EL INCIERTO FUTURO DE VALDECILLA
Publicado enEl Diario Montañes, domingo 12 agosto 2012
Nuevamente surge el problema de cómo finalizar el hospital Valdecilla. Completar la –por ahora — última fase, supone un costo económico imposible de pagar con los recursos de la comunidad cántabra. Se insiste en pedir a la administración central que inyecte más dinero, como si en plena crisis de dimensiones colosales, las arcas públicas estuviesen dispuestas a financiar el sueño de unos políticos locales que trece años más tarde siguen alimentando sus fantasías. Ahora, se rescinde el contrato con los constructores y se anuncia un nuevo concurso de contratación con la condición añadida de diferir el pago de las obras hasta su terminación junto a una tímida privatización de servicios secundarios. Es decir, se abre otro período de licitación pública y se promete un nuevo horizonte: el 2015. Lo mismo se dijo hace trece años y después de tres gobiernos centrales, cuatro autonómicos, ocho ministros de Sanidad, seis gerentes y más de una decena de directores médicos, seguimos construyendo el mejor hospital del mundo mundial que muestra sus deficiencias, y alberga serias dudas sobre la viabilidad de todo el conjunto.
Pese a las advertencias que reiteradamente muchos hicimos, el gobierno autonómico abordó el proyecto de un nuevo Valdecilla con una inversión inicial de 205 millones de euros — 34.000 millones de pesetas — cantidad agotada ya el año 2007. Desde entonces se han rectificado los costos al alza, hasta alcanzar un desfase de otros 150 millones — 30.000 millones de pesetas — escandalosa cifra que se aproxima al doble de lo inicialmente presupuestado. Ahora se ha descubierto que, además, en 2008 se gastaron 43 millones de euros — más de siete mil millones de pesetas — para excavar 20.000 metros cuadrados de uso indeterminado. Y, hablamos tan solo de obra civil, de ladrillos y vigas para entendernos; nadie contempla el gasto del mobiliario y la dotación tecnológica que debe acompañarlo, sin la cual un hospital no es absolutamente nada. Va a ser muy difícil explicar de dónde van a obtenerse los millones que se deben y los necesarios para proseguir un proyecto que desde el comienzo mostró su sinsentido.
¿Es este el ejemplo de eficiencia por la gestión de los responsables de la sanidad en Cantabria?. ¿Cómo se explica que, tras varios años, se detecten fallos que hace inoperativo un hospital?. ¿Quién asume la responsabilidad del inmenso costo añadido y del retraso que se anuncia?. ¿Quién va a explicar el pozo sin fondo de dinero empleado en realizar una obra desproporcionada para las necesidades de una región donde ya existen otros cinco hospitales públicos?. ¿Quién defenderá que sean precisas las restricciones en Sanidad mientras persista el empeño de proseguir la construcción del faraónico centro médico?. ¿Quién justificará que se mantenga durante más de una década y media a centenares de profesionales en un caos organizativo con el consiguiente desánimo y desmotivación?.¿Quién razonará la ausencia de previsión hacia los miles de enfermos que necesitan hospitalizaciones prolongadas o los constantes retrasos de las listas de espera?.¿Cuánto costará, en fin, la mayor insensatez en que se ha embarcado la Autonomía de Cantabria?.
Desde que Cantabria se convirtió en Comunidad Autónoma ha cesado el flujo de enfermos que acudían a Valdecilla como centro médico de referencia: País Vasco, Galicia, Castilla, la Rioja y Asturias. En muchos de estos lugares han surgido nuevos hospitales años después de iniciarse la actual renovación del nuestro. Burgos, por ejemplo, inició en 2005 la construcción de un centro médico, ya inaugurado, de 678 camas, con un costo de 230 millones de euros, incluyendo el equipamiento tecnológico, dos tercios de lo que Valdecilla lleva gastado en albañilería.
Existen numerosos ejemplos de hospitales que mejoran su calidad y reducen sus costos con una gestión privada, manteniendo la titularidad pública. Pero va a ser difícil, pese a cualquier nueva inyección económica, que Valdecilla vuelva a ser un centro de prestigio, sin abandonar su actual patrón de gigantesco ambulatorio y retomar su función fundamentalmente hospitalaria capaz de unir la sensatez en el gasto con la calidad asistencial. Quizás la única solución, hasta que con valentía y realismo se aborde una profunda reforma de la Sanidad pública, sea reconocer nuestras limitaciones y devolver las competencias sanitarias al Estado central, de donde, dicho sea de paso, nunca debieron desligarse. Al fin y al cabo, Valdecilla fue un centro de referencia nacional con gobiernos centralizados y su declive se inició al recluirse en el estrecho ámbito autonómico.