TREINTA AÑOS DE ESTADO AUTONOMICO
Con independencia de cualquier argumentación constitucional, un Estado moderno se fundamenta en una serie de leyes comunes que articulan una convivencia en igualdad de derechos y deberes:
–justicia común
— régimen fiscal común
–representación exterior común
–defensa común
–enseñanza común
–coberturas sociales comunes
Prácticamente nada de esto se cumple en España. Todo ha sido transferido, está a punto de serlo o se actúa como si ya lo hubiese sido.
Decir que las autonomías han generado riqueza es una patraña que la realidad ha evidenciado después de más de treinta años de Régimen Autonómico. ¿Cuál habría sido la situación económica española sin Estado Autonómico?. Probablemente la misma. La riqueza la generaron los ciudadanos con su trabajo, los empresarios con sus inversiones, y el Estado, mediante una política fiscal moderna, debe compensar las diferencias entre individuos y territorios.
Sin embargo las autonomías actúan a la inversa: han generado mucho más gasto y endeudamiento, han motivado la duplicidad de servicios, han inventado cargos altamente remunerados y compiten por los intereses de sus propios vecinos, desatendiéndose de las necesidades nacionales.
Afirmar que las Autonomías han acercado la administración al administrado, es radicalmente falso. El administrado se ve envuelto en una red de nuevas normativas previamente inexistentes, se dificultan las transacciones comerciales, se ve limitado en sus posibilidades de trabajo fuera de su comunidad, ve reducida sus posibilidades educativas y contempla las diferencias de trato económico. La misma argumentación conduciría a la necesidad de conceder un sistema autonómico similar a toda la administración al nivel más bajo, el local, duplicando servicios, cargos, presupuestos…
Todo ello deriva de una situación política en la Transición que creó el sistema autonómico para garantizar la incorporación de los nacionalistas a las tareas comunes. Pero ha servido justamente para lo contrario. En contadas ocasiones los nacionalistas han apoyado algo sin contrapartida o beneficio directo. Y lo que es peor, han señalado a otros el camino a seguir.
Los presupuestos, uno de los escasos recursos que aun le quedan al Estado, están previamente pactados con el constante beneficio de las comunidades autónomas de nacionalismo más radical. Resulta curioso que extremeños, manchegos, cantabros, castellanos, vean continuamente reducida su parcela a cambio del continuo beneficio, hoy por hoy vasco, catalán o gallego.
Y por ultimo se mira sospechosamente a quienquiera que opine lo contrario. Es la representación de la añoranza del antiguo régimen. Parece como si el centralismo en sí mismo fuese nefasto, cuando es común en numerosos países, por ejemplo Francia sin ir más lejos. Y donde hay competencias derivadas no se acercan ni en sueños al sistema español: Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania…
Así las cosas, ¿tendremos que esperar otros treinta años más?