que el servicio de información de Aqualia no tiene información que dar, y ya de paso que las cuadrillas de las reparaciones de noche no trabajan.

Por resumir, la chica del teléfono me contó que a las 12 menos cuarto los operarios se retiraron del lugar del reventón sin repararlo, ella creía que porque no debían tener todo el instrumental necesario (conclusión primera: el servicio de averías sale a reparar con lo puesto); que esta razón para que se dejara la reparación a medias a esa hora era en realidad una suposición suya (conclusión segunda: cabe cualquier otra explicación, como que los operarios no quisieran que les salieran sabañones por el frío, por ejemplo); que se retomarían los trabajos a primera hora de la mañana (conclusión tercera: la primera hora mañana para ellos es distinta de la mía, y debe andar más por la mañana); y que no podía decirme cuánto tardarían en arreglar la rotura porque a ella no la habían informado (conclusión cuarta: el servicio de información de Aqualia está muy mal informado). El sistema te avisa, cuando contesta, que la conversación puede ser grabada para mejorar la calidad del servicio. Pregunté a la muchacha si por casualidad la mía era de las grabadas, y me respondió que sentía no poder decírmelo porque tampoco eso lo sabía. Total, que excepto la obviedad de que había una avería, algo de lo que los grifos de la casa ya me habían informado cuando giré los mandos y no salió nada, en el teléfono de atención al cliente de Aqualia no han podido ofrecerme respuesta práctica alguna a mis preguntas.

Me chiflan estos servicios que se montan las empresas para salvar la cara en su publicidad, con sistemas complejos de voces metálicas y amables operadores de call centre, pero que no te resuelven nada. Incluso al contrario, que te dejan peor que estabas, porque a la falta de información añades perplejidad, cuando no directamente enfado, por lo inútil que resultan. Aqualia me ha soplado unos céntimos de euro teniéndome al teléfono para no darme ningún dato que me haya resultado útil. Bueno, sí que me lo ha dado: su servicio no vale un carajo. Y yo me pregunto por qué los usuarios nos quedamos de brazos cruzados mientras nos timan con esperpentos como este, con todo mi respeto sea dicho de paso por lo eficaces que si que resultan para colocar a unos cuantos y cuantas atendiendo un teléfono en el que podían reproducir cintas de Gila, que darían más risa.

(PD. Por la prensa he sabido que el reventón de los tubos fue a las ocho y media de la tarde, así que entre esa hora y en la que los operarios se retiraron a donde quiera que se retiraran, si no tenían con qué hacer el arreglo, debieron pasarlo pipa viendo salir el agua a chorro. Y sí sí que tenían, no entiendo por qué se fueron sin repararlo. Casi vuelvo a llamar a Aqualia para preguntar. Menos mal que he releído lo que acabo de escribir).

Opiniones Libres